diciembre 2006 | ||||||
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noviembre | enero |
A domicilio
A: Buenos días, señora. Perdone que la moleste, pero le traigo este catálogo de órganos de segunda mano que... B: ¿De segunda mano? ¿Órganos usados? A: Sí, pero sólo por humanos, no se piense. B: No sé, yo es que ahora no necesito ningún trasplante. A: Ah, pero nunca se sabe cuándo se va a necesitar uno. Es mejor prevenir y comprarlo ya, a un precio mucho más razonable y con la seguridad adicional de que tendrá uno cuando lo necesite. Piense que por sólo tres euros al mes se los guardamos en nuestro congelador. Incluso los puede guardar usted misma, si tiene espacio. Claro que los apagones... B: Pero es mucho gasto. A: No se preocupe, se lo financiamos. Tenemos soluciones para todas las economías. B: Es que aquí estamos todos muy sanos. A: Es imposible saber lo que deparará el futuro. B: Eso es verdad. A: A lo mejor su marido sufre un accidente de tráfico, Dios no lo quiera, y el hígado le queda destrozado. Puede que un virus le provoque un fallo renal a su hijo. Quizás la pequeña tenga un defecto genético en el corazón que aún no le han detectado. O usted, que parece tan sana y luce ese color tan vivo en las mejillas... B: Gracias. Es natural... A: Jamás lo dudé. Decía que incluso usted podría, no sé, perder una córnea en un accidente de costura... B: Eso ha sonado machista. A: Disculpe. Pero podría pasar. Tenga en cuenta que el destino no entiende de correcciones políticas. B: Ay, sí. Sin ir más lejos, en mi familia han muerto más mujeres que hombres. Es injusto. El año pasado le pegamos un tiro a un primo mío para compensar. Pero no se murió. Se ha quedado tonto, eso sí, pero no es lo mismo que morirse. Quiero decir, igual no puede abrocharse los zapatos y no habla, sólo dice guaguaguá, pero respira. Y no como su hermana la mayor, que ya no respira, ni come, ni nada. A: Señora... B: Sí, perdone, es que me lío. A: Como le iba diciendo, no sea tan egoísta. B: ¿Egoísta yo? A: Y cruel. B: ¿Yo cruel? A: Sí, usted. A lo mejor no le importa quedarse sin córnea, pero ¿qué hay del hígado de su marido, del riñón de su hijo, del corazón de su hija? Claro, como tuerta seguirá vivita, pues que se mueran los demás, ¿no?, que se jodan, ¿verdad? Pues sepa que usted les está asesinando por negarse a desembolsar una pequeña cantidad de dinero. Tenemos incluso una tarifa plana: todos los órganos que necesite por una cantidad fija al año. B: No sé, visto así... Pero no sé yo. No es buen momento, tenemos muchos gastos con eso de las tres comidas diarias, además de la merienda. A: Hagamos una cosa: yo le dejo nuestro catálogo y usted se lo piensa con calma. B: Me parece bien. (...) A: ¿Ya? B: Un poco más de tiempo, por favor. (...) (...) A: ¿Y ahora? B: He tomado una decisión. A: Diga. B: De momento no me interesa. A: ¿No? Pues espero que la muerte de sus seres queridos recaiga sobre su conciencia. B: Me quedo con el catálogo y a lo mejor les llamo más adelante. A: ¿Más adelante? ¿Cuándo su hija de tres años esté en coma y no se puedan permitir lo que cuesta un trasplante de urgencia? B: Gracias, gracias, voy a cerrar. A: Sí, cierre, mucho mejor, no quiero ver la cara de una criminal sin conciencia... En fin. A ver si en el segundo hay más suerte.