Invasión


No por previsibles son menos terroríficas las conclusiones de un informe que presenta el Ministerio de Medio Ambiente: las playas desaparecerán y llegarán a nuestro país especies invasoras. Deberíamos haber hecho caso a Carlos Jesús y a otros destacados avistadores de ovnis, en lugar de reírnos de ellos. Igual así estaríamos preparados para el ataque de los mutantes de Ganímedes. Y es que tras leer este documento con cuidado y atención queda claro que nos va a invadir una peligrosa especie de insectos gigantes del espacio que sojuzgará nuestra raza. Para conseguir sus sangrientos objetivos, los bichos se valdrán de la destrucción de nuestra principal fuente de ingresos: las playas. Al descender el turismo de manera brusca, no dispondremos de divisas con las que comprar pistolas de rayos desintegradores y quedaremos por tanto a merced de estos monstruos espaciales. Queda además en el aire --y nunca mejor dicho-- un dato escalofriante --y nunca peor dicho: dentro de unos cien años, cuando el imperio de las hormigas asesinas esté en su plenitud, la temperatura media de nuestro país se habrá incrementado entre cinco y siete grados de media, con lo que estos insectos carnivoros y despiadados estarán más que cómodos, mientras que los españoles que queden vivos ni siquiera podrán ir a Castelldefels o a Vilassar de Mar a darse un bañito. Así pues y si quiero salvar la vida, no tengo más remedio que ponerme desde ya al servicio de las hormigas asesinas del espacio, para ayudarles en su labor de construcción de un nuevo hormiguero sideral en nuestro país, que dé amparo a su reina galáctica y sirva para almacenar las miguitas de pan --o, en su defecto, cabezas humanas-- necesarias para afrontar el duro invierno.


 
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The money shop


Josep Pla recuerda en uno de sus Articles amb cua cómo Indalecio Prieto le dijo que "cuando se produzcan las evacuaciones sentados, todo el mundo se tratará de usted". A Pla esta afirmación le pareció una buena forma de entender la izquierda: estas palabras le parecían "a favor del fet que la gent acceptés una fraseologia de pujar, no de baixar, de força més que d'adulació". Es decir, que la izquierda no debería aspirar a torturar hasta la muerte a todos los millonarios, sino a que todos pudiéramos ser millonarios algún día. Por tanto, no ha de haber contradicción entre ser de izquierdas y tener dinero, ya que uno puede ser de izquierdas y no querer vivir en una comuna, ni apostar por la abolición de la propiedad privada. Es más, uno puede ser de izquierdas y considerar que no todos los empresarios son unos cerdos egoístas, a excepción, claro, de los jefes de cada uno, que a esos no los salva nadie. De todas formas, reconozco que me cuesta entender el caso de Anita Roddick. Según Miquel Porta Perales, esta señora está en contra del capitalismo, de la globalización y de las empresas multinacionales. Pero también es la dueña de The Body Shop, una nada desdeñable multinacional, más que globalizada y con beneficios dignos de cualquier capitalista que se precie. A ver, a pesar de todo y para comenzar, creo que se puede ser dueño de una multinacional y aun así ser de izquierdas. Obviamente, no comunista, pero sí de izquierdas. Es decir, se puede pensar que el intervencionismo funciona, que los trabajadores merecen una serie de seguridades y que el Estado ha de garantizar al menos la educación y la sanidad. Por ejemplo. El dueño de una multinacional que piense así pagará con relativa alegría sus impuestos y lamentará las consecuencias negativas de las políticas liberales. También opinará que eso de las responsabilidades sociales de una empresa no son palabrería hueca y actuará en consecuencia. No sé si es el caso de Roddick. Podría. De todas formas, y aunque no lo fuera, tampoco tengo nada en contra de las incoherencias, que tanto molestan a algunos. Estamos hechos de contradicciones. Cambiamos de opinión cada dos días y nos contradecimos cada veinte minutos. Hay antiamericanos que citan a Chomsky y ven pelis de Woody Allen y de Martin Scorsese. A mí no me gusta conducir y me encanta la Fórmula 1. Conozco a gente de derechas que no tiene un duro y que echa pestes de los millonarios. Médicos que fuman. Amigos que no han hecho deporte en su vida y van cada semana al campo a ver jugar al Barça. En definitiva, creo que entre nuestros ideales y nuestros actos siempre hay un abismo, porque no es lo mismo juzgar que hacer, y nos equivocamos más a menudo al juzgar que al enfrentarnos con los hechos. Cuando tomamos decisiones, dudamos a pesar de los dogmas que teníamos asumidos, hacemos lo que siempre dijimos que jamás haríamos y lo que luego diremos que no hemos hecho. No sé si la señora Roddick es consecuente con sus ideas acerca de la izquierda y de la forma nueva de llevar empresas que ella considera progresista. No sé si simplemente tiene miedo a haberse equivocado hace años, pero haber mantenido por honrilla, pero sólo de palabra, sus opiniones. Igual dice una cosa y hace otra, pero sin asumir que ha cambiado de opinión, o que ha cometido un error, o que no tuvo en cuenta detalles que una vez manos a la obra han resultado ser cruciales. Quizás ya sólo disimula y sigue adelante, procurando no mirar abajo, no sea que, como los personajes de dibujos animados, comience a caer en cuanto se dé cuenta de que no hay suelo bajo sus pies.


