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Nociones de aeronáutica
Hay sentencias judiciales que me cuesta entender. Hoy por ejemplo leo que han condenado a un piloto a seis meses de cárcel por llegar tan borracho al aeropuerto que ni siquiera recordaba a dónde tenía que llevar el avión. Nos estamos volviendo locos con esta manía persecutoria hacia los fumadores. Volviendo al tema. Vaya por delante mi solidaridad con el comandante encarcelado. Yo soy absolutamente incapaz de subir a un avión si no estoy completamente borracho. Como para pilotarlo sobrio. Estamos hablando de aparatos que pesan toneladas y vuelan. Es ridículo. Alguno dirá: "No, es que llevan motores". Sí, bueno, pero los coches también tienen motores y no vuelan. A pesar de lo que nos prometieron para el año 2000. ¿Por qué? Porque pesan demasiado. Pura lógica. Está claro: volar va contranatura. Como por ejemplo los matrimonios. ¿Quién diablos quiere casarse? No, en serio. Hablemos sólo de la boda. Miles de euros tirados en un día. En un día muy aburrido. Si hay que ponerse traje, es porque vas a hacer algo odioso, como trabajar. Si a la gente le gustara casarse, lo haría cada año, como mínimo, y luego resulta que casi todo el mundo espera hacerlo sólo una vez en la vida. Aquí noto cierta falta de coherencia. Por eso me parece bien que los homosexuales se casen: ya está bien de privilegios. Y si no pueden tener niños, que los compren, como todas esas parejas que tienen que pagarse una niña china. Porque no las regalan, precisamente. Volviendo al tema otra vez, no era tan grave que el piloto fuera bebido. ¿Contra qué se iba a chocar? ¿Contra una nube? ¿Se iba a equivocar de carril y a ponerse a volar en contra dirección? Aquí hay mucho talibán que nos quiere decir cuándo podemos beber y cuándo no. Y luego a la hora de la verdad ellos hacen cosas peores, como por ejemplo leer las letras de Extremoduro. Pero es que por otro lado no entiendo cómo es posible que alguien sea capaz de subir a un avión sin haber bebido y sin ponerse a gritar "¡VAMOS A MORIR TODOS!" en cuanto el cacharro acelerara por la pista de aterrizaje. Eso hice yo la primera vez que volé. Gritaba y corría pasillo arriba y abajo. Dos azafatas de cincuenta años maquilladas como divorciadas francesas intentaron calmarme y fue entonces cuando descubrí que todo lo que salía por la tele era falso: ¿dónde estaban las azafatas veinteañeras y coquetas, con sus atrevidos escotes? Los atevidos escotes sí que estaban ahí, eso tengo que reconocerlo. Aún recuerdo con un escalofrío esa piel manchada y arrugada por haber tomado demasiado sol. No volví a ver esos escotes avejentados durante años. Hasta que fui por primera vez a Luz de Gas. Por cierto, molaría cerrar todas las puertas de Luz de Gas un sábado por la noche, con toda la gente dentro. Y prenderle fuego al edificio. Y luego para hacer un chiste macabro, tachar con un esprái la palabra "luz" y escribir la palabra "cámara". Vale, eso ha sido de mal gusto. Eh, pero al menos yo no llevo esos vestidos. Eso sí que es de mal gusto. A su edad, señoras... Total, que al ver a esas mujeres que no tenían nada que ver con las azafatas de las películas de los ochenta, caí al suelo en estado de shock. Desperté horas más tarde. En el hangar. Me habían dejado allí, en el suelo del avión. Tuve que sobrevivir tres días gracias a cacahuetes y latas de Coca-cola ridículamente pequeñas. Desde entonces, nunca vuelo sin haberme tomado al menos dos o tres Jameson con cola.
¡Elefantes grandes! ¡Socorro!
