La verdad acerca de Franco


El historiador Jordi Bilbeny ha publicado unos libritos que en los que asegura que Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes eran catalanes o, como mucho, checos, pero jamás y en ningún caso españoles. Pues precisamente yo estoy a punto de publicar un estudio interesantísimo que demostraría que Francisco Franco también era catalán. Su verdadero nombre sería Francesc Francés, y habría nacido en Les Borges Blanques. Allí conoció a Francesc Macià, de quien heredaría su vocación militar. Al parecer, Franco bailaba muy bien la sardana y tocaba la tenora. Ganó la Flor Natural en los Juegos Florales de su pueblo con un poema titulado "El meu cor plora pels teus ulls", militó durante una breve temporada en la Lliga Regionalista e incluso publicó un artículo en La Veu de Catalunya en el que defendía más autogobierno para su país. Cuando fue destinado a Marruecos, Francés ocultó su origen y cambió su nombre. Y todo por culpa de un error absurdo. Al parecer, unos compañeros, en lo que vendría a ser una alegre novatada, le dieron una paliza "por enano, voz de pito y cara pan". Como le sangraban las orejas después de los bofetones que le habían sacudido, no entendió bien las dos últimas palabras. Se puso en pie como pudo --aunque esto no tuvo mucho mérito, ya que al ser pequeñajo, no había mucho que poner en pie-- y, después de escupir dos dientes dijo: "Jo no sóc català". Con esto esperaba ahorrarse futuras palizas, pero sólo consiguió que le llamaran "el gallego" en tono de burla. De ahí su resentimiento con los catalanes. Siempre creyó que su origen había sido la causa de aquella mala experiencia. Franco se empeñó en ocultarlo desde entonces y desde luego creyó haberlo logrado. Pero no contaba con que muchos no descansamos hasta que encontramos la verdad. (Dicho sea de paso: sospecho que Jordi Bilbeny es en realidad sevillano y que su verdadero nombre es Jorge Bilbao. Seguiremos informando.)


 
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Los fantasmas del capitalismo


La fábrica de Martorell de Visco S.A. está encantada. No de la vida, sino por un fantasma. O al menos eso dicen sus empleados. Son muchos los testimonios, pero los últimos son quizá los más escalofriantes, por cercanos. Por ejemplo, un antiguo guardia jurado afirma haber oído voces y ruidos en el despacho del presidente casi cada noche. En más de una ocasión entró a ver qué pasaba, para encontrarse la habitación vacía. Un detalle importante: su curtido pastor alemán se negó a entrar. Hay más: seis jóvenes entraron un sábado por la noche de febrero en la fábrica, colándose por una ventana rota y con la única intención de beberse unas botellitas de vodka y martini a resguardo de la tormenta que estaba cayendo. Oyeron ruidos, gruñidos, quejas, insultos. Creyeron entender algo así como "esta juventud no respeta nada". Salieron corriendo y nunca han querido ni siquiera volver a acercarse al lugar. Los empleados tienen sus propias ideas al respecto: "Es el señor Ramón --explica uno de los más antiguos trabajadores de la fábrica--. Cuando se jubiló en 1922 ya dijo que estaba en contra de los cambios modernos que se habían introducido aprovechando su ausencia, como la media hora para comer o la jornada de doce horas. Cosas de comunistas, decía. Se murió del disgusto al ver cómo los pobres niños dejaban de trabajar aquí y de llevar un siempre agradecido sueldo extra al núcleo familiar, como hacía mi propio padre. Un sueldo pequeño, claro, pero es normal, los niños también son pequeños". No es el único caso de empresa con fantasma. Las oficinas centrales de la aseguradora suiza Umfall también cuentan con la visita del fundador Matthias Sicher, fallecido en 1932. Al parecer, Sicher se pasea por el piso diecisiete del edificio de Ginebra, bebiendo lo que parece una botella de ídem y lamentando que su mujer se haya ido con otro. La médium Anna Keingeist consiguió contactar con él en una sesión de espiritismo. Sicher la obligó a escribir las siguientes palabras: "Aburrida decía aburrida los seguros no son aburridos accidentes muertes incendios eso no es aburrido con un músico la música sí que es aburrida puta ópera de mierda gordas gordas todas gordas y gritando". Otro caso famoso es el de la barcelonesa Papercat. El hijo del dueño murió en un terrible accidente de tráfico. Su fantasma ha sido visto en más de una ocasión aparcando un descapotable en el garaje a las once de la mañana y saliendo de las oficinas en dirección al coche a las doce menos cuarto, musitando: "Hala, ya he cumplido, osti tú, lo que s'ha de fer per cobrar un sou, on cony he deixat el mòbil?" Al parecer, el espectro está condenado a ir a trabajar cada día y buscar durante toda la eternidad un móvil con setecientos mensajes de texto guardados, además de cincuenta fotos y trescientos contactos. Como para perderlo. De todas formas, el caso más conocido de empresa con fantasma es el de la madrileña Pichi, S.A. El jefe de ventas murió de un infarto en 1996 y desde entonces su fantasma se pasea por las oficinas, arrinconando junto a la máquina de latas o en cualquier pasillo al primer novato que ve. Y aterrorizándolo con sus horribles palabras dignas de los setenta y siete demonios más crueles del infierno: "El otro día estuve en Barcelona y le vendí cincuenta mil unidades al Saladrigas. Qué tontos son estos catalanes. Le digo, venga, date prisa que cojo un avión. Mentira, pasaba noche allí. Date prisa, le digo, que tengo que venderle cincuenta mil unidades a Mateo. Allí la cagó, el gilipollas. ¿Que el Mateo te va a comprar qué? Firmando como un hijo de la grandísima puta. Venga a comprar, y yo pensando que le tendría que haber dicho cien mil, con dos cojones. Ese se hubiera comido una mierda si le digo que le había meado al Mateo en la cara. Fíjate qué reloj más guapo me he comprado con la comisión que me va a llegar. Mira: cronógrafo, esta aguja que tampoco sé para que sirve, correa de piel... Huele, huele... ¡Coño, huele, no te quedes ahí pasmado! Piel auténtica. Y a juego con el salpicadero del Mercedes nuevo. Todo pagado por los catalanes. Que se quejen con motivo, los cabrones".


