noviembre 2024 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom. | lun. | mar. | mié. | jue. | vie. | sáb. |
1 | 2 | |||||
3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 |
17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 |
24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
abril |
Unas oposiciones, o algo
Zapatero asegura que sólo dos personas conocen su decisión acerca de si se presentará a las elecciones de 2012: su mujer y "una persona del partido". La persona del partido soy yo. Porque la frase tiene trampa: no se refiere al Psoe, sino al partido de solteros contra casados que montamos unos cuantos amiguetes cada semana y en los que él juega de portero porque tampoco da más de sí. Me lo comentó hará ya casi un mes, tomando una cervecita después de que los solteros perdiéramos veintisiete a cero. Es que de solteros en el grupo ya sólo quedo yo, y juegan los trece contra mí. No me importa y creo que podría ganarles si no fuera por la guerra psicológica que emplean y que considero completamente innecesaria. Mientras lucho por conseguir el balón, no dejan de gritarme cosas como: -¡Feo! -¡Morirás solo! -¡Las chicas te odian! -¡Acabarás comprando una esposa rusa por internet! -¡Encima estás gordo de cenar cacahuetes! Y así hasta que me pongo a llorar agarrado a un poste, se disculpan, me arrastran hasta los vestuarios, insisten en que todo es broma y que seguro que llegará el día en que yo también pueda disfrutar de cosas como despertarme un sábado sin resaca a las siete de la mañana porque hay que ir al Ikea a comprar una manta para poner encima del sofá por si el bebé pota. Total, que después del partido tomamos unas cervezas, yo con el pulso aún tembloroso, resintiéndome de todo aquel daño emocional. Y al final nos quedamos solos Zapatero y yo: todos los demás habían quedado para cenar con sus mujeres a la luz de las velas y hacer el amor hasta quedar exhaustos y dormidos varias horas más tarde, empapados en sudor, como hacen todos los casados cada noche. José Luis estaba demasiado preocupado como para entregarse a una noche de amor y lujuria, y se le notaba. -¿Qué pasa, José Luis? ¿Por qué no estás en casa practicando el sexo de manera desaforada? -Estoy agobiado. Es que me he empezado a bajar los Soprano y no sé si me dará tiempo a verla antes de que aprueben la Ley Sinde. La Sinde esta es una fascista de mierda. Pero yo sabía que no era eso. Porque había comentado que pensaba comprarse los dvd para reyes. Así que insistí. -Insisto. -Oh, está bien, a ti no te puedo engañar. No quiero volver a presentarme a las elecciones para delegado de la clase. -Presidente. -Sí, eso, lo que sea. -¿Pero por qué? -Estoy harto ya de que la gente me critique porque no entiende que hay que trabajar hasta que uno tenga que usar pañales otra vez, o que a veces hay que asesinar a parados para reducir la tasa de desempleo. Por cierto, tú estabas en paro, ¿no? Con esta frase comenzó una divertida persecución a cámara rápida: el presidente me seguía blandiendo un hacha y yo corría con los brazos destartalados mientras de fondo sonaba Yackety Sax. Después de destrozar dos mesas y de que Zapatero le cortara un brazo a una señora que me vi obligado a usar como escudo, el dueño