julio 2003 | ||||||
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La izquierda y el dinero
Alfonso Ussía publica hoy un articulito en el que recoge y defiende ese tópico según el cual si uno tiene dinero no puede ser de izquierdas. Ussía viene a decir que cobrar nueve millones de euros anuales, como Javier Sardá, deslegitima toda idea izquierdista. Hombre, la verdad, cobrar nueve millones de euros cada año y defender la dictadura del proletariado no es algo muy lógico, a pesar de la buena posición social de la que disfrutaba el propio Marx. Pero no se trata aquí de llamar a la revolución. Lo que yo no veo es la incompatibilidad entre tener dinero y defender una socialdemocracia a la sueca o a la alemana; entre ser millonario y defender la necesidad de mantener un tejido de servicios públicos que aseguren el acceso de los ciudadanos a la educación, a la vivienda, a la sanidad y al trabajo; entre conducir un descapotable y opinar que tenemos ciertos derechos y libertades. Por ejemplo. De todas formas, me ofrezco al señor Ussía como conejillo de indias para un experimento sociopolítico. Yo me considero de izquierdas. Incluso estuve -¡horror!- en contra de la guerra. Es más, estoy en contra de las guerras, en plural. Qué indecencia. De hecho -y esto rematará al pobre Ussía- soy republicano y -atención- opino que Tamayo es un corrupto. Soy, pues, el sujeto perfecto para la prueba que tengo pensada. Lo que le propongo al articulista es que ingrese en mi escuálida cuenta corriente una cantidad indecorosa de dinero y que me deje disfrutar del lujo y, sobre todo, de ese placer que supone ir de compras y no mirar los precios antes de pasar por caja. Al cabo de un año podríamos examinar la evolución de mis ideas políticas y ver si sigo pensando más o menos lo mismo, o si ya he decidido alistarme a las filas de esos supuestos liberales que creen que el liberalismo consiste en no pagar impuestos que mantengan a grises burócratas. También habrá que ver si ya me he pasado a defender la privatización de escuelas y hospitales, para que cada uno se pague lo suyo, y el que no pueda, que acuda a la beneficencia. O si ya opino que los sociatas no son más que unos chorizos que robaron porque no habían visto un duro en su vida antes de llegar a ministros, y no como Rodrigo Rato, un empresario y un señor, o como Esperanza Aguirre, esa mujer culta y elegante. Al mismo tiempo, y si le apetece, Ussía podría pasar unos meses con un presupuesto algo más ajustadito de lo normal. No digo que lo dejemos tirado en la calle, simplemente bastaría con que trabajara un poco. Y nada de trajes italianos. Un mono azul de electricista o de fontanero; en su defecto, un chándal. Y que se olvide de los restaurantes caros, de las casas con cuatro baños (un pisito de dos habitaciones y va que chuta) y de los desayunos continentales (un cortado y un croissant en el bar de la esquina, como mucho). Ah, y que coja el metro. A lo mejor, siguiendo la misma línea de razonamiento del propio columnista, después de la experiencia se transforma en un furibundo enemigo de la globalización y le vemos tirando huevos a las sedes del Partido Popular. En definitiva, me ofrezco para poner a prueba esa tesis según la cual cuando alguien de izquierdas tiene mucho dinero se convierte, por fuerza, en Alfonso Ussía. Aunque intente disimular, como parece que hacen los rojos ricos. Eso sí, sea cual sea el resultado, pongo como condición quedarme con los millones y seguir votando a quien me dé la gana. Con su permiso y si no es molestia.