noviembre 2005 | ||||||
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Mi opinión acerca de cosas importantes
El contenido de un blog ha de estar pendiente de la actualidad para poder ofrecer a sus (amables) lectores contenidos originales y rigurosos. Obvio. Por tanto, hago un paréntesis en el relato de mis conversaciones con los Papas del siglo 20 para dejar bien claro que me parece más que positivo que el Parlamento haya admitido a trámite el nacimiento de la infanta Leonor. Más que nada porque es superimportante para la unidad de España que un matrimonio haya tenido descendencia. Tanto condón y tanta pildorita no son buenos para la nación. No entiendo la oposición del PP --¡en solitario, una vez más!-- a este nacimiento. Desde que la princesa anunció su estado, estos carcamales insisten en que no es un embarazo natural y que lo mejor sería un aborto. Como persona sensata que soy, me tengo que oponer a este tipo de medidas. Es decir, igual Leonor sale fea y tonta, al fin y al cabo, los genes no perdonan, pero démosle un margen, no la juzguemos cuando ni siquiera ha salido del hospital. Dejemos que pasen al menos dos o tres añitos. Si entonces sigue sin convencernos, pues nada, la encerramos en los sótanos de la Zarzuela, dándole sólo agua, raspas de sardina y crucigramas a medio resolver. Por cierto, todo esto me recuerda a mi nacimiento. Con aquel eclipse, mis palabras de amor hacia la humanidad, la lluvia de meteoritos, el hundimiento de la Atlántida y el terremoto de Bangladesh. Sí, antes sí que se sabía nacer. Lo de ahora es sencillo, demasiado sencillo. En todo caso, queda más que claro que España necesita que yo vuelva a la política. Aún me quedan tres años de inhabilitación por culpa de aquel asunto de los sobornos --falso, todo falso--, pero pienso regresar. No porque me apetezca, sino porque considero que el sacrificio es doloroso, pero necesario. Y lo haré por la puerta grande. Como le dije una vez a Churchill, "cada día estás más gordo, Winston". "Sí, pero a mí se me pasará mañana", contestó. Siempre decía eso cuando le dejaba sin argumentos.