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El calamitoso sistema educativo actual
Pocos dudan de que el mundo de hoy en día es un completo desastre cuya decadencia y perdición son más que evidentes. Pero incluso de entre esos pocos que dudan, la mayoría está de acuerdo en que el sistema educativo actual es ruinoso y está convirtiendo a los niños –nuestra materia prima más preciada—en nueces huecas obsesionadas por las marcas y los politonos. Los niños de hoy en día no saben nada. Absolutamente nada. Por ejemplo, el otro día le pregunté a un niño por la capital de la Unión Soviética y el chaval me dijo que no existía. ¿Cómo no va a existir, con lo grande que es y con lo comunistas que son? Si ellos mismos hablan del socialismo real. Pues esto es culpa de la Logse. Más: el otro día un amigo del bar me comentaba que sus hijos son incapaces de distinguir un Talgo de basculación única de los clásicos Talgo E100 con refuerzos de acero. ¿Qué clase de juventud es esta? ¿Qué harán cuando tengan que coger un tren? ¡¿Preguntar al revisor?! Deberían enseñarles estas cosas en el colegio. Pero, claro, se pasan el día con las consolas, con lo poco sano que es eso, que acabarán con cáncer de hígado. Yo salía a jugar a la calle con mis amigos, y no como ahora, que no salen de la habitación. Hasta que a uno de ellos le atropelló una furgoneta y se quedó parapléjico. Pero eso es lo de menos: disfrutó de una infancia sana y activa, que sin duda le ayudó a triunfar como adulto. Actualmente es alcaide de una prisión tejana. Y todo el día comiendo hamburguesas y coca-cola y soja. Están gordísimos los niños de hoy en día. En mi época disfrutábamos de una forma física envidiable. En mi barrio, pocos son los que no tenemos al menos un diploma olímpico. Yo soy medalla de plata en barra fija. Apoyo el codo, pido un café y un croissant y no me muevo de ahí en toda la mañana. Por no hablar de lo poco que se lee. En mi época, si no leía al menos un libro por semana, mis padres me daban una paliza. La letra con sangre entra, dicen, y vaya si entra. Insisto en que no tengo nada que ver con las agresiones a escritores de las últimas semanas. Pero se lo tenían bien merecido. Qué pena de juventud. El día de mañana ni siquiera serán capaces de organizar una guerra como es debido. Al menos yo no estaré aquí para verlo. Me pienso mudar a Noruega. No es que allí las cosas estén mejor, pero como anochece antes, se ve más oscuro y todo resulta más llevadero.
La bofetada invisible
Como es bien sabido, el Partido Liberal de Los Santos Empresarios ganó las últimas elecciones legislativas de la República de Asnalia. Este partido emprendió una serie de reformas liberales y privatizó la sanidad, la educación, las carreteras y los bomberos, entre otros servicios públicos. Sólo quedaron bajo el dominio del estado la policía y el ejército, cuyo presupuesto se triplicó (obvio: estamos en guerra contra el infiel). Además, se tomó la sensata decisión de ilegalizar el resto de partidos políticos, en especial el Partido Socialista Bienpensante, al ser, claro, un colectivo liberticida incapaz de comprender que el bien más sagrado es la libertad. Sus "ideas" nos llevarían derechos al gulag, a las colas para comprar el pan, a las deserciones y a los suicidios en masa. He de admitir que estos cambios me llenaron de esperanza e ilusión. Llevaba años bramando contra el robo liberticida que suponía cobrar impuestos. Además, todo el mundo sabe que las empresas privadas son un ejemplo de honradez y eficacia, gracias al inteligente mecanismo del Mercado (Dios guarde su Mano Invisible muchos años), mientras que la burocracia es lenta, torpe, gris e ineficaz. Cualquiera que haya trabajado en una empresa privada sabe lo sensatos que son los jefes, la gran coordinación que existe entre departamentos, la diligencia que muestran todos los empleados, etcétera. Además, yo ya había hecho mis cálculos. Sin la inferencia burocrático estatal, los 400 euros que me robaba el gobierno