 
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Que quede claro


La política y el tiempo son dos buenos temas sobre los que hablar cuando no hay otro tema mejor. Parece que refresca. Pues sí. Y lo del Plan Ibarretxe, ¿qué? Usted dirá. Teniendo en cuenta que si yo tengo una misión en esta vida es la de demostrarle al mundo entero y a parte del extranjero que aburrirse es una actividad enriquecedora, voy a proceder a dar una visión clara, certera, honesta y objetiva acerca de la situación política actual. El caso es que se está cometiendo un error de base al hablar de los últimos acontecimientos políticos. Lo dice Matthew Al Missatcher en un desconocido periódico de un pueblo de Massachussets (el Saskatchewan Shopper): "No hay más que ver lo que dice la izquierda para que quede claro lo que dice". Ah, la sutil ironía de Missatcher, que entronca con lo que siempre he dicho acerca de los economistas que me dan la razón, que qué razón tienen. El caso es que una vez más y debido a nuestro delirante antiamericanismo, hemos dejado de lado Estados Unidos. Miremos el mapamundi: es bien cierto que Estados Unidos está a la izquierda del todo --otra ironía--, pero hay que recordar que se trata de un país enorme, por muy pequeño que sea el dibujo. No podemos pretender arrinconar un sitio tan grande; sería como encerrar un elefante en un armario. Mira que es grande Estados Unidos. A lo alto y a lo ancho. Uno empieza a apilar trastos y siempre le sobra espacio. No estamos hablando de Andorra, precisamente. Y éste es otro error: hablemos del singular caso de Andorra, que nos servirá para compararlo con el mal endémico de la sociedad española, mal que comparte con las sociedades extranjeras. Bien, ya hemos hablado del singular caso de Andorra. Volvamos a lo que nos ocupa: el peligroso cariz que está tomando la conducta de ciertos políticos y ciudadanos. Hay que dejarlo claro: la mayoría de los votantes no tolerará este guerracivilismo islamopacifista de la derechona de siempre, la de Stalin, los gulags y Guantánamo. A no ser que sí los tolere, en cuyo caso los tolerará. Asimismo, no me cansaré de recordar que las competencias de los ayuntamientos en esta materia son escasas, sobre todo en comparación con los casos de Irlanda, Chile y Birmania, donde tan buenos resultados ha dado parte de esta manera de hacer las cosas. La otra parte ha provocado el aumento del crimen y el cierre del ochenta por ciento de los hospitales, pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente crucial es que hay algunos que sobre esto no piensan lo mismo que yo y se mantienen erre que erre en su error. Eso les pasa porque desayunan poco: el desayuno es la comida más importante del día, aunque también la más triste, ya que sólo desayunamos cuando nos despertamos antes de las dos. La excepción: Berlín, donde uno puede desayunar cuando le dé le gana. Pero, en definitiva y por mucho que a algunos les sorprenda, lo cierto es que Alemania es otro país. También hay que admitir una cosa, y llegado el caso así lo haré, porque a mí no me duelen prendas en rectificar. Otra cosa es que hasta ahora jamás me he equivocado y dudo mucho que comience a estas alturas: los vicios se cogen todos en la adolescencia. Dicho lo cual, y a modo de conclusión, no olvidemos que el liberalismo y el libertinaje son dos cosas distintas, y que la segunda es más divertida que la primera. Ahora, esto no significa que debamos ir a la guerra. Bastará con dos o tres bombardeos, a modo de aviso.