Otro grupo de científicos locos ha vuelto a decir tonterías para conseguir titulares, en esta ocasión amenazando con poner en peligro la civilización occidental tal y como la conocemos, que es como en las películas, pero algo más bajita y más gorda. Resulta que unos cuantos señores de la universidad de Kyoto quieren extraer ADN de restos congelados de mamut para resucitarlos. Sí. Quieren. Que. Los. Mamut. Vuelvan. A. La. Vida. Obviamente su plan aún no está demasiado perfilado. Su idea es introducir los embriones de mamut en un útero de elefante. No sé si estos señores recuerdan Teo en el zoo, pero me da que eso es como meter embriones de gorila en úteros de chimpancé. Al principio, bien, pero luego igual alguien acaba reventando (pista: la madre). Hay que detenerlos ya: aún estamos a tiempo de darles con un bate en la cara o algo parecido. Seguro que en estos precisos instantes están despistados, soltando mwahahas y frotándose las manos. Luego será tarde: porque comenzarán a carcajearse con eco y gritarán "¡están vivos, nuestros mamuts están vivos!" Y después morirán aplastados. Por los mamuts. Cuando se alcen y salgan del laboratorio, con la trompa en alto y destruyéndolo todo a su paso. Claro. Pero si sólo fuera eso, pues bien, ningún problema: nadie se ha quejado nunca de la muerte por aplastamiento de tres o cuatro científicos, al menos que yo recuerde. Pero es que la ola de terror paquidérmica continuará. Y es que hay que recordar que los mamuts son elefantes grandes con pelo y todo el mundo sabe que los elefantes son animales peligrosísimos que enfurecen en presencia de sus enemigos más feroces: los coches. A los cuales aplastan sin piedad. Porque los coches lo único que hacen para defenderse de los elefantes es poner en marcha la alarma. Sí: cada vez que de noche nos despierta la alarma de un coche, es porque hay otro elefante encima, destrozándolo. Y cada vez que me despierto, después de darme cuenta de que en realidad no estoy en las trincheras de Verdún y tras reconocer el llanto de un coche, espíritu, emblema y mascota de la civilización occidental (tal y como la conocemos, pero con dos donuts de más) se me encoge el alma y derramo unas lágrimas mientras canto el himno de Toyota. Esta frase anterior ha sido larguísima. Voy a cambiar la puntuación para hacerla más asequible: Y cada vez que me despierto, después de. Darme cuenta de que, en realidad no estoy en las. ¡Trincheras de Verdún!, y tras reconocer: el llanto de un coche --espíritu, emblema y--. Mascota; de la civilización occidental (tal y como la conocemos, pero con dos donuts ¿de más?) se me encoge = el alma > y derramo u. Nas lágrimas mientras can; to el himno de Toyota. Mucho mejor. Más fácil de leer. Así, en varias frases. Luego me calzo mis botas, agarro mi fusil con mira telescópica y salgo a la calle a intentar cazar a otro elefante asesino. Esto lo puedo hacer porque mi fusil está preparado para matar elefantes, aunque por desgracia hasta ahora sólo he sido capaz de destrozarle la rodilla a un guardia (en mi defensa alegaré que estaba muy gordo; yo, no el guardia). Pero claro, cuando los mamuts vuelvan a poblar la tierra, mi fusil no servirá de nada. Como mucho les destrozará las rodillas. ¡Y tienen muchas! ¡Jamás lograría detenerlos! Y no sólo eso: un mamut no sólo podría con los coches, sino también con las furgonetas e incluso con los camiones. Por si alguien duda, sólo tiene que pensar en cuántos camiones había en la época de los mamut (pista: menos de tres). De hecho, este equipo de científicos quiere saber por qué se extinguieron los mamut cuando está claro: agotaron las existencias de camiones y murieron de aburrimiento. En definitiva, por culpa de estos japoneses peligra el parque móvil mundial. ¿Es que nadie piensa en los coches? ¡No hay párkings para todos, maldita sea! Por eso propongo que estos tipos no sólo sean detenidos, sino que además se les degrade de científicos japoneses a psicólogos españoles. Para evitar males mayores y por supuesto dar ejemplo. Por otro lado, es posible que el artículo que publica El Mundo no sea más que una broma pesada de algún graciosete, dado que se refiere a una capa subterránea de hielo con el nombre de permafrost, cuando todo el mundo sabe que eso es algo de las neveras caras.
