La sombra del Perejil es alargada


Sí, bueno, supongo que se trata de un conflicto diplomático serio, pero a mí me entra la risa floja, qué queréis que os diga. Una roquita deshabitada con pasado estratégico y que responde al glorioso nombre de Isla del Perejil ha sido invadida por un puñado de gendarmes marroquíes. Lo que me realmente preocupa es que esto les sirva a algunos para justificar melonadas acerca de los moros y de lo que teóricamente y según ellos (los responsables de las melonadas) hay que hacer al respecto. De hecho, en algún diario -por supuesto, liberalísimo- sus lectores -por supuesto, sensatísimos- ya abogan por que las fuerzas que salvaguardan la hispanidad y, de paso, Occidente, se planten en el islote como trogloditas con cetmes. Y lo que me parece absurdo es que, mientras se brama que Gibraltar es español -¡la última colonia!- y además se llega a acuerdos al respecto, muy pocos parecen recordar que Ceuta y Melilla son, simple y llanamente, dos colonias más. La excusa la da, cómo no, Libertad Digital: Ceuta, Melilla y la Isla del Perejil son territorio español desde 1581. A lo que se puede responder que Gibraltar es británico desde 1713, que como grado de antigüedad tampoco está nada mal. De todas formas, no me extrañaría que la mayoría de ceutíes y melillenses -ya sean de origen español o marroquí- prefiera seguir unida a España. Del mismo modo que me parecería más que inteligente y natural que los gibraltareños optaran en un futuro referéndum por continuar siendo británicos. O, como mal menor, por la independencia. Total, ya puestos.
 
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La excusa del islam


Desde que Samuel P. Huntington publicara su Choque de civilizaciones, muchos pretenden que se puede entender la historia y la política partiendo de las luchas entre religiones. El enemigo es, especialmente, el islam. La causa de que en el tercer mundo no haya democracias ni economías prósperas es que no optaron por la religión verdadera. Entre todos estos infieles, los más desafortunados fueron los que escogieron ser musulmanes. Así pues, si antes estaba de moda echarle la culpa a la raza, especialmente a la negra y a la judía, ahora le toca el turno a las profesiones de fe, cosa que no suena tan políticamente incorrecta. Y eso a pesar de que Marvin Harris, por ejemplo, recuerda en Nuestra especie que "quienes están más atrasados en un período están más adelantados en el siguiente", en especial referencia al imperio árabe, que, por cierto, revitalizó "la ciencia y el comercio europeos". Harris explica que el desarrollo político y económico de los países subsaharianos "se frustró prematuramente" a causa de las guerras provocadas por el colonialismo. "Las autoridades coloniales -explica- hicieron todos los esfuerzos posibles para mantener a África subyugada y atrasada, fomentando las guerras tribales, limitando la educación de los africanos al nivel más rudimentario posible y, sobre todo, evitando que las colonias desarrollasen una infraestructura industrial que podría haberles permitido competir en el mercado mundial". Harris concluye asegurando que habría que considerar a los africanos "superhombres si por su cuenta consiguen crear una única sociedad industrial avanzada antes de mediados del siglo próximo" (se refiere al actual, claro). Antoni Segura, en Más allá del islam, también aclara que la situación social, política y económica que viven países como Argelia, Palestina o Afganistán no se explican únicamente -ni siquiera principalmente- con el argumento del islam. De hecho, como en el caso de Algeria, no suele ser más que una excusa para tapar corruptelas criminales de ejércitos creados a imagen y semejanza de los occidentales. Y es que la religión, en realidad, nunca ha causado guerras. Simplemente ha funcionado como pretexto: sólo hay que pensar en las cruzadas, cuyos objetivos eran más económicos que espirituales. El atraso del tercer mundo, pues, no tiene su causa en el islam, sino en un colonialismo que no permitió a estos países llegar a instaurar sus propias democracias y a crear sus infraestructuras económicas. Harris, por si hay dudas, pone el ejemplo de Indonesia y Japón. Indonesia fue colonia de Holanda; Japón pudo cerrar sus puertas a "comerciantes y misioneros europeos", aceptando únicamente exportaciones de libros, "especialmente de libros técnicos que explicaban cómo fabricar municiones, construir ferrocarriles y producir sustancias químicas". De eso hace más de tres siglos.
 
