noviembre 2005 | ||||||
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Sin pruebas
Insisto: todo tiene una explicación lógica. Sí, de acuerdo, se vio un platillo volante en las principales ciudades del planeta, un platillo que emitía por unos altavoces un mensaje bien claro: "Rendíos, terrícolas". Pero sin duda se trataba de un truco publicitario. Un nuevo chicle o algo así. A ver si no cómo iban a conocer los extraterrestres nuestro idioma. Además, el cartel de "Marte os saluda, esclavos" resultaba poco creíble. En Marte no hay vida, aparte de quizás cuatro bacterias aburridas y enfermas. También pudo tratarse de un efecto óptico o incluso de de una alucinación colectiva. No lo digo sólo por lo de ver el platillo, sino especialmente por aquello de quienes dicen que fueron abducidos. Reconozco que a mí también me dio como, no sé, la impresión de que un rayo de luz del platillo me capturaba y me elevaba por los aires hasta hacerme entrar dentro de la nave, pero, vaya, es normal, todos estábamos muy nerviosos al ver aquello por la tele, y uno tiende a imaginar cosas raras cuando está nervioso y cansado y preocupado y etcétera. Pero, vamos, seguro que encontramos una explicación natural a todo esto. Esos seres verdes con antenas que me introdujeron aparatos metálicos por todo el cuerpo simplemente eran unos aprovechados. Es lo de la navaja de Occam. La explicación más sencilla es la que tiene más posibilidades de ser cierta. El médico ya me quitó el chip que me implantaron y que me ordenó asesinar a toda aquella gente. Se lo llevé a un amigo informático y me dijo que no conocía aquella clase de chips. Por tanto, la explicación más sencilla es que no existen ni los chips ni los marcianos. Y que yo no maté a aquellos cadáveres que seguramente ya eran cadáveres cuando yo entré en sus casas. Además, eso de que los alienígenas se fueron porque no les gustaba el sabor de nuestra carne y que incluso les sentaba mal es ridículo. Estoy convencido de que se demostrará en breve que las fotografías de marcianos vomitando por las calles son burdos montajes. Y que los gritos que se oían por las noches de "por favor, no me coma" no eran más que televisiones del barrio con el volumen muy alto. Alguna película de terror o quizás el programa de Arguiñano. Y, en fin, eso de los tentáculos con los que ahora escribo no es más que... er... el conocido efecto placebo. No son tentáculos de verdad. Son mis brazos y mis piernas de toda la vida. Pero es el efecto placebo. O sea, que yo creo, tengo la impresión, me parece que, y eso produce ciertos resultados psicosomáticos. Nada que no se cure durmiendo. Que los marcianos no existen, hombre. Que no hay ninguna evidencia al respecto.