mayo 2005 | ||||||
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En peor momento
Los gestos son importantísimos en política. Sólo hay que ver la que se armó hace poco cuando Carod se puso sobre la cabeza una corona de espinas, ofendiendo así a los vendedores de souvenirs. O la repercusión de las palabras de Moratinos, que en un una entrevista concedida a El País faltó al respeto a todos los que tienen mal paladar, al asegurar que a él le gusta el burdeos. Es curioso que aún se sigan cometiendo esta clase de errores cuando todavía está presente el recuerdo de lo que le ocurrió a Auguste Dupin, Ministro de Marina francés entre 1960 y 1962. El caso es que durante una dura sesión parlamentaria, Dupin aprovechó un receso para estirar las piernas y tomarse un pastis en el bar de la asamblea. Allí se encontró con el célebre cronista Jacques Jecherche, a quien le comentó que tenía un terrible dolor de pies. Jecherche recogió este comentario en su columna: "Mientras los señores diputados aún discutían acerca de la escolarización infantil, Dupin se tomaba un pastis y se quejaba de lo mal que tenía los pies por culpa de sus zapatos nuevos". El comentario de Dupin no podía llegar en peor momento. Como explicaría su zapatero, el exclusivo François Chaussure, "es indignante que se queje de sus zapatos cosidos a mano por los mejores de mis empleados justo cuando la venta de calzado francés está cayendo en picado por culpa de esas deportivas taiwanesas". Le Radical, bajo el titular "Dupin en contra de la economía francesa", recogió también las palabras de Josef Bouvais, presidente de la asociación de ganaderos: "Sus zapatos estaban hechos con el cuero de vacas francesas. Igual y como es ministro de marina, el señor Dupin prefiere que le traigan las vacas de Estados Unidos". Dupin tuvo que salir del paso y disculparse. En una entrevista concedida a la radio pública francesa, aseguró que aquel día le dolían los pies de caminar, "pero, en todo caso, los zapatos mitigaron ese dolor. No en vano Chaussure ha cosido calzado incluso para el Papa". El titular de Le Parisien fue demoledor: "Dupin ataca al Papa". Como decía el editorial del mismo diario: "Pío XII, ya anciano, tiene que soportar ahora las burlas hacia su calzado por parte de Monsieur Dupin, el amigo de los taiwaneses. El aún Ministro de Marina debería presentar sus disculpas inmediatamente tanto al pontífice como a los católicos de nuestro país". Y lo hizo. En rueda de prensa: "No era mi intención ofender al Papa --aseguró--. Mis zapatos y los suyos son tan dignos como los de cualquier otra persona. Son los zapatos del Papa y del pueblo francés al que yo tanto amo". La referencia al "pueblo" no pudo llegar en peor momento. El Partido Comunista se la tomó como una ironía dirigida expresamente a la Unión Soviética. En plena Guerra Fría, Francia no podía permitirse que La République asegurara en portada que "el ministro ateo desafía a los comunistas, reiterando su apoyo a Taiwan". Dupin tuvo que salir al paso de su nuevo tropiezo diplomático y se reunió con el secretario general del PCF. Al final de esta reunión, el ministro aseguró que sentía el máximo respeto por la Unión Soviética, dado el importante papel que había jugado en la liberación de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. "La Unión Soviética --afirmó-- ayudó a combatir a los nazis, aunque hay que recordar que la amenaza del fascismo siempre la tendremos cerca nuestro". "Nosotros, los fascistas", tituló al día siguiente Le matin, que explicaba que Dupin había asegurado que "siempre estaremos cerca del fascismo". Y fue entonces cuando el señor presidente, Charles de Gaulle, tuvo que llamar a Dupin a su despacho. Jecherche relata este encuentro en su Francia en mi pluma: "Yo no estuve allí --escribe Jecherche--, pero al parecer, cuando Dupin entró en el despacho, De Gaulle ni siquiera levantó la mirada de un informe que supuestamente estaba leyendo. Los más cercanos al presidente sabían que esto era una mala señal. Sobre todo si además, sin ni siquiera saludar, De Gaulle se limitaba a mover la mano para invitar al ya cadáver político a tomar asiento. --Señor Dupin --comenzó De Gaulle, después de siete interminables y silenciosos minutos--, tras sus errores de gestión, me veo obligado a pedirle que dimita. --Pero, señor presidente, se trata de un error... Aquí De Gaulle pronunció una de las cuatrocientas diez frases que le harían famoso y que recojo en el apéndice: --Un error es posible, dos son disculpables, pero más de dos errores son tres errores como mínimo. Dupin no dijo nada. Le temblaba el labio inferior, como a tantos otros cobardes que tanto daño han hecho a nuestra nación. --Además, está esto --el presidente le tendió una foto--. La pretenden publicar mañana. En portada. ¿Se reconoce? --Sí. Soy yo. Con veinte años. En la calle. Parando un taxi. Me pregunto cuándo... --¿Parando un taxi? Bien, esa es su versión, aunque me temo que más de uno la pondrá en duda. --¿Versión? Estoy en la calle. Llovía. Esto debía ser en la boda de Paul. Qué joven salgo. --Según el redactor, esta foto en la que hace el saludo romano es una prueba de su simpatía por el partido nazi. Cosa que lo explicaría todo." El "error de juventud" de Dupin no podía conocerse en peor momento. De Gaulle no se podía permitir un ministro con pasado nazi cuando Francia aún se recuperaba de los estragos de la guerra. Dupin se vio obligado a dimitir, aunque en rueda de prensa intentó excusarse: "Jamás he pertenecido al partido nazi. Es más, colaboré con la resistencia. Pero ya da igual lo que diga. Se trata de una clara campaña en mi contra. No me extrañaría que alguien publicara que comercio con heroína". Dupin sería juzgado un año más tarde por tráfico de estupefacientes. Se le condenó a quince años de prisión. Cumplió diez años de condena y, una vez libre, se retiró con su mujer y sus dos hijas a Niza, donde vivió retirado de la política hasta su muerte, en 1978. Su muerte no pudo llegar en peor momento. Pocos meses antes había fallecido también el zapatero François de Chaussure, arruinado. Le Vespertine tituló: "Muere el ministro nazi causante de la bancarrota de la industria francesa del calzado. Taiwan decreta tres días de luto".