Entrevista
A: Buenos días. B: Buenos días. A: Venía por lo de la oferta. B: Ah sí, pase, pase. Estos limones son fresquísimos y sanísimos. Muerda, muerda... Y sólo un euro el quilo. A: No, quiero decir que venía por la entrevista. B: Ah, disculpe. Siéntese por favor. A: No puedo, no tengo culo. B: Vaya, lo siento. A: No, no se preocupe. B: ¿Lo perdió en un accidente? A: No, qué va. Nunca tuve. Mis padres eran humildes trabajadores y no les llegaba para todo. Tampoco pudieron pagarme la oreja izquierda. B: Vaya hombre. Pues recuéstese de lado en el triclinium. A: Gracias. Ay, qué cómodo. B: ¿Verdad? Es que esta empresa está pendiente de que sus empleados estén a gusto, tengan culo o no. Mire, yo tengo culo y me han dado un cojín. A: Qué bien. A mí los cojines no me acaban de... B: Ya me imagino. Al no tener culo. Empecemos con la entrevista, si le parece bien. Soy una persona ocupada. ¡Mire! ¡El sudoku está a medio hacer! A ver... Horizontal, cuatro letras, capital de Italia. A: Hum. ¿Ha usado el nueve? B: Sí, está aquí. A: Entonces es un tres. B: Oh, gracias. Pero pasemos a la entrevista. En su último disco se notan las influencias del blues más americano. ¿Por qué este giro desde sus anteriores trabajos? A: ¿Cómo? B: Vaya, un sordo sin culo. En su último disco se notan las... A: Pero que yo no soy músico. B: ¿No? A: No. B: Disculpe. Qué tontería. No sé dónde tengo la cabeza. A: Ahora que lo menciona, a mí me ha extrañado verla encima de esos papeles. B: Oh, vaya. Ahora mejor. Sobre los hombros y tal. A: Sí, desde luego. Está un poco torcida, por eso. B: Ya, es que me di un golpe de niño. Pero al menos me va bien para leer en diagonal. En fin. No es músico. Qué despiste el mío. ¿Hasta qué punto su última novela es autobiográfica? A: No, oiga, que tampoco soy escritor. B: ¿No? A: No. Venía por la entrevista de trabajo. B: ¿Entrevista de trabajo? Espere, que le imprimo mi currículum y lo comentamos. Estaba buscando un nuevo empleo porque... A: No, no. Soy yo el que viene a buscar trabajo. Usted me entrevista a mí. Vengo por la oferta que aparecía en Infojobs. B: Boh. Pues es la entrevista más aburrida de las que podía hacerle. ¿No prefiere que hablemos de su nuevo libro? ¿No? ¿En serio? ¿No? ¿No? ¿Seguro? Bueno, pues nada. ¿Y para qué puesto era? A: Jefe de Cosas. B: Ah, es un buen puesto. El sueldo está muy bien: dos cuencos de sopa al día. Uno de ellos se lo puede llevar a casa en tupper. El tupper lo pone usted. A: Bien. B: Tendría derecho a autobús de empresa. El billete lo paga usted. El horario es bueno: hay que estar aquí cuando salga el sol y salir cuando los barres bajen las persianas. El ambiente de trabajo es excepcional: los compañeros son todos muy buena gente. Eso sí, están todos en Rumanía. A: ¿Y cuáles serían mis funciones? B: Pues el jefe de cosas básicamente recibe instrucciones de dirección y luego las grita a sus subalternos, que harán caso omiso de sus órdenes. Claro, están en Rumanía y por muy fuerte que grite, no le oirán. A: ¿Por qué no se usa el teléfono? B: ¿El teléfono? ¿No será usted el clásico listillo que llega y pone en duda los procedimientos que llevan décadas aplicándose con éxito? A: Pero es que no funciona. Si no me van a oír... B: ¿Ah no? ¿No funciona? Y entonces explíqueme cómo es posible que la empresa no quebrara hasta hace dos años. A: ¿Ha quebrado? B: No haga preguntas estúpidas. Que si ha quebrado... ¿No ve la grieta que atraviesa el despacho de pared a pared? Eso sí, es una quiebra estructural. Del edificio. No financiera. ¡Me está haciendo perder el tiempo! ¿Le interesa el puesto o no? A: Buf. Ahora me da pereza. B: ¿Y eso? A: No sé. Casi prefiero hablar de mi disco. B: ¿Lo ve? Si ya se lo decía yo. Pero vayamos a una cafetería a comentarlo, que la grieta se está abriendo aún más y creo que el edificio va a derrumbarse. A: Igual no deberíamos usar el ascensor. B: ¿Qué ascensor? A: Yo he subido en ascensor. B: ¿Hay ascensor? Qué cosas. Nunca te acostarás sin saber una cosa más. Y menos mal, porque llevaba tres semanas despierto con la tontería. Lo peor es que me equivoqué y en vez de unas enormes ojeras, se me han puestos unas enormes orejas. Y mire qué negras están. A: Al menos tiene culo. B: Eso sí.