de mi sueldo cada mes pasarían a mi cuenta corriente y no a la de un funcionario perezoso, como el bedel de un ministerio cualquiera, un administrativo encargado de renovar pasaportes o un neurocirujano del tres al cuarto. Con estos 400 euros yo me podría pagar un seguro de desempleo y un seguro sanitario para mí, para mi familia, para mi perro y para un amigo en paro. Gracias a este seguro podríamos contar con habitaciones individuales en los hospitales, además de operaciones a corazón abierto gratis, mediante el programa de puntos de la mutua. Asimismo, aún me sobraría para comprarme un coche mejor, poner algo de dinerito en un fondo de pensiones, ahorrar para un pequeño negocio que tenía pensado montar hace años y mudarme a la zona alta de la ciudad --gracias a la liberalización del suelo se esperaba que el precio de los pisos bajara un cuatrocientos por ciento, aunque luego subió por culpa de... bueno, de la Unión Europea, dijo el primer ministro. De buen principio me encontré con un imprevisto: mi empresa decidió bajarme el sueldo 300 euros. Comprendí la situación cuando el jefe me explicó que, tras el recorte de impuestos, a efectos prácticos me estaban subiendo el sueldo cien euros. Sin duda, no tenía derecho a quejarme, ya que el buen hombre, que había levantado la empresa de la nada gracias al dinero de su tío, tenía más razón que un santo. Además, al ser un empleado más que cualificado (tres idiomas aparte del asnalés, dos carreras, dos másters del universo, un carnet de manipulador de alimentos, un cursillo de internet para jubilados, etcétera) supuse que no me costaría encontrar un empleo en el que se me valorara como yo creía merecer. Por desgracia, el mercado no acababa de ajustarse a la nueva y magnífica situación facilitada por nuestro gobierno. Abundaban los despidos. Ojo, el desempleo no es del todo malo, ya que un empleo menos es un sueldo menos y por lo tanto un ahorro para las empresas, que pueden ganar más dinero y contratar a más gente para luego despedirla de nuevo sin absurdas indemnizaciones que ponen al empresario en clara situación de inferioridad e indefensión. En todo caso, entendí que debía esperar mi momento y conformarme con los cien euros de más de los que disponía. También me sorprendió que mis cálculos respecto a los seguros no fueran del todo certeros: aún no habían ajustado sus precios, a pesar de la competencia creada por el sistema liberal. Especialmente el de desempleo: con la flexibilización del mercado laboral las aseguradoras jugaban sobre seguro (ja) y no querían arriesgarse a mantener a un parado. Cosa que comprendo, sólo faltaría, es su dinero. Decidí por tanto esperar a que todos estos servicios gozaran durante el tiempo necesario de las virtudes del libre mercado y se acabaran peleando por tenerme como cliente, cosa que acabarían haciendo. Pero surgió otro imprevisto: comencé a gastarme esos cien euros. Y más. Y es que la libertad de empresa trajo una mayor oferta en descargas para el móvil y yo aún no había encontrado en qué gastarme MI dinero, a pesar de que todavía no disponía ni de una triste y básica cobertura médica. El caso es que me bajé los éxitos completos de la versión de Asnalia de Operación Triunfo (Asnalia Idol) y varios juegos. Varias decenas de juegos. Los tenía todos: el Tekken, el de rally, el de Fórmula 1, el Fifa, el Bejeweled, el de Tiger Woods, por supuesto el Tetris e incluso el Trivial. Sí, jugaba al Trivial con el móvil. Y luego comencé a enviar fotos a mis amigos de los coches que veía por la calle y de escaparates en los que veía ropa que me gustaba, para pedirles su opinión o, ja ja, echarnos unas risas, aunque a ellos no les hacía tanta gracia, no sé por qué. Al final acabé gastándome gran parte de mi sueldo y dejé de rendir en la oficina. Me tuvieron que despedir, por lo que le di las gracias a mi jefe: no quería suponer un lastre para la economía del país y menos aún barrarle el paso a un parado que podría hacer mi trabajo por la