jueves, 8. diciembre 2005
Jaime, 8 de diciembre de 2005, 16:33:30 CET

Por nuestra seguridad


Las medidas que por nuestra seguridad están implantando los aeropuertos y las aerolíneas son claramente insuficientes. Me parece bien tener que pasar por un par de arcos metálicos con el pasaporte en la boca. Y quitarme el abrigo, el cinturón y los zapatos para dejar que un tipo que no me conoce de nada me manosee sin ni siquiera, qué sé yo, decirme su nombre, invitarme a un café y comprarme rosas. Y tener que facturar hasta mis sangrientas tijeritas asesinas. Y también tener que soportar que un perro lobotomizado --perdón, quería decir adiestrado-- olisquee mi equipaje de mano. No está mal, desde luego. Pero eso es poco. A pesar de todo, me siento indefenso y desprotegido. ¿Y si alguien, por ejemplo, sube al avión con veneno y lo arroja sobre mi comida? Hay mucho loco suelto capaz de rellenar frasquitos de colonia con cianuro. Y eso por no hablar de si a alguno le da por abrir la salida de emergencia en pleno vuelo o aporrear a las azafatas o, peor, a mí, con una muleta que habría subido con el pretexto de una falsa cojera. También parece que nadie ha caído en una terrible posibilidad: que el propio piloto sea un terrorista. Y no hablo sólo de aerolíneas de países tercermundistas y dirigidas por incompetentes, como United Airlines. Hay pilotos supuestamente licenciados que vuelan como si quisieran asesinarnos o, peor, asesinarme. Ahí, subiendo a tres mil metros de altura, como si no bastara con, no sé, trescientos. Y yendo a toda velocidad, como si hiciera falta. Si es que van como locos. Lentito, bajito y seguro, no sé cómo hay que explicarlo. Total, que vistos los peligros que nos acechan cada vez que subimos a un avión, como ser succionados por la taza de váter --que sí, que sí, que puede pasar--, creo que hay que tomar medidas algo más drásticas que todas esas prácticas tibias y políticamente correctas. Lo que propongo es prohibir la entrada en los aviones. A ver, todo el mundo puede comprar su billete, pasar por todos los arcos y registros necesarios, e incluso comprarse su colonia en el duty free, sólo faltaría, a ver si no va a haber libertad de movimientos. Pero todo el mundo ha de tener prohibido subir a un avión. Excepto un agente de seguridad debidamente armado, con instrucciones de disparar a quien se acerque a menos de veinte metros del aparato --me refiero al avión--. Porque cualquiera podría ser un terrorista que pusiera en jaque el mundo libre. Incluso el propio policía, razón por la cual una vez terminado su turno deberá dispararse en la sien. Y por supuesto, ningún avión debería despegar, que eso de volar es peligrosísimo, uno puede estrellarse, marearse o incluso sufrir un molesto taponamiento de oídos. De este modo, se reducirá más que notablemente no sólo el número de actos terroristas cometidos en aviones, sino también el de accidentes aéreos. Además, estas medidas impulsarán el últimamente decaído transporte por mar, por carretera y por ferrocarril. Es importante que esta idea se ponga en práctica cuanto antes. Hay vidas inocentes en peligro.


 
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