España se droga
Jaime Rubio fue conducido ayer ante el juez por las declaraciones hechas en la barra de un bar en las que aseguró que "todos los deportistas se dopan". Rubio puso así en tela de juicio los logros del deporte español de los últimos años, logros que se han conseguido a pesar de que los deportistas de otros países sí se drogan. Pero claro, los yonkis de la NBA o los ciclistas extranjeros adictos a su propia sangre no tendrían nada que hacer contra la FURIA ROJA si no usaran estas sustancias que mejoran su rendimiento. El abogado de Jaime Rubio, un mafioso ruso que ha estudiado Derecho en la cárcel y que está haciendo las prácticas en Cuatrecasas, explicó que había aceptado llevar a su cliente "a pesiar de que camariada Rubio tomar café esta mañana... ¿O eso no ser droga?" Ante las protestas de Rubio, el juez aseguró que no toleraría indirectas en su juicio, por lo que el letrado Karlov pasó directamente a llamar "gilipuertas" al acusado. El fiscal interrogó hábilmente al gilipuertas, preguntándole si pensaba que todos los españoles se drogan, a lo que Rubio intentó responder nadie sabe exactamente qué, porque todo el público pasó a corear el estribillo de España se droga, de Siniestro Total. El juez ordenó a los alguaciles que calmaran al público, cosa que se consiguió gracias a los siempre alegres porrazos y bombazos lacrimógenos. Una vez se hubo ventilado la sala, el fiscal aprovechó para explicar que los deportistas españoles no se drogan porque sería abusar "y cualquier insinuación de lo contrario no es más que antiespañolismo". Rubio contestó que la única diferencia entre los deportistas que pasaban los controles y los que no, era que los médicos que les llevaban sabían mejor lo que hacían. Ante esta respuesta, el juez no pudo evitar arrugar la nariz en señal de desagrado. La nariz del acusado. La arrugó con un hábil golpe de mazo. El fiscal dio las gracias al juez por el necesario arrugamiento y preguntó a Rubio si era cierto que antes del arresto había llegado a asegurar que había deportes "en los que los controles son ridículos o inexistentes, como en el fútbol" y si tenía pruebas que demostraran tal cosa. El acusado se limitó a balbucear, evidenciando su culpabilidad, aunque en declaraciones posteriores le echaría la culpa a la nariz rota y a la sangre que le resbalaba por la cara. Con esto concluyó la intervención del fiscal, que fue recibida con aplausos. Varias señoras del público le arrojaron claveles, que él recogió, besó y se llevó al corazón en un gesto de entregado agradecimiento. El abogado de Rubio se ajustó la corbata y el nomeolvides y explicó al juez que él venía de un país en el que los deportistas se dopaban porque eran comunistas. "¿Acaso es usted comunistia, senior Rubio?" El acusado contestó con una pregunta: "¿Pero usted no es mi abogado?", que llevó al juez a suspender el juicio, dado que quedaba claro que Jaime Rubio no estaba "en plena posesión de sus facultades mentales, dado que ni siquiera es capaz de reconocer a su propio letrado". Aun así y a modo preventivo, el juez condenó a Rubio a ir todos los lunes y miércoles durante seis meses a un gimnasio, "aunque sea a mirar, y así aprenderá de dónde nace realmente el pundonor y la entrega que han hecho de los españoles una raza superior en cuyo imperio todo son copas y medallas de oro". A pesar de la inicial confusión por el uso de la palabra "copas", la sentencia fue recibida por el acusado con llantos y gritos de dolor y horror. A la salida, Rubio explicaría que una vez pasó en taxi por delante de un gimnasio y que desde entonces tiene agujetas y se siente terriblemente cansado cuando no duerme sus trece horas diarias.