 
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Otra moda


Ser liberal aún no está de moda y ser de izquierdas hace tiempo que dejó de estarlo. Lo que ahora se lleva es una especie de tercera vía (aunque yo diría que ya vamos por la séptima o la octava) que consiste, como resume hábilmente Podeti, en decir: "Yo soy medio progre, pero jamás diría esas cosas que dicen los progres". O sea, se trata de admitir buena parte de las ideas de la izquierda --no vaya nadie a pensar que uno es un facha-- pero, sobre todo, de distanciarse más o menos irónicamente de estas ideas --no vaya nadie a pensar que uno es un progre políticamente correcto. Por ejemplo, estos progresistas de derechas no dudarán en admitir que hombre y mujer han de tener igualdad de oportunidades, pero rápidamente añadirán que no son feministas, porque las feministas son unas lesbianas feas que gritan por la tele. O quizás dirán que la guerra es sin duda horripilante, para luego explicar que no son pacifistas básicamente porque los de Crónicas Marcianas dicen que está bien serlo y ellos no son unos pancarteros cualesquiera. O que les parece bien que los homosexuales se casen, pero, por favor, qué horror cuando esas locas salen a la calle y se besan en público. O sea, que hay que dejar claro que los progres son todos unos manifestantes y unos ocupas piojosos que no hacen más que repetir las consignillas que les llegan por móvil, pero al mismo tiempo dar a entender que se es lo suficientemente moderno --o eso creen-- para no ser tampoco de derechas. No se trata de jugar con los matices, que eso estaría muy divertido, sino simplemente de querer ser lo que es mejor ser en este momento. Dentro de cinco o seis años, ya veremos. Por otro lado, a mí ya me aburre leer tanto artículo y escuchar a tanto tertuliano avisando de que va a ofender a los bien pensantes o de que lo que va a decir quizás no suene políticamente correcto. No estaría mal que sonara políticamente correcto, aunque sólo fuera por la novedad. Porque sonar, no sé si suena correcto o incorrecto, pero sí que suena a tópico, que es peor. Tanto querer épater le gauchiste y al final estos revolucionarios de la reacción sólo provocan bostezos. Y algunos creen que asustan. Uh, qué miedo, cuánto rompedor junto.


 
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Política de haltos buelos


Al ver cómo Cataluña se quedaba sin selección de hockey, nuestro concursante de Gran Hermano favorito, Josep-Lluís Carod-Rovira, nos invitó los catalanes a hacer todo lo posible para que Madrid no sea olímpica. Imagino que basta con desearlo muy fuerte. No ha tardado en salir vete a saber de dónde la respuesta: boicot al cava catalán durante las navidades. Para contrarrestar ambas campañas y en un loable ejercicio de equidistancia, Daniel Sirera, portavoz parlamentario del Partido Popular en Cataluña, invitó a los diputados a brindar con cava por la elección de la capital española como sede de los Juegos Olímpicos de 2012. Dos respuestas desde ERC a Sirera: en el Parlamento no se bebe -tolerancia cero- y el cava se sirve frío -tolerancia algo por encima de los cero grados. Por tanto, hemos pasado del hockey catalán a las Olimpiadas madrileñas y, de ahí, al cava. No hay motivo para que el enredo quede sólo en estos pocos pasos. Propongo un boicot al cocido madrileño. A partir de ahora, habrá que escoger otro plato de los que ofrezca el menú de mediodía de ese restaurantucho de al lado de la oficina. Propongo asimismo la respuesta a este boicot: eliminar de la bandera española los colores rojo y gualda, como forma de desprecio a los colores de la bandera catalana. A partir de entonces, la bandera española tendrá dos bandas verdes y una rosa. Este insulto bien merecerá una rápida respuesta. Que no crean que los catalanes estamos llenos de mejillas que ir ofreciendo. Se prohibirá vestir de blanco, especialmente a los portugueses que vivan en Barcelona, a quienes se les arrojará todas las cabezas de cochinillo que haga falta. Por supuesto, esto clamará venganza: el diario ABC nombrará de nuevo español del año a Jordi Pujol. Cataluña exigirá entonces la independencia. Madrid también. Pero, claro, si Madrid es independiente, Cataluña no ha de serlo, así que renunciará. Madrid se querrá anexionar Salamanca. Cataluña recordará que Salamanca no puede independizarse de España hasta que devuelva los papeles. Al final y con un poco de suerte, Madrid tendrá selecciones propias de petanca y los Juegos Olímpicos se celebrarán en Reus. De esta forma, quedará resuelto uno de los problemas fundamentales del siglo 21: la escasa presencia del rosa en las banderas. De nuevo gracias a la astucia y clarividencia de los políticos españoles y catalanes. Lo siguiente será dilucidar qué pins puede o no llevar un presidente de gobierno.


 
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