del bar le quitó el hacha al presidente, que entonces intentó estrangularme. Por suerte, le dieron unas rampas en los pulgares y tuvo que desistir. -Tío. Que somos colegas. -Ya, pero joder... ¡Vosotros los parados me estáis arruinando la vida! ¿No podríais trabajar? Vagos de mierda. -Coño, que no hay trabajo. -Claro que hay trabajo, lo que pasa es que os empeñáis en cobrar. Y las buenas épocas en las que se cobraba ya se están terminando. El futuro es trabajar por sopa. -Entonces, ¿qué vas a hacer? -dije, intentando volver al tema de su retirada de la política. -Había pensado en pillar el paro y prepararme unas oposiciones, o algo. -¿El paro? ¿En serio? -Sí, ¿qué pasa? -No, nada, aparte de que querías abrirme la cabeza por estar sin trabajo. -Pero no es lo mismo. -Ah. No es lo mismo. -Pues no, porque si me voy al paro, le jodo la vida a vete a saber quién. Pero tú me la estás jodiendo a mí. Y tú mismo lo has dicho: somos colegas. Pues vaya mierda de colega, ¿vale? Esto dejaba abierto el debate sucesorio: ¿a quién quería joderle la vida Zapatero? -Yo pensaba echarlo a suertes. El que pierda, se presenta. Le expliqué que esto de los sorteos es muy injusto y peligroso. Le recordé que una vez en otro bar uno comentó que se estaba sorteando una hostia y que yo tenía todos los números. Me rompió tres dientes. Aún sigo sin entender cómo hizo el sorteo ni cómo acabé yo con todos los números sólo por el hecho de haberme meado en sus zapatos. En todo caso la culpa no era mía. En aquel sitio había muy poca luz. Por supuesto, José Luis me pidió discreción. Y por eso he tardado en comentarlo. Pero es que ayer volvimos a jugar y se cebaron mucho conmigo. Me dijeron que nadie me iba a querer nunca. ¡Nunca! En todo caso, que todo el mundo lo sepa: José Luis Rodríguez Zapatero no se presentará a las elecciones y preparará unas oposiciones o algo.
Las tradiciones navideñas del rey
Todo el mundo conoce ya mi relación con la nobleza española. Si murieran doce mil trescientos treinta y nueve de los herederos al trono, yo sería el pinche de cocina de la residencia de verano de los condes de Orgaz. Ahí es nada. Así las cosas y como es natural, cuando voy por la Zarzuela, siempre me llaman de tú: -Tú, ¿qué haces? -Tú, ya estás saliendo de entre los árboles. -Tú, te estamos apuntando. -Tú, ¿por qué no llevas pantalones? En definitiva, que a nadie le habrá extrañado que la Casa Real se haya puesto en contacto conmigo para que escriba el discurso de Nochebuena de Juan Carlos I. -Tú, ¿qué haces escondido detrás de un árbol? -Estoy escribiendo el discurso de navidad del rey. -¿Y por qué no llevas pantalones? Obsérvese que el agente no dijo nada como "pues no deberías porque no es tu trabajo, que eso lo hace Gómez", sino que simplemente comentó el hecho de que necesito sentirme libre de cintura para abajo para poder CREAR. Es decir, el guardia civil en cuestión daba por sentado que tú, o sea, yo no estaba haciendo otra cosa que no fuera mi trabajo. Y ya lo tengo listo. Se lo acabo de enviar al rey para que tenga tiempo de memorizar las palabras difíciles. Lo reproduzco aquí por su interés y porque al fin y al cabo este blog no lo lee nadie. Ni siquiera el guardia civil obsesionado con mis pantalones. Bribón.