mitad del sueldo y en la mitad de tiempo. Mi esposa me tuvo que acabar ingresando en un hospital para tratar mi adicción. Llevo seis meses sin tocar un teléfono móvil, aunque temo el momento en el que salga de este maravilloso centro que apenas le cuesta medio sueldo a mi señora. Y es que ahí fuera hay teléfonos. Y anuncios de teléfonos. Y nuevas ofertas de descargas. Sé que he de ser fuerte. Sé que Ludwig San Mises ya explicaba que intervenir en una parte del mercado suponía acabar interviniendo en TODO el mercado, cosa que llevaba a la pobreza, al crimen y a la perdición moral de la sociedad, además de al aumento de fumadores. Pero también creo que no deja de ser sensato pedir un mayor control en el mercado de las descargas de móvil. Se trata de un problema de salud nacional. Nuestra patria se puede perder por culpa del tono politono sonitono, a no ser que logremos poner todo este negocio bajo la administración del ejército y evitar así la propagación de esta enfermedad de la que me estoy recuperando lenta y dolorosamente. No es cosa de broma: en el hospital he conocido a muchos como yo. Lo menos tres. La República Liberal de Asnalia peligra si no hacemos algo al respecto. Se deshace y sangra por los cuatro costados. Pongámonos en pie y cantemos el himno nacional con la mano derecha en el corazón, con el politono correspondiente acompañando nuestras voces empapadas en la patria. Oh, Asnalia, isla de mierda perdida en el maaaar...
El catalán ha muerto
El catalán murió ayer asesinado. Mucha gente se ha quedado en sus casas desolada y patidifusa, y en los bares no son extrañas las conversaciones de quienes lamentan haberse quedado sin su primera o su segunda lengua. También ha habido disturbios: unos pocos salieron anoche a celebrar la muerte del idioma patrio y los empleados de la perrera municipal intentaron recogerles, confundiéndoles con perros callejeros beodos. La trifulca se saldó con dos heridos leves, tres manifestantes sacrificados y otros dos adoptados. En los kioscos aún se podía comprar el diario Avui, aunque ya salió como Hoy. Además, El Periódico ha distribuido sus dos ediciones: una en castellano y otra en francés. Como es natural, las portadas se centraban en esta muerte: "Un socialista asesina el dialecto vernáculo de la región catalana" (La Razón), "Zapatero lamenta la muerte del catalán y propone una alianza internacional de hablantes de lenguas romance" (El País), "Los agujeros negros de la muerte del catalán" (El Mundo), "Cataluña asesinada clama venganza desde la tumba" (Hoy), "Un medicamento en pruebas demuestra ser razonablemente eficaz a la hora de paliar los efectos secundarios de la quimioterapia" (La Vanguardia). Al parecer, la televisión catalana intentó preparar la programación habitual, pero a los locutores no les acababan de salir las palabras. Algunos hablaban español, otros inglés, los había que apenas balbuceaban y otros muchos directamente lloraban. En estos momentos están poniendo El Equipo A. En francés de Québec. En Cataluña Radio (antes Catalunya Ràdio) hay música clásica y en la Cope están algo desorientados: no saben muy bien a quién hay que insultar. Pascual Maragallo (antes Pasqual Maragall) ya compareció ayer ante los medios de comunicación y habló de la "irreparable pérdida que supone la muerte del catalán". Sus palabras mantenían la esperanza: "Nos queda un acento raro al hablar y eso también cuenta". Para que me aclaren el alcance de la pérdida y si es posible recuperarse de algún modo, llamo al Instituto de Estudios Catalanes (antes Institut d'Estudis Catalans). --Buenos días --digo--, ¿el catalán resucitará al tercer día? --Excuse me, I don't speak Spanish. --And Catalan? Do you speak Catalan? --Catawhat? Catawhat... La nostalgia me lleva a poner otra radio antes catalana. La confusión les ha llevado a su vez a poner un disco de habaneras (antes havaneres). Ahora suenan algo raro, pero habrá que acostumbrarse: Mi abuelo se fue a Cubaaaa, a bordo del Cataláaaaan...
