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El coleccionista
Es curioso esto de perder cosas. Sin ir más lejos, no sé dónde he dejado El grito, de Munch. Estaba redecorando, lo descolgué y ahora no sé si lo guardé en algún armario o si lo he tirado sin querer con unas cajas que tenía amontonadas en el altillo. Digo que es curioso porque mientras buscas lo que has perdido no lo encuentras y cuando dejas de buscar, aparece. Ya encontraré el cuadro, imagino. Estará donde menos te lo esperas, ahí a la vista, pero qué tonto, si has pasado cincuenta veces por delante. Es una pena, de todas formas. Con lo que me costó robarlo. Porque me daba pereza, más que nada. Una vez estás allí, no, pero eso de levantarse del sofá, coger un avión, alquilar un coche... En fin, un agobio sólo de pensarlo. Me sobrepuse a mis pocas ganas de salir de casa porque yo soy un amante del arte. Tengo una pequeña, pero destacable colección: una reproducción del Guernica que me regaló la Caixa, una última cena que me regaló la Caixa y uno buenísimo que compré en Sitges con unos perros jugando al póquer. Es superrealista. Parece que vayan a decir de un momento a otro: "¡A mí dame tres!" o "¡Las veo!" Me gusta el arte que representa cosas de verdad. Por eso, debajo del cuadro de Munch tenía una grabadora. Cuando contemplaba el cuadro le daba al play. Había una cinta llena de gritos míos. Noventa minutos de gritos. Así la cosa era más realista porque el cuadro muy real no es. ¡Aaaahh! ¡Aaaaahhh! ¡AHAAAHAAHAA! Que sensación. El Guernica tampoco es realista, pero es que es Picasso, qué esperabas, se le rompió la muñeca y por eso le salían todas las caras de lado. O igual se quedó en primero en la carrera de arte y no pasó de los egipcios. Con lo que se ha avanzado desde entonces. Ahora no hace falta que los edificios acaben en punta, por ejemplo. Y hay ventanas. Las ventanas son un gran invento, y no sólo en verano.
Escándalo
Creo que me he perdido algo estos días. Lo digo porque ayer le llevé mi último cuadro a mi marchante y puso una cara muy rara cuando lo vio. Se titula Retrato de Mahoma borracho bailando la polca con un futbolista desnudo. Mi marchante me pidió que por favor le cambiara el título. Total, decía, si es de estos modernos, con manchas, podría ser cualquier cosa. Obviamente me negué. Qué se ha creído. Yo hago ARTE. Yo no pinto paisajes de encargo que acaban en el pasillo de una casa de Cornellá. Mis cuadros acaban expuestos donde acaban las grandes obras de los más grandes artistas: en las sedes de bancos. Y no son manchas: son sensaciones, impresiones, ideas. Por supuesto, los títulos no son porque sí. Ayudan a comprender el mensaje que quiero transmitir. Lo sitúan. O, por el contrario, son pistas falsas para extraviar a los conformistas de mirada obtusa que no merecen lo que yo doy en cada una de mis obras. Que no es poco. Doy todo un mundo. Vamos, que no soy un mercenario que cambia sus obras sólo para que no se escandalicen los burguesitos. Me ofreció rebajar su comisión y acepté. Ahora se titula Retrato de Mahoma borracho bailando un vals con un futbolista desnudo. Yo no sé qué tiene este hombre con la polca. También me hizo cambiar el título de Jordi Pujol borracho bailando la polca con una señorita de Teruel. El de Mahoma lo ha comprado el mismo banco japonés que compró el de Pujol. Es una serie que estoy preparando. Gente importante bailando borracha. Un vals, claro, porque la polca no le gusta al señorito. No sé qué se imagina que es una polca. En Japón gusta mucho. Mi serie, digo, la polca no. Bueno, igual la polca también, vete a saber, estos japoneses son muy raros. Como viven tan lejos.