Españoles, españolas, españoles y españolas por el mundo, feliz navidad a todos. Este ha sido un año sin duda muy difícil en lo económico y en lo ortográfico. Como podrán observar todos los españoles de pro que se estén fijando y lleven las gafas puestas, está chaqueta está desgastadísima por los codos y hoy me he afeitado regular porque la cuchilla está muy usada y ya no apura. A todos nos afecta la crisis. Yo mismo he actualizado mi currículum y no dejo de entrar en Infojobs porque nunca se sabe. Un día de estos me montan un Ere y a la calle. En mi caso la cosa está jodida porque a mi edad y sin estudios no sé quién me va a contratar. De hecho, ya han lanzado un aviso. Ahora la Rae, que parece haber olvidado que se llama REAL Academia Española, dice que mi título (rey) se escribe con erre (o Ere, no lo sé, igual es una amenaza) minúscula. Minúscula. Ahora resulta que tengo que ir en minúscula. Pues el día que me cabree le quito el Real a la Rae y pasa a ser la Academia Imaginaria Española. Y entonces a ver quién les hace caso. Huy, dicen que rey se escribe en minúscula... ¿Ah, sí? ¿Y quién lo dice? ¿La Rae, unos duendecillos, Supermán...? Por suerte, la navidad es un tiempo para dejar atrás estos problemas reales, los de la erre, los del Ere y los del dinero. Porque la navidad no se trata de dinero. Se trata de regalos. Sí, hay quien dice que las navidades son un invento del Corte Inglés, pero no es cierto, yo recuerdo haber celebrado estas fiestas tan entrañables en Galerías Preciados. Pero claro, alguno preguntará que si no hay dinero, ¿cómo compramos los regalos? ¿Acaso el rey de España, antes Rey de España, está insinuando que robemos y por eso nos está guiñando el ojo? Puede, pero además de eso digo yo que para algo están las tarjetas de crédito. Ya nos preocuparemos en enero de explicarle alguna tontería a los del banco. Precisamente el otro día fui al banco a actualizar la libreta y querían que lo hiciera en el cajero. Que soy el rey. Y me decían, sí, majestad, pero para actualizar la libreta y sacar menos de quinientos euros todo el mundo tiene que pasar por el cajero. Y le dije, ¿no será porque ahora rey se escribe con erre minúscula? Y me dijo, no, no, por favor, pero le noté esa media sonrisilla burlona. Claro, ahora rey se escribe en minúscula. Exactamente igual que puto cajero de mierda. Tuve que fusilar a ese maldito republicano ahí mismo. Suerte que en navidad siempre salgo de casa con mi pelotón de fusilamiento. Están ya mayores y se empeñan en usar unos trabucos de no sé cuál guerra carlista (la segunda, quizás), pero suelen acertar bastante, a pesar del mal pulso y la peor vista. A veces por casualidad, porque no creo yo que le acertaran a este hombre en el ojo simplemente por habilidad. No. No cuela. Y qué frío hacía. Había nevado y todo, e iba abriéndome paso a través de la nieve gracias a mi pelotón, cuyos miembros y nunca mejor dicho, se iban turnando para mear y así derretir la nieve antes de que yo pasara. La pena es que se me mojaron los bajos del uniforme y no sé bien de qué. La navidad también es la época del año en la que los niños buenos tienen regalos y los niños malos son castigados por mi pelotón de fusilamiento. Para eso fuimos al banco. Para actualizar la libreta y sacar algo de dinero para gasolina. Ahora toca recorrer España e ir ejecutando a los niños que han sido malos. Ya lo sabéis, padres y madres españoles y españolas y españolos y españolis, si veis venir a vuestra ciudad un camión del ejército con matrícula de los años cincuenta y ocho señores mayores sentados detrás, no dudéis en sacar a la calle a vuestros hijos más traviesos para que aprendan lo que vale un peine. Estos niños que no han hecho sus deberes, ni obedecido a sus padres, ni tratado con cariño a sus hermanos, aprenderán a portarse bien después de que les vendemos los ojos, les pongamos contra un muro y a mi orden, mi pelotón octogenario dispare sus trabucazos. Por norma general, yo me acerco al prácticamente cadáver, le pego una patada y se mueva o no, le doy el tiro de gracia a poder ser en la nuca, pero sin hacerle ascos a la frente. Porque en eso consiste la navidad: en que los niños sean felices, pero aprendan también lo que es la responsabilidad y que todos sus actos tienen una consecuencia. El bien y el mal están en una lucha cósmica constante y el bien iría perdiendo si no fuera por mis giras navideñas. Esta es una alegre tradición que mantengo desde que le descerrajé la cabeza a mi hermano de un tiro por darle una mala respuesta a mi padre.
