martes, 17. diciembre 2002
Jaime, 17 de diciembre de 2002, 12:17:00 CET

Recuperar a Freud


Sigmund Freud había pasado de moda: eso parecía claro. Daba la impresión de que sólo se mencionaba su nombre para criticarle, dejando por los suelos el psicoanálisis, al que se etiquetaba de conjunto de patrañas de nulo valor terapéutico y científico. Aunque, eso sí, la mayoría de estos críticos concentraba sus esfuerzos en dejar bien claro que ellos jamás habían querido acostarse con sus madres. Visto el panorama, yo ya me había hecho a la idea de que hay que leer a Freud no tanto como a un médico, sino como a un ensayista. Por cierto, brillante. De hecho, mi primer contacto con Freud fue en la clase de filosofía de Cou. Sí, filosofía. Cosa que dejaba claro que al psiquiatra se le recordaba más bien como a un escritor que con su espléndida prosa había enfrentado al hombre con algunos de sus impulsos y, especialmente, le había dado al sexo la importancia que siempre se le había negado. Pero al que no había que tomar muy en serio. De hecho, el propio Harold Bloom le dedica un capítulo de su Canon occidental, y asegura que su éxito "consiste en haber sido un gran escritor. Como terapia, el psicoanálisis agoniza y quizás ya esté muerto". "La visión de la psicología humana que tiene Freud -añade- se deriva, no de una manera del todo inconsciente, de una lectura del teatro de Shakespeare". En resumen, a Freud se le veía y leía como a un prosista delicioso -que lo es-, cuyas ideas se consideraban prácticamente obsoletas, aunque se remarcara que narraba de muerte los casos clínicos -hecho más que cierto. Pero ayer leí en La Vanguardia que la cosa quizás no sea del todo así: la neurobiología está confirmando que algunas de las hipótesis del austriaco son correctas. El neurólogo Antonio Damasio explica que "la idea de que nuestras emociones actúan por debajo del umbral de la consciencia, y que guían nuestros comportamientos conscientes, es muy buena desde el punto de vista de las neurociencias modernas". Damasio se atreve incluso a asegurar que la neurología acabará confirmando muchas de las ideas de Freud, a pesar de que, como terapia, el psicoanálisis sólo "sea útil en algunos casos concretos". Por ejemplo, "para que las personas que llaman neuróticas aprendan a comprenderse a sí mismas". Según el neurólogo, Freud no sólo no soltó meras patrañas, sino que además "estaba en la buena dirección, pero no tenía el instrumental para estudiar el cerebro y confirmar sus ideas. Por eso, en lugar de estudiar el cerebro, estudió la mente". Aunque, claro, estas declaraciones no le quitan razón a Bloom: Freud es un gran escritor y la mejor forma de estudiar la mente es leyendo a Shakespeare.


 
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