Interés informativo
PRESENTADOR: Buenas noches, tenemos con nosotros a Leandro Sevilla, un honrado padre de familia que guarda voto de silencio desde hace ya trece años. Y eso a pesar de haber reconocido por escrito que no tiene ningún motivo para hacer tal cosa. Buenas noches, Leandro. LEANDRO: Buenas noc... ¡Mierda! P: ¿Qué ocurre? L: ¿Cómo que qué ocurre? Trece años sin abrir la boca y ahora, con los nervios del directo, le doy las buenas noches como si nada. P: Vaya, lo siento. L: No se preocupe, no es culpa suya, usted sólo se comportaba de forma educada. Bueno, al menos mi mujer dejará de darme la tabarra. Ya está bien de tanto callar, a ver si hablas un poco, que aquí sólo hablo yo, cocorocó cocorocó. En serio, qué pesada se pone. No sabe respetar las decisiones ajenas. P: Sí, en fin, me sabe mal tener que decirle esto, pero... L: Diga, diga. P: Es que usted ha dejado de tener interés informativo. L: Ya... Lo comprendo. P: Lo siento, pero... L: No se preocupe. Siga con lo suyo. P: Bueno, pues gracias. Buenas noches y buena suerte. L: De nada. Un placer. Buenas noches. P: Pasamos a otros temas de actualidad. ¿Las mariposas son animales homosexuales o su nombre engaña? El próximo reportaje intenta desentrañar este misterio que ha traído de cabeza a los biólogos desde que... L: Oiga, sé tocar el acordeón. P: ¿Perdón? L: No, por si quiere entrevistar a alguien que toque el acordeón. P: No, gracias, no me interesa. Como les decía, el reportaje que verán a continuación... L: También se hacer trucos de magia. Mire, ¿ve esta moneda? Mierda, se me ha caído. P: Oiga, estoy intentando introducir un reportaje de alto nivel. L: ¿Dónde se ha metido...? Aquí abajo está muy oscuro. ¿No tendrá un mechero? P: Pues no. L: Es que era de dos euros. Bueno, es igual. El verano pasado estuve en Vietnam. ¿Vengo mañana con las fotos y hablamos sobre ese exótico país? P: No, gracias. Usted me interesaba cuando no hablaba. Ahora habla, como todo el mundo, y ya no quiero saber nada de usted. Lo siento mucho, la tele es así, no la he inventado yo. L: ¡Comí serpiente! P: ¿Y qué? L: Sabe a pollo. Y tengo fotos. P: ¿Quiere hacer el favor de dejarme trabajar en paz? L: Ah, también soy zurdo. Podría explicarle lo mal que lo tenemos los zurdos para todo. El otro día, sin ir más lejos, estaba escribiendo y la luz entraba por la izquierda, con lo que la mano me hacía sombra sobre lo que escribía. Una experiencia terrible. Los zurdos estamos marginados y maltratados por esta sociedad derechista que... P: ¿Alguien puede sacar a este tipo de aquí? L: Oh, no le interesa. Bueno, lo comprendo. ¿Y si hablamos del alcohol? Soy abstemio. Ni una gota. Ni siquiera en Navidad. Y porque quiero, ¿eh? No tengo ninguna enfermedad de esas que no te dejan beber, como la diabetes, el alcoholismo, ser testigo de Jehová... No, ya veo que no le interesa. Ah, soy capitán del equipo de fútbol de mi oficina. Es un tema de esos humanos, igual quiere hablar sobre mi experiencia. No... ¿Le he dicho ya que he comido carne de serpiente? P: Déjelo ya, por favor. Es usted repugnante. L: Oiga, ésta es una televisión pública. La pago con mis impuestos y tengo derecho a salir en ella. ¡Es mía! P: Se equivoca, ésta es una televisión privada. L: Quizás tenga usted razón o quizás no la tenga. En todo caso, yo compro los artículos de las empresas que pagan la publicidad de esta cadena. Ahora le he pillado, ¿eh? P: Veo que sólo hay una forma de hacerle callar... L: ¿Eh? ¿Qué hace? ¿Por qué me mira así? ¡Socorro! ¡Quieto! ¡Que alguien me ayude! LOCUTOR: Buenas noches. Interrumpimos la emisión de este programa porque el presentador está asesinando con sus propias manos y en horario infantil a uno de los invitados. Les dejamos con la reposición del reportaje: "Los campeonatos de fútbol de empresa: ¿diversión o mafia sectaria?".