Si quiere salir de la crisis, pregúnteme cómo
Vuelvo a mi blog arrastrado por la ira: acabo de leer la lista de los treinta empresarios que ha convocado Zapatero a su despacho y yo no estoy en ella. Y eso a pesar de que Decadencia S.A. es una de las empresas punteras en el sector de empresas punteras. Quién mejor que yo para plantear retos y soluciones, después de aquel accidente tras el que me quedé en coma tres meses y a consecuencia del cual padezco creativas alucinaciones. Además, Decadencia S.A. también ha vivido con incertidumbre estos momentos de dificultades económicas: no en vano he tenido que sacrificar a la mitad de mis monos redactores para que la otra mitad pudiera comer. Como la cosa siga así, es incluso posible que tenga que ponerme a trabajar. En todo caso, quiero exponer a modo de carta abierta las cinco vías que a mí entender podrían ayudarnos a todos a salir de esta situación económica cada vez más complicada. De nada. 1. Contención en el gasto salarial. Gracias a genios de la empresa como Gerardo Díaz Ferrán o mi antiguo jefe -al que no nombraré porque mi abogado dice que va a pagar y no es plan de meterse en líos de última hora-, muchos comprendimos que si se ahorraba la totalidad del sueldo, la empresa salía ganando: recibía trabajo en menor calidad y cantidad, pero gratis. Sin embargo, eso no asegura la creación de riqueza: estos empleados pueden gastar luz y agua, o incluso romper un teclado, con lo que cuestan esas cosas. Hay que ser por tanto más radicales y despedir a todos los trabajadores. Claro, alguno se preguntará que quién va a trabajar. Pues desde luego no van a ser los empleados, quienes como sabemos, se pasan el día jugando al póker en Facebook y contestando a correos privados. 2. Reforma del funcionariado. Los funcionarios se caracterizan por dos cosas: primero, no dan un palo al agua, y segundo, no se les puede despedir. Pero yo no he leído en ningún sitio que no se les pueda matar. Así que lo mejor es ejecutarlos a todos por el bien general. Dado que son gente dócil, lo mejor es acercarse a ellos lentamente, acariciarles la oreja y cuando empiecen a ronronear, sacar una pistola con la mano libre y volarles la cabeza. 3. Contención del gasto público. Una vez se ha eliminado a los funcionarios, instituciones como hospitales y universidades dejarían de ser necesarias, así que se pueden reconvertir en discotecas. Sin embargo, es importante que todos los ciudadanos puedan acceder a la sanidad y a la educación públicas, así que podrán seguir pagando estos servicios desde sus casas, obteniendo los diplomas correspondientes al finalizar los plazos o muriéndose tranquilamente sin que nadie les meta tubos por todas partes. En ambos casos, se gana en comodidad y en tiempo libre. 4. Incentivar el consumo. El ahorro público no sirve si las familias no incrementan su nivel de gasto y aumentan así los ingresos de las empresas. Propongo por tanto una campaña de concienciación ciudadana, con eslóganes como "Venga, hombre, no seas tacaño, que seguro que tienes ahorros", "Vente de tapas, que no te va de veinte euros" y "Si no gastas, los niños de África MORIRÁN, asesino de mierda". 5. Planes de rescate bancarios. Todo el mundo sabe que los bancos son los principales culpables de esta crisis, por conceder préstamos hipotecarios para especular en un mercado inmobiliario que no daba más de sí desde hacía ya años. Pero, eh, errar es humano y hay que mirar el pecado y no al pecador. Sería muy ruin ir ahora con recriminaciones. Vengarse no sirve de nada. Hay que mirar al futuro. Por tanto, lo mejor es darles el dinero que soliciten sin pedir nada a cambio. Hay que ser generoso en la derrota, pero sobre todo en la victoria. Anda, ten, Botín, cariño, pero no te lo gastes todo en vino. Pobres banqueros. Con lo mal que lo están pasando. Con el sentimiento de culpa que tienen encima. Que han de tomarse infusiones para conciliar el sueño. Hay que ser una rata comunista para echarles nada en cara. En fin.
