Despidos


Cada semana se publican al menos dos o tres noticias que anuncian despidos masivos en empresas. En los últimos días, Delta Airlines, por ejemplo, ha avisado de que despedirá a entre siete y ocho mil trabajadores, el once por ciento de la plantilla. La aerolínea espera así abandonar las pérdidas y combatir el mal momento del sector. Los ingresos del banco JP Morgan Chase han caído estrepitosamente, así que la solución, dicen, pasa por poner en la calle a dos mil personas. Lucent hará frente a la caída de las ventas del sector tecnológico con diez mil despidos. Esta compañía cerrará el año 2003 con un total de 45.000 trabajadores fuera de sus puestos de empleo. Las ventas de Sun Microsystems han caído, y quienes están a cargo de la empresa parecen creer que aumentarán si se despide a 4.400 trabajadores. Y cierro ya los ejemplos con Deutsche Telekom, que prevé ahorrarse 2.000 millones de dólares recortando nada menos que 50.000 empleos. Me parece que varias cosas fallan en todo esto. Para comenzar, no sé por qué siempre que hay que ahorrar se ahorra en empleados. Vaya, uno creía que quien elaboraba el producto final era, justamente el trabajador. Visto el panorama, bien podría ser que de tal cosa se encargara la gente de marketing y publicidad. También se podría añadir que los empresarios no son precisamente originales. Siempre que hay un problema, lo solucionan del mismo modo: echando gente a la calle, que al menos así las acciones subirán. Aunque ni siquiera tal cosa se cumple en todas las ocasiones, sólo hay que mirar lo que le pasó a Fiat después de anunciar 8.100 despidos. Pero no es sólo falta de originalidad, sino, directamente, de inteligencia y de una mínima aplicación de la lógica más elemental. Me resulta difícil creer que la caída de las ventas en el sector tecnológico o el mal momento de las aerolíneas se solucionen poniendo a gente en el paro. No me hagáis mucho caso, pero incluso me da que una cosa no tiene nada que ver con la otra y que se recurre, simplemente, a lo más facil, sin tener en cuenta las consecuencias, claro. Además, difícilmente la misma solución servirá para problemas distintos. Cuatro es la solución a la suma de dos y dos. También a la de tres y uno. Pero pensar que cualquier cuestión matemática la vamos a solucionar poniendo un cuatro a la derecha del signo de igualdad es una solemne tontería.
 
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Sólo llueve


Caos en el litoral catalán: carreteras cortadas, atascos, retrasos en las líneas de tren y metro que siguen funcionando, inundaciones, incluso casas hundidas. Y todo por una noche de lluvia. Sí, sí, una noche. Algo más intensa de lo que estamos acostumbrados por aquí, pero nada fuera de lo normal. Aunque lo dramático es que lo normal sea que al menos una vez al año veamos imágenes de coches arrastrados por riadas y de familias intentando sacar el agua de sus casas. Cada vez que llueve más de media hora seguida, estamos igual. Esta mañana incluso se ha llegado a recomendar a la gente que, si es posible, se quede en casa. Y si ha de salir, que al menos use el transporte público. ¿Pero qué transporte público, si hay incluso paradas de metro inundadas? Y en cuanto a los trenes, lo de Renfe es patético. Tienen una especie de ridícula aversión al agua. Creo que si escupes en la vía, provocas retrasos de media hora. Yo he estado unas horas fuera: nada grave. Sólo llovía. Y no mucho. La gente iba caminando. Esperaba el autobús. Conducía su coche. Lluvia. Normal y corriente. Ni siquiera muy intensa. Y los servicios públicos colapsados como tras un terremoto. Es que en el Ayuntamiento de Barcelona y en la Generalitat de Cataluña parecen creer que esto es el desierto de los Monegros. Las únicas medidas que los técnicos de las administraciones toman para hacer frente a las (normales) lluvias de cada año es comprarse un paraguas. Si trabajaran en Londres, hace tiempo que habría que visitar esa ciudad con traje de neopreno y botellas de oxígeno. Y al paso que vamos, mejor que me vaya comprando una zodiac.
 
