mayo 2003 | ||||||
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Barrer las calles
En un par de sus ensayos, Samuel Johnson publicó una carta en la que una joven llamada Misella le explicaba cómo había acabado ejerciendo la prostitución, después de verse engañada y abandonada por su propio primo. Johnson se inventó a esta muchacha con la intención de defender una práctica que él asegura que era habitual en la Francia de la época: "Hacen redadas cada año en las calles y embarcan a las prostitutas y vagabundos rumbo a sus colonias". Johnson no lo propuso por odio ni por repulsión, sino porque creía que estas mujeres se verían beneficiadas con el cambio: Misella llega a afirmar que si esta oportunidad se ofreciera a las británicas, ella podría "volver de nuevo a la honestidad y a la paz". Me he acordado de Johnson porque esta mañana he leído que el candidato del PP a la alcaldía de Barcelona, Alberto Fernández Díaz, quiere limpiar las calles de mendigos y prostitutas. A los mendigos al menos les ha prometido asistencia social, pero, respecto a las prostitutas, se conforma con que no ejerzan en la vía pública. Dice que no lo pueden permitir. Tanto Johnson como Fernández Díaz vienen a proponer lo mismo: quitar de en medio a estas mujeres. Pero el inglés tiene al menos la decencia de hacerlo por sincera humanidad, de pensar en ellas y en lo que las ha llevado a esa profesión. Tal vez Johnson estuviera tan equivocado como el alcaldable, pero, como mínimo, no trataba a esas personas como porquería que hay que barrer.