El catalán ha sido secuestrado y se teme por su futuro
Adolf Ortiga acaba de secuestrar el catalán en una librería del Paseo de Gracia. Al parecer, el filólogo agarró la lengua propia de Cataluña por el cuello, le puso una pistola en la sien y la metió dentro de la tienda, donde la mantiene retenida desde hace ya unas horas junto a otros tres rehenes. Estos otros rehenes serían personas de carne y hueso, aunque con la confusión de los primeros minutos se especuló con la posibilidad de que el retorromano también se encontrara en la tienda. La policía mantiene un cerco alrededor del comercio y ha hecho públicas las reclamaciones del filólogo: que en la televisión catalana no se oiga más el sucio y mestizo catalán de Barcelona, que se aprueben las selecciones propias catalanas pero sólo de deportes en los que puedan ganar tipo hockey o balonmano, que a la gente le gusten las sardanas, que Boig per tu pase a ser el himno de Cataluña, un pin de Cobi, que Madrid no se presente más como candidata a sede olímpica, un millón de euros en billetes pequeños, usados, no consecutivos y marcados con el "no a la guerra", y un helicóptero como los que utilizan los consellers de la Generalitat. Se teme por el futuro de la lengua, ya que el propio filólogo aseguró ayer que el catalán moriría hoy a las dos de la tarde, hora arriba hora abajo. Algunos sostienen que igual no se trataría de una muerte natural, sino directamente de un asesinato, y que el secuestro y las reclamaciones no serían más que una tapadera.
Actualización Los mossos d'esquadra han entrado en la librería después de haber oído dos tiros. Durante la operación, los policías se han visto obligados a disparar a Ortiga, que ha muerto antes de que llegara la ambulancia. Lo peor: cuando los mossos entraron, el catalán ya había fallecido. Al parecer y en un acto heroico, la lengua propia de Cataluña intentó distraer al secuestrador, sabiéndose el verdadero centro de atención de Ortiga. Así, se puso a discutir sobre la posibilidad de aceptar como correcta en catalán la palabra "bueno" (pronunciada "buenu"), cosa que hizo enfurecer al filólogo. El objetivo del catalán: que los rehenes escaparan. Al catalán le preocupaba especialmente una de las secuestradas, que estaba embarazada de ocho meses y medio, era diabética y no tenía insulina, y necesitaba además sus medicinas para el corazón. A la maniobra de distracción le siguió un forcejeo durante el que se disparó el arma, agujereando el cráneo del catalán.
El catalán morirá mañana
El filólogo Adolf Ortiga asegura que el catalán morirá mañana a las dos de la tarde, "aprovechando que a esa hora muchos catalanes se irán de buena fe a echar su preceptiva siesta veraniega". Según Ortiga, la muerte del catalán ya se veía venir desde al menos la semana pasada. "Ayer mismo entré en un bar --explica-- y no escuché a nadie hablando catalán. A nadie. Y compré el Avui y el del kiosco me miró raro”. En cambio, en el Institut d’Estudis Catalans consideran que Ortiga exagera: "Hombre, si hubiera dicho el 1 de agosto, aún, por aquello de que comienzan las vacaciones. Pero mañana... Digo yo que mañana aún quedarán catalanes vivos. Por lo menos dos o tres". Ortiga insiste: "Si me equivoco en mi pronóstico será apenas por unas horas. El catalán está fatal. Cada vez se habla menos y peor, a pesar de que cada vez hay más catalanoparlantes y el idioma se enseña en las escuelas. El catalán morirá de una forma rápida, indolora, incolora e insípida. Y a partir de entonces nadie hablará nuestra lengua. Aunque claro, más o menos es lo que ocurre ahora, sobre todo teniendo en cuenta que en Barcelona nadie lo habla bien, ah, qué ganas de pegarle un tiro a quien dice cosas como 'ostras tú, doncs a mí am sembla cal Yoan Clos és un bon alcalda, vale?' Ah, ah, los mataría a todos". El filólogo cree que ya es tarde para salvar el idioma, pero cree que se podría retrasar su muerte algunas semanas. La solución, según Ortiga, pasaría por "lucir camisetas como las que llevo, en la que se lee 'Jo parlo català, i tú?' Camisetas, hacen falta camisetas".