Los problemas de verdad
Los políticos no se preocupan de los problemas reales de la gente. El otro día por ejemplo llegué a casa y me di cuenta de que me había olvidado las llaves. ¿Dónde estaban los políticos? Yo no vi a ninguno. Lo único que saben es estrechar manos y hablar de sus cosas y repartirse sus sillones. Pero de los problemas de verdad, nada. Si los políticos se preocuparan por estos temas, nada más enfilar mi calle hubiera aparecido un senador o el secretario general de algún partido y me hubiera dicho, "Jaime, te has olvidado las llaves, pero no te preocupes, que traigo una copia". Pero nada. O como ayer. Se me cayeron las gafas y se salió el cristal. Por suerte, no se rompieron, pero vamos. Total, que tuve que ir yo personalmente a la óptica a que lo volvieran a poner. Yo. Solo. ¿Y por qué? Porque los políticos no se preocupan de los problemas reales de las personas de verdad. Allí no había ningún diputado que me dijera, "no te preocupes, ya las llevo yo, que tú vas muy liado y tienes que pasar por el súper". Los políticos están a sus cosas. ¡A sus cosas! Y lo que nos pase a nosotros los ciudadanos y votantes les trae sin cuidado. Lo único que les interesa es el cargo y temitas tontos que les hacen ganar puntos entre ellos, como las cumbres que no sirven para nada y los estatutos europeos y bla bla bla. ¡A sus cosas! Pero de lo que verdad nos importa y nos preocupa, nada. La semana pasada, por ejemplo, me asaltaron dos matones de una mafia búlgara y me pegaron una paliza por no recuerdo qué historia de una deuda de siete mil euros. Pero eso a los políticos no les interesa. Les preocupa el nuevo logo de su partido. Las cosas normales de la vida, no. Porque hablar de la afición a las timbas ilegales de póker no es importante, qué va, lo importante es ir a la inauguración de un centro cívico, dándole la espalda a los ciudadanos a los que se golpea repetidamente en el abdomen y en la cara, ¡no, en la cara no! ¡Calla, haber pagado! ¡Ah, no, por favor, sólo necesito una semana más! ¡Se te acabaron las semanas! ¿Dónde estaban los políticos cuando Boris y Hristo saltaban sobre mis costillas? ¿Por qué no había ningún concejal poniendo paz y orden, y trayendo un sobre con siete mil ridículos euros? Pues muy sencillo: porque los sobres se los quedan para ellos; al ciudadano de a pie se le ignora, se le ningunea y si debe cuatro duros, se le da una paliza yo diría que exagerada. En serio. Se pasaron un poco. No hacía falta morder. Creo que les caigo mal. Y eso que les he pagado más de una cerveza. Luego, claro, como los políticos ignoran los problemas comunes de la gente normal de la vida, me tuve que acostar magullado, vendado y con puntos, sin que el presidente de una comisión parlamentaria me trajera un vasito de leche caliente y me arropara y me dijera ea, ea, los hombres malos no te volverán a hacer daño, intenta descansar, cierra los ojitos, ya verás cómo sueñas con cosas bonitas.
