martes, 23. julio 2002
Jaime, 23 de julio de 2002, 0:27:02 CEST

Invenciones


Interesante reportaje sobre la memoria en el Magazine de La Vanguardia: "El guardián de los recuerdos". El autor, Santiago Ramentol explica, entre otras cosas, que "la memoria es también representación mental del mundo, una especie de descripción codificada y estructurada que puede guiar el comportamiento". La memoria, afirma, es "una versión del pasado". Y lo que percibimos es "una interpretación mental de la realidad". Siempre me ha resultado curioso que frases como éstas se asuman casi como evidencias, pero que, por regla general, se quiera excluir a la ciencia de estas características del conocimiento. A pesar, justamente, de que es la ciencia la que ha llegado a estas conclusiones. Nuestro conocimiento científico, en definitiva, es también una interpretación mental de la realidad, un producto de nuestra mente, una versión de los datos que recopilamos, ya sea de observaciones directas como de supuestamente objetivas máquinas. Máquinas, cómo no, creadas a nuestra imagen y semejanza (valga la blasfemia). En definitiva, la ciencia no existe fuera de nosotros; el mundo no es el lugar donde vivimos, sino nuestra manera de vivir. De todas formas, no dudo -de momento- de que el conocimiento científico sea el más fiable. Aunque quizás no siempre sea el más útil ni el más interesante. Otro dato curioso que recoge Ramentol acerca de cómo funciona la memoria: "Los investigadores han descubierto, por ejemplo, que algunos recuerdos de la infancia simplemente nunca sucedieron. En otros casos, ocurrieron realmente, pero quienes dicen haberlos vivido no estaban allí. Alguien contó el acontecimiento y, con el tiempo, quedó registrado como una experiencia real. El psicólogo Jean Piaget relata cómo creyó haber sufrido un intento de secuestro, cuando en realidad se trataba de una historia inventada por su nodriza". No creo que se trate sólo de una característica de la infancia: continuamente estamos inventando recuerdos, embelleciendo puestas de sol, afilando romas frases ya dichas, idealizando unos años pasados más bien vulgares o adjudicándonos la victoria en enconadas (y reconstruidas) disputas, como hace Popper en su autobiografía cuando relata su versión de la disputa con Wittgenstein acerca del atizador. Total, que casi se puede decir que la vida es una invención. Totalmente imaginaria. Lo triste es que la mayoría de las veces ni siquiera acertamos a inventar algo mínimamente agradable.
 
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