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Vergüenza ajena


José María Aznar asegura que los que criticamos el homenaje a la bandera estamos acomplejados. Yo, más que de complejos, hablaría de vergüenza ajena. 294 metros cuadrados de bandera. Suena a exceso de nuevo rico. El orgullo de nación es mezquino. Es ridículo sentirse orgulloso por haber nacido en un sitio cualquiera, hecho que no es más que una cuestión de azar. El orgullo por la supuesta historia común también me parece bastante idiota: yo no ayudé a los numantinos a suicidarse. Es más, creo que se equivocaron. La historia de los países está llena de hechos odiosos. La de las personas que a mí me gustan -vivas y muertas-, no tanto. Por otro lado, es evidentísimo que, si todo el mundo cree haber nacido en el mejor país del mundo, como mínimo en todos los países menos en uno, se equivocan. En el caso de Aznar, la cosa resulta patética. Critica el nacionalismo ajeno -el catalán, el vasco, el gallego-, con el único fin de imponer el propio. Visto el panorama, y especialmente vistos la mayoría de tipejos que se hacen llamar patriotas, me temo que Samuel Johnson tenía razón cuando dijo aquello de que "el patriotismo es el último refugio de los canallas". No niego que sea bien normal y razonable amar lo propio. Se trata sencillamente de una cuestión de defensa psicológica. Para no sentirse un miserable ni caer en envidias idiotas. Pero, para mí, lo propio es mi barrio, mis amigos, mi familia -y tengo amigos y familia bastante lejos de mi ciudad-. En definitiva, lo que más o menos conozco. Y tan cercano me puede ser un señor de Murcia o de Girona como un senegalés. Es más, de este modo, lo propio es elástico, flexible: puedo reconocer, por ejemplo, lo que tengo en común con un sueco o con una japonesa y olvidarme de los pasaportes. En cuanto a los símbolos, sencillamente sobran. Ya es bastante difícil entenderse con los demás como para ir añadiendo fronteras artificiales. Los himnos no son más que musiquita barata. Y las banderas, como Gustave Flaubert escribió en una carta a George Sand, "están tan sucias de sangre y mierda que viene siendo hora de no tener ninguna".
 
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Metamorfosis y encuestas


Leo en La Razón acerca del maquillaje electoral de Luiz Inacio Lula Da Silva, el favorito para ganar las elecciones brasileñas. Parece que Lula incluso asegura que ha moderado su discurso pensando sólo en "ganar la elección". Sé que es lo normal, sólo hay que pensar en las trayectorias de Adolfo Suárez, del Partido Popular o de Felipe González -salvando las correspondientes distancias-, pero jamás he entendido por qué los políticos se pliegan a los estudios de mercado, por qué se moderan o endurecen según lo que se diga en las encuestas. No hablo de evolución personal. Uno puede cambiar de opinión, equivocarse, sentirse atraído por otras ideas. Hablo de dar tumbos mercadotécnicos, de seguir modas, como si en lugar de traficar con ideas, los políticos vendieran ropa. Yo creo en la sinceridad inicial de toda esta gente, independientemente de la bondad o maldad de sus propuestas. Me imagino que cuando comienzan creen realmente que sus ideas son las que mejor pueden funcionar. Igual me engaño a mí mismo, pero prefiero pensar que todos esos grises cincuentones fueron ingenuos alguna vez. Y no entiendo que sean capaces de renunciar a sus ideas, de traicionarse a sí mismos, por alcanzar un puestecito insignificante, un sillón incómodo, un empleo que, al fin y al cabo, requiere siempre demasiado esfuerzo y que no imagino que dé mucho a cambio. Porque todo eso se acaba, incluidos los elogios y las alabanzas, y esos tipos acaban quedándose a solas consigo mismos. Sin despacho, sin cartera. No sé cómo se verán después de ese proceso de abandono de ideales, de miserias, de encuestas. Pero la sensación no será agradable, seguro.
P.D.: Aunque, claro, imagino que los políticos no son los únicos que se venden. A cambio de cualquier miseria.
 
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Actuar como masa


George W. Bush está fracasando en su empeño de hacernos creer que la guerra contra Irak es otra de estas guerras justas. Este empeño sigue el método más clásico: el de describir a su país como amenazado. El funcionamiento de este mecanismo lo explicó Elias Canetti en Masa y poder: "Se decide que se está amenazado de exterminio físico y se proclama esa amenaza públicamente ante todo el mundo. 'Yo puedo ser muerto', se declara, y por dentro se piensa: 'porque quiero matar a ése o a aquél'. Ciertamente el acento debería recaer sobre la segunda frase: 'Yo quiero matar a ése o a aquél, y por eso puedo morir yo mismo'. Pero para empezar una guerra entre la propia gente sólo se permite hacer pública la primera versión. Sea o no uno el agresor, en realidad siempre se procurará crear la ficción de que se está amenazado". Sin embargo, Bush no está consiguiendo que creamos que Hussein es una amenaza, sea cierto o no. Puede que tenga o esté a punto de conseguir armas químicas, nucleares y biológicas, pero parece que los aliados de Bush, a excepción de Blair, prefieren que sean los inspectores de la Onu los que determinen si existe este armamento y qué hay que hacer en tal caso. Bush también explica que quiere deponer al dictador. Y nadie entiende que en 1991 no hubiera ninguna alternativa a Hussein (si no era él quien detentaba el poder, sería algún fanático islamista, se decía) y que ahora, sin embargo, sí que haya opciones. A Bush ni siquiera le ha salido bien un patético intento de soborno petrolero a sus aliados. Siguiendo a Canetti, el presidente de Estados Unidos no ha logrado que aliados y ciudadanos actúen como masa. Claro que cuando Canetti publicó su libro, en 1960, parecía más que razonable asegurar que este actuar como masa era imprescindible para alcanzar el "éxito" bélico. En cambio, ahora parece que Bush no necesita más que el casi seguro apoyo del Congreso para atacar Irak. Da la impresión de que la decisión de entrar en guerra ya está tomada y de que, simplemente, se está dejando al resto de países la posibilidad de apuntarse al bando de los buenos.
 
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