lunes, 20. octubre 2003
Jaime, 20 de octubre de 2003, 13:09:33 CEST

¿Por qué habría de asustar un sombrero?


Sé que muchos me odiarán por lo que voy a decir: me parece mucho más interesante un sombrero que una boa que digiere un elefante. Entre otras cosas porque debajo del sombrero suele haber una persona, cosa que no pueden decir todas las serpientes. Además, hoy en día y por desgracia, ya no se ven sombreros, mientras que para ver boas sólo hace falta coger el metro y acercarse al zoo. Reconozco que no es tan fácil ver a esa misma boa tragándose un elefante, pero eso sólo es porque en los zoos todo suele estar demasiado ordenado y a los reptiles los mantienen alejados de los mamíferos. En cambio, ya no se ven sombreros por ningún lado. Si alguien conoce a algún tipo que los lleve, igual no sería mala idea enviarlo a algún zoológico o, mejor, a una feria ambulante, para exhibirle junto a la mujer barbuda. El último intento que recuerdo por poner de moda dicha prenda fue el que, allá por los años ochenta, puso en marcha la sastrería Modelo de Barcelona. El comercio en cuestión se sacó de la manga una campaña bastante original: uno se hacía allí un traje y le regalaban el sombrero. Por aquel entonces yo apenas tenía una decena de años -o menos-, por lo que no pude aprovechar esta promoción que, además, acabó resultando un fracaso. Un fracaso original, pero fracaso al fin y al cabo. Y me sabe mal porque, a pesar de que odio las corbatas y de que mi cabello me gusta mucho, pocas cosas me resultarían más agradables que entrar en una cafetería en pleno invierno, quitarme el abrigo y la bufanda, y colgar mi sombrero. Pero, vaya, en Barcelona no hay inviernos de verdad y encima, lo reconozco, me falta valor para lucir dicha prenda: no me atrevería a salir a la calle con sombrero, a sabiendas de que sería el único que luciera uno. Por otro lado, tampoco me resultaría fácil comprarlo. Si no me equivoco, no hace mucho cerró una de las dos últimas sombrererías que quedaba en la ciudad. Por cierto, tanto hablar de sombreros me ha recordado que mi hermana me ha perdido El Golem. Si es que hay libros que no se deben prestar.


 
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