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Piquetes


Qué terribles son los piquetes, dicen: silicona en puertas, clavos en cerraduras, horror, ¿están insultando a alguien? ¿Le llaman esquirol? Cuánta violencia. En cambio hay otro tipo de coacción, propiciada por el Gobierno, que no parece tenerse en cuenta. No me refiero a amenazas de despidos o de no renovaciones. Me refiero a que, como la huelga no ha sido autorizada por Aznar y sus secuaces, las empresas pueden descontar del sueldo el día no trabajado. Lo cual resulta paradójico, porque si uno tiene derecho a hacer huelga (también ésta, como reconoce todo el mundo) y se decretan unos servicios mínimos, ¿cómo es posible que no esté autorizada? Y si se reconoce el derecho a hacer huelga, ¿tiene sentido reconocer también a las empresas el derecho a robarle impunemente el sueldo a uno? Todo esto lo digo porque una compañera de trabajo mañana tendrá que venir a la oficina. Está pagando su piso y no se puede permitir perder ese dinero. Pero no, claro, a ella no la está coaccionando nadie. Eso no es presión, eso no son piquetes. Sencillamente está ejerciendo su derecho a trabajar.
 
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Creando enemigos


El mundo islámico no es un monolito indiferenciado. Entre países y grupos musulmanes hay diferencias, algunas radicales, la mayoría dejadas de lado. El resultado es una imagen de fanatismo y de violencia: los musulmanes son, según esta idea, exportadores de petróleo, fanáticos, antiamericanos. Todos. Se olvida que no es lo mismo, por ejemplo, Marruecos que Afganistán. Se supone que el islam es lo único que determina la política y la sociedad de estos países y se impone la idea de que el islam es el mismo en todas partes. Un islam simplemente construido según las necesidades de amistad-enemistad de los países occidentales. Por ejemplo, se ignoran los esfuerzos democráticos en estos países y se olvida conscientemente que, si hay dictaduras, en la mayoría de los casos han sido impuestas y mantenidas por las potencias occidentales. Se acusa al islam, de modo netamente ignorante, de ser una religión antidemocrática. A nadie en su sano juicio le gustaría vivir en Irán, pero allí hay mujeres diputadas, relativa libertad de prensa y pluralidad de partidos políticos. También se olvida que hay problemas, sin duda graves y a erradicar, como la ablación de clítoris o el burka afgano, que son ajenos al islam. Se ignora de modo consciente que yihad es un término que se refiere sólo al esfuerzo de conversión del infiel y no a la guerra santa, que sería únicamente una interpretación muy tendenciosa de este término -usada interesadamente también por fanáticos islamistas, que los hay, cómo no. Se ignoran los esfuerzos de musulmanes reformadores que intentan explicar la diferencia entre sharia y fiqh: la sharia es el camino general de la ley divina; el fiqh su concreción en un tiempo dado. El pañuelo, la poligamia, incluso la prohibición de beber alcohol, serían fiqh, es decir, leyes propias del tiempo del profeta, pero no necesariamente aplicables hoy día. La cuestión es crear un enemigo. Fácilmente identificable, reducible, simplificable. Es más fácil bombardear un país que luchar contra una organización terrorista. Pero cuando veo cómo todos los musulmanes son tratados de fanáticos con turbante que morirían con tal de hacer daño a Estados Unidos, no puedo dejar de pensar en aquella película ideada por Goebbels en la que se enseñaba a distinguir a los judíos debajo de sus disfraces de europeos.
 
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¡Yo no he sido!


Lo explica David Miró en el diario Avui de forma contundente (la traducción del catalán, lo siento, es mía): "El objetivo de Aznar con el decreto sobre las prestaciones no ha sido tanto contentar a los empresarios, cosa que ya le va bien, como dividir a los trabajadores, hacerles creer que el culpable de todos sus males es el vecino que cobra el paro de forma fraudulenta, y no el empresario que defrauda millones y millones a Hacienda en paraísos fiscales. Igual que con la ley de extranjería quiere hacer creer que el malo es el inmigrante y con la ley de calidad de la enseñanza que el culpable es el alumno". Y es que, desde que llegó a la presidencia del gobierno, Aznar se ha especializado en echar pelotas fuera. Durante sus primeros cuatro años, la artimaña fue relativamente sencilla: bastaba con culpar a la supuesta herencia socialista. Como la excusa ya empieza a oler, lleva un tiempo acusando, sencillamente, a todo el mundo. A la oposición, a los desempleados, a los conductores que sufren accidentes de tráfico por salir con el coche de vacaciones, al trabajador que quiere hacer huelga un día que, fíjese usted, como que le viene mal. A todo el mundo menos a sí mismo. Igual es presidente del gobierno, pero responsabilidades parece que no tiene ni una. ¿Será éste el gobierno hipertenue que tanto anhelan los liberales? ¿Un ejecutivo cuya única función es recordarles a los demás lo que deberían hacer y reñirles cuando no lo hagan? A este paso y con tanta inocencia de por medio, lo primero que hará Aznar cuando se retire (saliendo a hombros de la Moncloa, agitando las orejas de los sindicatos y el rabo de los nacionalistas -no, él no es nacionalista, es español, claro) será acudir al Vaticano para iniciar los trámites de su propia beatificación en vida. Para ir ganando tiempo. ¿No oléis el incienso?
 
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