junio 2025 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom | lun | mar | mié | jue | vie | sáb |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 |
22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 |
29 | 30 | |||||
abril |
Decisiones y responsabilidades
Uno de los recelos a la ingeniería genética que expone Jürgen Habermas en El futuro de la naturaleza humana es el hecho de que los hijos puedan pedir responsabilidades a sus padres por las decisiones que hayan tomado sobre su persona. Por poner un ejemplo algo tontorrón, un hijo podría recriminar a sus progenitores que no hubieran previsto la posibilidad de una molesta alergia a la lactosa. Habermas parece suponer muy a la ligera que hoy día no podemos pedir responsabilidades a nuestros padres, arguyendo que somos fruto de leyes de la naturaleza que ni mucho menos controlamos por entero. Pero puede que se precipitara al llegar a esta conclusión. Peter Sloterdijk recoge una curiosa historia al respecto en Extrañamiento del mundo, libro que no habla de genética y que además es anterior al enfrentamiento sobre este tema entre ambos filósofos. Sloterdijk se pregunta justamente por si tenemos alguna posibilidad de dar a nuestros padres algún permiso simbólico y retroactivo para engendrarnos, y pone un ejemplo de las consecuencias que puede tener esta idea casi inconsciente y casi absurda: "La corte de justicia federal se ocupa en la actualidad [1993] de la demanda de una joven, que quería ser fotomodelo, contra su madre, bajo el cargo de que ésta, con vistas al riesgo de que su hija pudiera heredar la forma de la nariz del padre, desatendió su obligación de cuidado respecto a la hija por una elección no óptima de pareja". Claro que alguno dirá que no hay que tener muy en cuenta a una niñata acomplejada por una nariz ganchuda. Pero pongamos otro caso. Supongo que todos recordamos a aquellas dos mujeres sordomudas que decidieron tener una hija mediante fecundación in vitro -si no recuerdo mal- y que decidieron que esta niña sería sordomuda como ellas. ¿Tendrá derecho esta muchacha a exigir responsabilidades a sus madres por una decisión tan absurda? Otra decisión que se podría tomar hoy día sin necesidad de recurrir a la ingeniería genética: elegir el sexo del niño. El Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona -nada menos- avala que los padres puedan hacer esta elección, cosa que hasta ahora sólo se permitía para evitar enfermedades. El argumento que se esgrime es que lo mejor es que el niño sea lo más deseado posible. Claro que, del mismo modo que unos padres ansían, por ejemplo, tener una niña, también pueden querer que sea lista y guapa. Y, ya puestos a pedir, pelirroja, que así se sacaría un dinerito rodando anuncios, que los niños pelirrojos están muy solicitados. Es decir, ¿por qué una cosa sí entra en el supuesto "que el niño sea lo más deseado posible", mientras que las demás ni se mencionan? ¿Realmente es posible establecer alguna diferencia, una vez traspasado cierto límite? Claro que siempre cabe la posibilidad de que, simplemente, se esté allanando el camino para cuando el resto de opciones sí sean posibles. Aunque, la verdad, llegados a este punto, no sabría qué contestar si, siguiendo al doctor Watson, alguien me preguntara qué tiene de malo traer niños guapos y listos al mundo. Excepto que, de entrada y a falta de mejores argumentos, todo esto no me gusta ni un poquito así.
El amor es ciego
Hace pocos días tuve la desgracia de escuchar una canción de David Bustamante titulada No soy Superman. Como si alguien pudiera confundirlos. El caso es que los dos primeros versos de este tema son un tanto inquietantes: "No me quise enamorar / de esos ojos de cristal". A ver, no tiene nada de malo enamorarse de una ciega, ni muchísimo menos, pero me parece una forma un tanto desagradable de decirlo. Quizás es culpa mía, que me escandalizo por cualquier cosa o que no entiendo que uno de estos cantantuchos melódicos de repente se lance al realismo sucio en sus canciones, pero el caso es que me parece muy feo soltar algo así. Casi suena a burla. Aunque, insisto, igual lo que ocurre es que la manía de lo políticamente correcto no me deja disfrutar de la bonita historia de amor que plantea el ex concursante de televisión. Una historia atrevida y cargada de crítica social. Sin duda. De todas formas, es posible, por qué no, que quien escribiera la letra quisiera hablar del brillo de los ojos de la muchacha y le saliera esa barbaridad. Que no se diera cuenta de lo que había escrito, vaya. Pero no me hagáis mucho caso, porque seguramente me equivoco.
Aprovechar el tiempo
Siempre que suena un móvil en el metro, quien contesta suele decir algo así como "estoy en el metro, se va a cortar en seguida". Y, en seguida, claro, se corta. Dos segundos para hablar y los malgasta diciendo que tiene dos segundos para hablar.
La carga de los inmortales
Los más pesimistas aseguran que dentro de una o dos décadas se podrá contar con fármacos eficaces para alargar la vida. Sí, he dicho los más pesimistas: sólo hay que ver el tono en el que <a href=www.periodistadigital.com>El País trata este tema, centrándose en el paro juvenil, la necesidad de recursos para mantener a tanta gente tan mayor y la escasa capacidad de previsión y respuesta de los políticos. Es decir, los ancianos son y serán un problema, y esos cuentos de ciencia ficción en los que el Estado se encarga de quienes superan cierta edad no parecen tan lejanos. Cuando digo "se encarga" quiero decir, claro, que los asesinan, para evitarse molestias. El cuento más divertido de los que he leído al respecto es "Zero a Malthus", de Pere Calders, incluido en su Invasió subtil i altres contes. Después de que los japoneses descubrieran el suero de la vida eterna, el Estado ha de eliminar a quienes superen los setenta y cinco años, siempre que no sean declarados de interés nacional o de utilidad pública -sólo aplicable a genios y demás, eso sí-, en cuyo caso pueden obtener prórrogas o incluso permiso para ser inmortales. El pobre Valentí, que ya ha cumplido los setenta y cinco, intenta acceder a este estatus, pero sólo rellenando el cuestionario ya ve que le resultará imposible. Cuando llega al apartado de condecoraciones, por ejemplo, apenas puede anotar una medalla de bronce en un concurso de tiro al plato. O sea, que parece que vivir, simplemente vivir, será un incordio. Es más, puede llegar a ser un crimen. Quien se empeñe en superar cierta frontera será un insolidario, un ladrón, un inconsciente, a pesar de las pocas ganas que tenemos de morirnos y de la buena voluntad de quienes trabajan en esos fármacos para alargar nuestras vidas.
Espaldas y ofensas
Resulta que la espalda de una mujer con la marca de un tanga ofende. No a todos, claro, sólo a algunas asociaciones de consumidores, a unos pocos municipios y a unos cuantos políticos. La espalda es una de las fotos de la última campaña de promoción turística de España, cuyo lema es "España marca". Ante las protestas de quienes encuentran vejatorio usar el cuerpo femenino como reclamo, la imagen ya ha sido sustituida por una foto de playitas. O sea, por otra imagen más o menos igual de (poco) original Entre las restantes veintiuna imágenes de la campaña hay otra espalda. Ésta, de un hombre. Nadie se ha quejado, porque, como todo el mundo sabe, usar en publicidad un cuerpo femenino -en este caso, una espalda casi perfecta- es vejatorio y atenta contra la dignidad de las mujeres, pero usar el cuerpo de un hombre no atenta contra nada.