martes, 27. septiembre 2005
Jaime, 27 de septiembre de 2005, 11:01:03 CEST

De hombres, ratones y lobos


Hans Adenauer fue hombre lobo durante un par de años de su juventud. "Por aquel entonces --relata-- tenía una beca de investigación en la facultad de medicina de Leipzig. Había conseguido crear una variante de ratones lobo. Sólo hacía falta dejar que les mordiera un político y modificar ciertas enzimas. Una noche de luna llena cometí el error de darles de comer pasadas las doce. De darles de comer mi propio dedo. Bueno, sólo parte". Dadas las circunstancias, no se convirtió en un licántropo normal: "El proceso era parecido al tradicional. Las noches de luna llena me salía pelo por todas partes y garras y colmillos. Sólo que a mí no me había mordido un hombre lobo, sino un ratón lobo. Así que me convertía en un hombre ratón lobo. Básicamente un lobo peludo y blanco con orejas de Mickey Mouse, dos incisivos grandes y anchos, además de los clásicos colmillos. Ah, y un rabo enorme". Durante esa época tuvo a su hija, Julia. "No recuerdo nada de aquella noche. Sólo sé que me desperté desnudo en medio del campus junto a una alumna de primero. Así comenzó nuestro affaire. Nada serio. Sólo quería verme los días de luna llena. Siempre me hacía el mismo chiste. Abuelita, abuelita, qué dientes más grandes tienes. Y así hasta llegar al rabo. Pero en cuanto supo que me había quedado embarazado, ya no quiso volver a verme. Se largó con un estudiante de Derecho. De Derecho, imagina". No me ha querido explicar lo de su embarazo. "No fue una experiencia agradable --asegura--. Sacar adelante una niña, solo, sin poder recurrir a mi hermano porque está como una cabra y contando solo con el sueldo de un becario... No fue fácil... Y además Julia... Julia es... periodista". Me dio la espalda y sacó un pañuelo del bolsillo. Intuí que sería mejor dejarle solo. Ah, los hijos. Cría cuervos. Pero la verdad es que quería saber cómo dejó de ser hombre ratón lobo. "Quise pedirle a mi hermano que me disparara una bala de plata, pero sin apuntar a ninguna zona vital. Sólo que no me fiaba. Por aquel entonces estaba empeñado en que le había robado una novia que nunca tuvo. Al final pude elaborar unas píldoras que me funcionan bastante bien. A veces olvido tomarlas y asesino a alguna jovencita que pasea sola por las calles de la ciudad a altas horas de la madrugada. Pero en fin, qué se le va a hacer".


 
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