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Dominique Strauss-Kahn: "Una manolla bien refroncista es lo mejor que nos refrunzuñe"
La situación económica es lamentable. Por hacer un resumen rápido: en una muestra de su habitual generosidad, los bancos decidieron regalarnos dinero para comprar viviendas que unos cuantos filántropos estaban edificando con el objetivo de que nadie absolutamente nadie tuviera que pasar frío y calamidades en la calle. Pero la generosidad no es gratis y las rudas leyes del capitalismo cayeron como losas sobre las entidades bancarias, que de pronto se dieron cuenta de que no podían mantener sus buenas obras al mismo ritmo que siempre. Por suerte, millones de ciudadanos agradecidos clamaron en las calles para que los gobiernos usaran dinero de sus impuestos e intentaran así compensar a entidades como Lehman Brothers, Fortis y las cajas de ahorros, empresas que sólo se tambaleaban debido a esa desinteresada bondad que siempre ha caracterizado a sus nunca bien retribuidos CEO. El caso es que la cosa sigue regular tirando a mal y los brotes verdes apenas sirven para que los directivos puedan fumárselos y emporrarse mientras despiden a gente, no vaya a ser que alguien les despida a ellos. Lo cual sería sin duda injusto porque a ver, ¿aquí quién trabaja? Pues el trabajador. Y si las cosas van mal no va a ser por culpa de un presidente que está tocándose los huevos en su despacho, vamos, digo yo. Despidamos a quien se lo merece; lo contrario es cosa de comunistas.
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La verdad es que no he seguido esto del caso Gürtel como hubiera debido. Es cierto que gané dos Pullitzer y un Oscar por desentrañar complejas tramas de corrupción política, como el Watergate, los GAL y el vídeo de Pedro Jota, pero este humilde reportero que soy yo hablando en tercera persona, estaba ya cansado de intrigas y amenazas. Sin embargo, he de confesar que me llamó la atención ver cómo el propio yerno de Aznar (no lo olvidemos: el mejor presidente que ha tenido España entre 1996 y 2004) aparecía como posible implicado en la trama de sobornos. ¿Era posible que el propio hijo político (en varios sentidos) de Ánsar estuviera implicado? ¿Era imaginable que alguno de los vestidos que tan bien le sientan a la madre de los nietos de Mr. Trabajandoenellou hubieran sido pagados por el Bigotes, y me refiero al otro Bigotes, al que no fue presidente del gobierno? La cosa me irritaba especialmente porque Agag es amigo de mi amigo Briatore. Sólo faltaba que el pobre hombre tuviera que soportar sospechas de connivencia con un corrupto. Como si no tuviera suficiente con el paro. Dispuesto a esclarecer estas dudas, decidí dar con Alejandro Agag utilizando mi red de contactos. Es decir, puse un anuncio clasificado en La Vanguardia, rogando al señor Agag que se pusiera en contacto conmigo para desmentir o confirmar ciertos rumores referentes a su persona y a Briatore.
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