Gaspar Llamazares: "¡Los yankis quieren arrancarme la cabellera!"


A pesar de la orden de alejamiento, Gaspar Llamazares irrumpe en mi despacho, vestido con unas gafas de estas que vienen con nariz y bigote incorporado, y luciendo gabardina y sombrero calado hasta las cejas. Amenazo con llamar a la policía y soltarle a mis monos guardaespaldas entrenados para morder orejas, pero reconozco que una frase suya me hace recapacitar. Igual sí tiene algo que contarme. “Jaime —dice, demostrando conocer mi nombre—. El FBI está tras mis pasos". Suelto un “hm” mientras retuerzo el labio. Le digo a mi fiel chimpancé asesino que nos deje solos un momento y que cierre la puerta al salir. Guardo silencio. Respiro fuerte para dar a entender que estoy analizando cuanto me está diciendo. Y le digo lo que pienso: “Señor Llamaloquesea… Insisto en lo que le he dicho en todas las ocasiones en las que ha venido aquí exigiendo una entrevista: no sé quién es usted ni a qué se dedica, y desde luego no entiendo qué interés podría tener el FBI en su persona, suponiendo que usted sea una persona”. Llamaetc asegura ser diputado por un partido llamado Izquierda Unida del que jamás he oído hablar. Me explica que era el partido de Víctor Manuel “hasta que se vendió al de la ceja por las comisiones de la SGAE”. Ante mi ignorancia, asegura que Víctor Manuel es “un cantante muy famoso” e insiste en poner una cinta de cassette que trae consigo. La cinta resulta ser una copia y se persona un interventor de la SGAE al cual tenemos que pagarle con dos latas de atún (claro). Tras escucharla, aseguro que jamás había oído al tal Víctor Manuel y además preferiría no haberlo hecho, pero que sigo sin tener claro qué es lo que quiere el FBI de Llamazoras.

El resto de la entrevista a Limazarras, en Libro de notas.


 
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Un grillo: "¿A quién le importa lo que haga yo en la intimidad de mi hogar?"


La portada de El Mundo (punto es) hace que mis pupilas den un pequeño brinco rabioso sobre el iris. Y es que leo que han aparecido unas grabaciones en las que el grillo Glomeremus se ha dedicado a polinizar una orquídea, en lugar de comérsela. Polinizar. El muy cochino. Lo peor es que el maldito hipócrita es miembro de mi club. Y allí acudo, indignado y —para qué negarlo— también morbosamente curioso. Me encuentro a ese pequeño fariseo sentado en la sala de lectura, hojeando el ABC y criticando entre trago y trago de brandy a los malditos rojos que quieren romper España y obligarnos a todos a abortar y a pagar por los discos de Ramoncín. Aparto el diario para encararme a él y le suelto así sin más que ya sabemos todos a qué dedica el tiempo libre. “¡Me tendieron una trampa! —Asegura—. Esto no es más que una conspiración de los sociatas para acabar con mi buen nombre. Además, ¿a quién le importa lo que haga yo en la intimidad de mi hogar? ¡La vida privada es sagrada! Como decimos nosotros los liberales, no se tocan ni la cartera ni la bragueta”. No deja de parecerme curiosa esa afirmación, viniendo de alguien que critica los matrimonios entre homosexuales. “No compares. Cada cual que haga en su casa lo que le apetezca. Yo no voy por ahí montando desfiles sobre el amor a las orquídeas, ¿verdad que no? Y sabemos que no podremos casarnos porque el matrimonio es algo que se hace entre grillos macho y grillos hembra, o en todo caso entre peras y manzanas, siendo las peras los hombres y las manzanas las mujeres. O al revés, nunca me acuerdo”.

El resto, en Libro de notas


 
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Tiger Woods: "No sé si irme de cañas o montar un negocio"


Me giro a la izquierda y me estremezco. ¿Cómo ha podido pasar? Pero si yo no… Y él se supone que tampoco. Y es que estoy en la cama con Tiger Woods. Lo peor es que se está fumando un cigarrillo. O sea, que ya… Le pregunto qué ha ocurrido y amablemente me dice que no me preocupe, que “es normal; no sé si es un don o una maldición, pero es que me pongo a hablar con alguien y acabo así. Siempre. Mi mujer no lo entendía”. Ya, claro, yo tampoco, de hecho. Insisto: ¿cómo ha ocurrido? “Ni yo mismo lo sé. Estabas ahí entrevistándome y en fin, aquí estamos”. Sí, bueno, pero yo no… “No, ni yo. ¿Por quién me tomas?”.

