Jaime, 28 de febrero de 2003, 11:03:39 CET

La carga de los inmortales


Los más pesimistas aseguran que dentro de una o dos décadas se podrá contar con fármacos eficaces para alargar la vida. Sí, he dicho los más pesimistas: sólo hay que ver el tono en el que <a href=www.periodistadigital.com>El País trata este tema, centrándose en el paro juvenil, la necesidad de recursos para mantener a tanta gente tan mayor y la escasa capacidad de previsión y respuesta de los políticos. Es decir, los ancianos son y serán un problema, y esos cuentos de ciencia ficción en los que el Estado se encarga de quienes superan cierta edad no parecen tan lejanos. Cuando digo "se encarga" quiero decir, claro, que los asesinan, para evitarse molestias. El cuento más divertido de los que he leído al respecto es "Zero a Malthus", de Pere Calders, incluido en su Invasió subtil i altres contes. Después de que los japoneses descubrieran el suero de la vida eterna, el Estado ha de eliminar a quienes superen los setenta y cinco años, siempre que no sean declarados de interés nacional o de utilidad pública -sólo aplicable a genios y demás, eso sí-, en cuyo caso pueden obtener prórrogas o incluso permiso para ser inmortales. El pobre Valentí, que ya ha cumplido los setenta y cinco, intenta acceder a este estatus, pero sólo rellenando el cuestionario ya ve que le resultará imposible. Cuando llega al apartado de condecoraciones, por ejemplo, apenas puede anotar una medalla de bronce en un concurso de tiro al plato. O sea, que parece que vivir, simplemente vivir, será un incordio. Es más, puede llegar a ser un crimen. Quien se empeñe en superar cierta frontera será un insolidario, un ladrón, un inconsciente, a pesar de las pocas ganas que tenemos de morirnos y de la buena voluntad de quienes trabajan en esos fármacos para alargar nuestras vidas.


 
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