Débiles y cobardes
Dejar de fumar es fácil. Facilísimo. Sólo hace falta una voluntad de acero como por ejemplo la mía. De hecho, para demostrar a toda esa panda de débiles y cobardes fumadores lo simple que es reunir un poco de fuerza y dejar a un lado el feo y maloliente vicio del tabaco, dejé de fumar hace un par de meses. Sin más. Sin parches, ni chicles, ni heroína. Me compré el último paquete de cigarrillos, salí a la calle, lo alcé y grité: "¡No podrás conmigo, maldito!" Lo estrujé entre mis dedos y lo tiré a una papelera. Mientras tanto, un niño que pasaba por ahí, se puso a llorar y a gritar mamá, mamá, un señor me da miedo. No sé a quién se refería porque yo no soy un "señor", sino un "joven". Cuando les referí este hecho a mis amigos, algunos de ellos se atrevieron a decir que lo mío no tenía ningún mérito, ya que yo no había fumado en mi vida. Indignado, sin soltar una sola palabra y a pesar de los peligros de una posible recaída, le agarré un cigarrillo a uno de esos envidiosos, me lo encendí y aspiré el humo. Después de toser sangre durante tres cuartos de hora, apagué el pitillo sin ni siquiera sentir la necesidad de acabármelo y les miré con mirada de "¡ja!" Sí, lo había vuelto a hacer. Había dejado el tabaco dos veces el mismo día. Y en esa ocasión, después de fumar. Ya nadie me podía reprochar nada. Y lo más importante: ni siquiera había engordado. Está mal que lo diga yo, pero es que soy la hostia. El más empedernido de mis supuestos amigos empezó a poner excusas absurdas para no quedar como UNA NIÑA. Me dijo que con un cigarro no valía, que la dependencia trabajaba durante años y que la nicotina nicotiniza y el cáncer crea adicción o no sé qué historias. Ridículo: cuantos más hayas fumado, más fácil será dejarlo porque estarás más lleno. Evidentemente. -Deberías probar a estar un tiempo sin tomar cerveza, para que te hagas una idea. Eso dijo. Eso. Dijo. Cuando la gente ve que está perdiendo una discusión -como le suele pasar conmigo- no sabe más que esgrimir argumentos ridículos y temerarios. ¡Dejar la cerveza! ¡Y si quieres dejo también de respirar! ¡Hijo de la gran puta! La cerveza es un alimento que se hace a partir de cereales: es el desayuno perfecto, como intento explicar a todos los que me ven en el bar a las nueve de la mañana. La cerveza también tiene antioxidantes, fibra y es de un color bonito. Dejar la cerveza sería como dejar la fruta o el pan. Algo innecesario y estúpido. De hecho, gracias a la cerveza, he dejado la fruta y el pan. ¡No me hacen ninguna falta! Me indigné tanto que las lágrimas me entelaron la mirada. Pero cómo. Pero cómo. Pero cómo se atrevía a decir algo así. A pesar de que sentía un nudo en la garganta fui capaz de darle la espalda a aquel ser tan ruin y despreciable. Casualmente de cara al camarero. Aproveché para pedirle otra cerveza. A partir de entonces imagino que la adrenalina causada por la rabia me hizo perder en parte la consciencia porque recuerdo bien poco de lo que pasó el resto de la noche. Y eso a pesar de que las fotos que han colgado en Facebook iluminan algunas de las escenas olvidadas. Aunque creo que las que me muestran desnudándome en el escenario de Luz de Gas al lado de una señora de cincuenta y dos años son un claro MONTAJE. Pero en fin. Estoy acostumbrado a las campañas de desprestigio. Son las tabacaleras, que saben que no pueden hacer frente a mis denuncias. Soy el Julian Assange de la Philip Morris, como le intenté explicar a la estanquera antes de que llamara a la policía. -No sé, ha entrado aquí y se ha puesto a gritar y a llamarnos débiles y cobardes. Sí, aunque parezca mentira, esas fueron las palabras exactas que le dijo a la policía. ¿Y a quién creyeron los agentes? Obviamente, a aquella embustera. Claro, como la policía está al servicio de las grandes empresas del petróleo y el tabaco, yo no tenía nada que hacer. La prueba es lo mal que les sentó que les dijera que deberían cambiar su placa por el logo de la Shell. Incluso me acusaron de oler a alcohol, cosa simplemente imposible ya que acababa de tomarme un caramelo de menta. Y además, ¿cómo iba a oler a alcohol en un estanco, si el olor a tabaco lo tapa todo? En fin. Todo mentiras. Y dejar el tabaco es fácil. Sólo hace falta tener un poco de fuerza de voluntad y dejarse de excusas propias de gente débil y cobarde. Por cierto, si alguien puede avisar a mi abogado y decirle simplemente que "otra vez lo mismo", me hará un favor. Decidle también que esta vez no me riña. Que cuando me riñe me pongo triste.