El resto, en Libro de notas.


 
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Silvio Berlusconi: "Yo soy conservador, pero mejor que conserven los demás"


“¿Vienes a pegarme? ¿Vienes a pegarme TÚ TAMBIÉN?” Así es cómo me recibe Silvio Berlusconi cuando acudo raudo y veloz a visitarle al hospital: preguntándome a gritos sobre mis supuestamente violentas intenciones, poniéndose de pie sobre la cama y blandiendo un tetra brick de zumo a modo de machete. Obviamente, le tranquilizo y le digo que no, que los amigos de mi amigo Flavio Briatore son mis amigos. “Menos mal —contesta—. Es que últimamente no me fío de nadie. Menuda hostia me soltaron. En serio, estos católicos son unos radicales de mucho cuidado”. Ahí me pilla con el paso cambiado. ¿Los católicos? “Hombre, por supuesto, te recuerdo que me pegaron una HOSTIA con una reproducción a escala de la catedral de Milán. Una iglesia. Una iglesia católica. Suerte que no era un musulman, porque con el minarete igual me saltan un ojo”. Hum. El argumento es demoledor cual puñetazo en los dientes, pero considero que aún faltan datos como para creer que los católicos somos capaces de agredir así a un anciano feo y senil de 73 años. “Es por mi modo de vida: las mujeres, los divorcios, la viagra mi vanidad (te recuerdo que me he hecho implantar mi hermosa cabellera), mi escasa ética a la hora de amasar una fortuna, gastarla y además meterme en política para evitar acabar en la cárcel… No hay nada de cuanto haga que no soliviante a cualquier cristiano convencido, y además con razón. Soy un pecador a conciencia. Y se me da más que bien; tú dirás, toda la vida practicando”.

El resto, en Libro de notas.


 
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Joan Laporta: "Estoy soltero y soy importante"


Me encuentro a Joan Laporta en la entrada de la discoteca Sutton, donde está amenazando a los porteros con un “usted no sabe quién soy yo” porque no le dejan entrar con el pin de la Falange que le regaló su ex suegro y que luce orgulloso en la solapa “a modo de simpático recuerdo hacia esa señorita con la que estuve casado”. Consigo convencerle para que me conceda una entrevista en una cafetería cercana, donde explica que también lleva el pin para dejar evidente su interés por la política: “Cuando acabe con esto del Barça, quiero ser el presidente de la Generalitat con algún partido político de estos que hay, y necesito que quede claro mi interés por las cosas estas de las que hablan los políticos”. No puedo evitar manifestar mis dudas acerca de la compatibilidad entre el pin de Falange y sus habituales manifestaciones proindependentistas. “Ah, que… Vale… No es la misma cosa… —Musita—. Es que no domino mucho el tema, todavía. A mí sólo me dijeron que esto del pin también es política y tal, y me dije, bueno, si vas a ser presidente de la Generalitat, pues venga. Además, si da igual lo que me ponga, que yo he ganado cuatro Copas de Europa, marcando goles en todas las finales, a ver si ahora me vas a dar lecciones. Tú. Payaso”. Le confieso que hay un par de cosas que no acabo de entender de sus pretensiones, a lo que contesta abofeteándome, escupiéndome y llamándome enemigo de Cataluña. Cuando me reincorporo y dado que soy un periodista aguerrido e intrépido, no dudo en preguntarle qué tiene que ver dirigir un equipo de fútbol con la política, tras lo cual salto debajo de una silla para ponerme a cubierto de su ira. “Hombre, claro que tiene que ver —se digna a explicar, después de asegurar que gente como yo mató a Lluís Companys—. Para empezar, el Barça es un equipo de Cataluña, así que podemos decir que presido una parte de Cataluña. Eso supone un claro entrenamiento para presidir Cataluña entera. Jordi Pujol mismo sin ir más lejos aprendió mucho de presidir cosas cuando estuvo al frente de su comunidad de vecinos en 1961”.

El resto, en Libro de notas


 
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