 
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La justicia no es ciega en Asnalia: lo examina todo con lupa


La justicia en Asnalia es una delicada y afilada máquina de precisión. En este país, la balanza que simbólicamente la representa no es la de un frutero que cobra novecientos gramos a precio de kilo, sino la de una precisa balanza kern de laboratorio en la que se tienen en cuenta todas y cada una de las pruebas y testigos. Un caso reciente que prueba el meticuloso celo de los jueces asnaleses es el de Manuel Denisovich. Cuando se le arrestó en un céntrico bar, tenía un cuchillo ensangrentado en la mano y el cuerpo de un amigo que le debía dinero yacía desangrado a sus pies. Según varios testigos, Denisovich le había degollado al mismo tiempo que gritaba: "¡Te desollaré como a un cerdo!" Sin embargo, la siempre inconformista justicia asnalesa decidió someter al presunto asesino a la prueba del polígrafo. A la pregunta "¿mató usted a su amigo Pablo Grushenko?", Denisovich contestó que sí y el polígrafo determinó que mentía. El juez encargado del caso le puso en libertad. El resto de pruebas eran circunstanciales. O mejor dicho, consustanciales. Consustanciales con el alcohol. Todos los testigos, incluido Denisovich, estaban borrachos. Por tanto, uno no se podía fiar de ellos para esclarecer los hechos. Alguien le podría haber tendido una trampa a un hombre inocente, aprovechando la coyuntura. Y es que en los bares se bebe. Esto no se suele reconocer abiertamente, pero está más que demostrado. En cambio, el detector de mentiras no había probado ni una sola gota aquella mañana en la que sometió a prueba a Denisovich. Alberto Stepanov, alias el Polígrafo, aka el Detector de Mentiras. Un tipo casi siempre sobrio, con amplios conocimientos de psicología. No en vano, está suscrito a la revista Quo. "Yo miro a los ojos de la gente --explica esta máquina humana de la verdad--, y siento en seguida si me mienten o no. Es como una conexión con el interior de la persona". La UCA, Universidad Central de Asnalia, sometió a prueba su capacidad de disección del ser humano. Varios voluntarios le decían algo acerca de su vida, algo que podía ser cierto o no. Stepanov supo si le mentían o no un cincuenta y tres coma ocho por ciento de las veces, superando el cincuenta por ciento que cabría esperar si todo dependiera de la suerte. Por tanto, no es sorprendente la confianza (ciega) de la justicia en este hombre.


 
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Hacer frente a las adversidades