Por un nuevo presidente de la SGAE
La indignación vuelve a corroer mis entrañas. Oh, ah, esto no puede ser, esto no puede continuar así, ¡basta ya! ¡Fora Van Gaal! En realidad, no es indignación. Son las clásicas molestias estomacales que me provocan mis frugales desayunos. Tengo una constitución débil (como España, ja) y tengo que cuidarme y desayunar poco y ligero: dos vasos de leche, dos tazas de café, un bocadillo de pan frito con bacon, dos plátanos encebollados y las doce o trece croquetas que hayan sobrado de la noche anterior. Pero este sentimiento (el ardor) se parece mucho a ese otro sentimiento (la indignación), así que aprovecho el impulso para sentarme a escribir una de mis airadas columnas. Precisamente la indignación que simulo sentir va dirigida contra la propia indignación. Fijémonos en la situación de la economía mundial. Vale, da pereza, concentrémonos sólo en la española: paro, empleos mal pagados, inseguridad, los pisos aún por las nubes… ¿Y dónde están las huelgas? ¿Dónde, las manifestaciones? ¿Cómo es que no estamos ahí gritándoles a los empresarios que no aprovechen para quitarnos lo que es nuestro por derecho (no sólo sus Mercedes, sino nuestros sueldos), que no aprovechen en definitiva la crisis como excusa para hacernos trabajar más por menos? Pero no. La gente no se indigna. Ni siquiera tiene acidez. Los parados se convierten en adictos a Infojobs y los que tienen empleo reciben cada nueva humillación con un “lo importante es que al menos tengo trabajo y puedo seguir pagando los treinta dos años restantes de hipoteca”. Ejemplo: JEFE: Oye, que hemos despedido a tus dos compañeros de departamento y tú harás todo su trabajo por el mismo sueldo. Estamos en crisis, es un momento difícil, hay que apechugar, vendrán tiempos mejores, etcétera, me voy, que he quedado. EMPLEADO: Lo importante es que al menos tengo trabajo y puedo seguir pagando los treinta dos años restantes de hipoteca. En casos extremos, añade: Además, me encanta mi trabajo y qué mejor que pasarme aquí un par de horitas más cada día. Esta es la crisis del miedo. En cambio, la gente se indigna hasta niveles sulfurosos con otro tema. Este empleado --a quien llamaremos Severino-- que hace horas extras con una sonrisa en los labios, llega a casa a las nueve, completamente destrozado, enciende la tele y ve que, cielos, la SGAE pretende cobrar DOCE EUROS CADA MES a los peluqueros. Pero bueno. Qué se han creído esos chorizos. Doce euros. A los peluqueros. Se han vuelto locos. Ladrones. Mafiosos. A los peluqueros. Ahora mismo voy a comentar la noticia en Menéame. Etcétera. Cuidado. A mí también me parece que la SGAE es una asociación de sinvergüenzas (¡sinvergüenzas!, aprovecho para exclamar) y también creo que esta clase de cánones y tarifas son una estafa (¡sinvergüenzas! ¡A los peluqueros!). Pero volvamos a Severino: Severino trabaja dos horas más cada día gratis y vive con miedo a que mañana le despidan y no pueda seguir dándole su dinero al banco. Y está contento porque al menos tiene trabajo. Se entera de que a los peluqueros (¡a los peluqueros, on s’es vist!) les quieren robar doce euros al mes y es entonces cuando monta en cólera. Conclusión: ahí hay mucha rabia desaprovechada. Y yo tengo la solución para aprovechar esa ira: nombrar a Gerardo Díaz Ferrán presidente de la SGAE. Díaz Ferrán es el presidente perfecto para la asociación: un sinvergüenza que ha estafado a todo el que ha podido con la esperanza de jubilarse como presidente de la CEOE con el dinero de empresas arruinadas. Es un tipo que podría haber cerrado Air Comet hace uno o dos años, pagar la mayoría de sus deudas y quedar más o menos como un señor, además de cumplir la ley, pero como no es un señor y además no cumple la ley, prefirió aguantar un poquillo a ver si podía venderle la compañía a algún incauto. Los empleados pasaron ocho meses sin cobrar y la línea aérea tuvo que dejar a un montón de viajeros tirados en el aeropuerto en navidades, pero ¿a quién le importa eso? Lo importante es que aún tenemos trabajo. Ah, estoy salivando de placer al imaginarme la unión entre el empresariado más abyecto y la asociación más ridícula. Estoy viendo a Díaz Ferrán diciendo que al igual vamos a cobraros tres euros cada vez que insultéis a Ramoncín. Y la gente saliendo a la calle gritando ya está bien, a ver si se enteran de quién mantiene a quién, panda de vagos, vosotros sí que nos queréis robar y otra serie de exaltadas frases que lo mismo valen para la SGAE que para la CEOE.