julio 2004 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom. | lun. | mar. | mié. | jue. | vie. | sáb. |
1 | 2 | 3 | ||||
4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 |
18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 |
25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 |
junio | agosto |
Objetivos
Arcadi Espada se lamentaba hace unos días de que "la objetividad no exista. De que los hechos no puedan narrarse con independencia de las creencias". Digo "se lamentaba" porque creo que eso hacía, aunque no sé si hay algo de sorna en sus palabras y tampoco sé hacia qué o quién se dirigiría dicha sorna. En todo caso, este lamento, sea sincero o no, es compartido por muchos, en especial en lo que se refiere al periodismo. No son pocos quienes sienten la necesidad de que haya una versión objetiva de los hechos, de que exista una verdad -sólo una- y, si es posible, que dicha verdad coincida con sus propias creencias. La felicidad es aún más completa si esta verdad es la que recoge el diario que uno lee y no el periódico enemigo. De todas formas, yo prefiero que la objetividad no sea más que un mito. No podemos asumir otro punto de vista que el nuestro, y el nuestro, por definición, será subjetivo. Despreciar la subjetividad es despreciar nuestros puntos de vista, nuestras creencias, nuestras opiniones. Despreciar, en definitiva, lo que somos. Quizás la verdad está "ahí fuera", esperándonos en plan Expediente X. No lo sé. Lo que sí tengo claro es que ahí fuera no estamos nosotros. Ni podemos estar.