La historia de Ana María Ruiz Gutiérrez es todo un ejemplo de voluntad y espíritu de superación. Una historia que debería hacer reflexionar a la juventud de hoy en día, perdida en las drogas, los programas de televisión y los videojuegos violentos que incitan a los asesinatos en masa, a los abortos, al incendio de grandes superficies forestales sólo por diversión y no por negocio, y a decir palabras malsonantes como por ejemplo joder y mierda. Ana María Ruiz Gutiérrez, a quien llamaremos Julia para conservar su anonimato, perdió el teléfono móvil el 26 de septiembre del año en curso. Dada la pobre capacidad adquisitiva de su familia, tuvo que esperarse cuatro días hasta que sus padres cobraran antes de ir a un centro comercial a comprarse uno nuevo. Durante esos cuatro días estuvo completamente incomunicada, aislada de la sociedad, angustiada ante la posibilidad de quedarse sin amigos. "Fue durísimo --explica--. Imagina: la gente me llamaba y yo no podía contestar. ¡Ni siquiera sabía si me estaban llamando o no! O quedaba con alguien y luego salía de casa sin poder ver los mensajes. ¿Y si la gente con la que había quedado no podía venir o llegaba más tarde? Lo peor era cuando veía un gato y no le podía hacer una foto con el teléfono. Pasé una angustia brutal. Le tuve que coger una caja de tranxilium a mi abuela. Fui muy inteligente: le quité las pastillas y dejé la caja. Así nadie sospechó que le habían robado las pastillas, sino que creyeron que se las había tomado todas por error. Como está mayor y se despista fácilmente... Le hicieron un lavado de estómago". Sí, fue un trago muy duro para toda la familia. Excepto para la abuela. Para ella fue un trago en sentido inverso. Pero todo acaba y Teresa se hizo con un móvil nuevo y ya puede recibir llamadas en los bares y fotografiar gatos con su teléfono, frase tan absurda como lo pueda ser "escuchar música con un cepillo de dientes" o "imprimir documentos con una rueda". Puede que con suerte en un futuro nadie tenga que pasar por algo así. Quizás dentro de unos años los móviles se reemplacen automáticamente, sin provocar penas y dolores innecesarios a sus usuarios. En todo caso, quede la traumática experiencia de María José como ejemplo para generaciones venideras. Sin duda, la fortaleza de Nieves durante estos días reconforta: puede que no esté todo perdido, puede que la humanidad tenga futuro, puede que el ser humano no sea una alimaña corrupta desde su nacimiento, puede que hay cogido una gripe, no sé, me duele la cabeza y siento malestar general.


 
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Se vende armario


Bujeros S.A. es una innovadora inmobiliaria que vende y alquila armarios en pisos céntricos de las grandes ciudades. "La idea se me ocurrió haciendo limpieza en casa --explica Josep Rierols, presidente de la compañía--. Conseguí vaciar un armario que tenía lleno de basura y me dije, coño, en vez de amontonar más trastos, podría meter aquí a un inmigrante, o a un joven, o a ambos". Y así le realquiló el espacio a una estudiante de económicas. La experiencia fue tan buena que convenció a sus amigos para que pusieran algún armario a su disposición. Poco después fundaba su empresa. "Tenemos armarios de todo tipo y de todos los tamaños en toda España. Queremos atacar el resto de Europa, pero tendremos que esperar a que allí la relación entre los sueldos y el precio de los pisos nos sea aún más favorable". ¿Y cuánto cuesta vivir en un armario? Depende: "No es lo mismo uno empotrado de obra, que uno de roble, que uno de Ikea. En todo caso, se puede decir que estamos entre los cincuenta mil y los ciento veinte mil euros, con todas las excepciones que uno quiera. Por ejemplo, la gama de lujo, que comprende vestidores en la zona alta, puede llegar fácilmente a los doscientos mil". De sus clientes no se puede decir que estén insatisfechos. "Sé que quizás alguien crea que tengo poco espacio --explica Juan María Gutiérrez, un joven director de marketing que vive en un amplio armario de dos metros cuadrados--, pero hay que valorar otras cosas: primero, que puedo colgar todos mis trajes baratos; segundo, que vivo a dos manzanas de la oficina; tercero, que me ahorro una pasta en gas, luz y agua". Gutiérrez explica que ha aprendido a valorar lo fundamental: "¿Para qué quiero una Play Station 2 (o 3), si con una PSP me basta?", apunta. Este treintañero, como la mayoría de residentes en armarios, come en bares y se ducha en el gimnasio. Para lo demás, un práctico orinal es suficiente. Claro que también hay que tener suerte con los vecinos, es decir, con quienes ocupan toda la casa menos el armario en cuestión. "Yo antes vivía en el ropero de un niño --explica la doctora Casademunt--. Como me quedaba leyendo hasta tarde, la luz se colaba por las rendijas y el chaval se empeñó en que había un monstruo allí dentro. Fue divertido hasta que juntó a un par de amigos, me dieron una paliza con los palos de golf de su padre y me dejaron encerrada dos días". Y es que la única queja que comparten todos es que la cerradura, cuando la hay, sólo está por fuera. En todo caso, queda claro que Rierols y Bujeros S.A. le han dado un nuevo significado a la expresión "salir del armario": "Para mí significa ir a dar un paseo" --dice Gutiérrez, y sonríe tanto que sus ojos se cierran como los de un topo.


 
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