El hundimiento de la bolsa
La bolsa de Rubiria marcó cero el mes pasado. En un hecho sin precedentes en la historia de la economía mundial, los inversores decidieron venderlo todo y dedicarse a otras actividades más saludables y divertidas. "No fue propiamente un crack --explica el presidente de la bolsa de Rubiria-- ya que ha sido un proceso tranquilo y paulatino. Fue más bien un plof". Este plof de la bolsa llevó a María Ángeles Gutiérrez a buscarse un "trabajo de verdad", como dice entre risas. Mientras lo encuentra, da clases de economía en la Universidad de Rubiria. Algunos afortunados han podido retirarse, como el director del Banco Meridional, Martín Pescador, que ha descubierto que su verdadera afición es el piano. "De niño fui a clases un par de años, pero ya lo había olvidado. Teníamos este piano abandonado en la biblioteca y me dije, volvamos a aporrearlo, ahora que la bolsa ha hecho plof. He realizado progresos considerables, escuche cómo toco la primera sonata de Brahms". Pescador comienza a tocar la pieza y de repente contemplamos horrorizados como el piano de cola se abalanza sobre el ex director de banco y lo devora, introduciéndolo en la caja y cortando sus miembros con sus rígidas y cortantes cuerdas.
El piano asesino Los pianos asesinos son instrumentos poco comunes, pero también extremadamente peligrosos. Las teorías acerca de su origen son variadas. Algunos dicen que están poseídos por el alma de los mejores solistas, mientras que otros opinan que la culpa es de la polución. El caso es que los pianos asesinos se dedican a devorar a aquellos intérpretes que osan desafinar o se lían con las teclas. Es necesario que los dome un virtuoso. La Filarmónica de Praga tiene a un grupo de exploradores perfectamente preparados para la doma de instrumentos asesinos. En cuanto les informan del piano asesino de Rubiria, salen disparados al aeropuerto, donde tienen aparcada su vieja furgoneta. Después de catorce horas de trayecto, los músicos llegan a la capital de Rubiria. No les cuesta acorralar al piano en un callejón. Lo atraen gracias al típico gramófono trampa. Una vez retenido, la gran virtuosa Natalia Plisimievska se sienta en la banqueta y se pone a tocar. Comienza suave, con unas piezas de Scarlatti, para ir subiendo el nivel con los impromptus de Schubert. Cuando el piano, agotado, parece estar ya a merced de la Plisimievska, esta experimentada concertista comete un error: tocar el tercer movimiento del concierto para piano y orquesta número 3 de Rachmaninov. El instrumento encoleriza por el tópico y se niega a ser sometido por la pieza de doma más usada. En un par de movimientos devora a la pianista. Pero la Filarmónica de Praga es una orquesta valiente y con recursos. Con las teclas aún empapadas en sangre y para aprovechar el cansancio del piano, Matthias Grün se lanza a la banqueta y somete finalmente al instrumento tras dos horas de Poulenc, Beethoven y --el golpe definitivo-- Piazzolla. Grün se levanta, sonriendo, sudando. "Otro piano para el conservatorio de niños huérfanos", dice. Sus compañeros le aplauden. Y en ese momento, el arco de un violín le atraviesa la garganta. El temible violín volador ha vengado la doma del piano. Arranca el arco y se larga, volando y riendo. Los músicos de la Filarmónica de Praga corren a su furgoneta y salen tras el instrumento de cuerda. La Filarmónica de Praga nunca descansa para que nosotros podamos descansar.
La entomología, una profesión de riesgo
La entomóloga Ruth Johnson falleció el pasado martes devorada por las termitas asesinas del Sudán. Se trata de la tercera entomóloga muerta en el ejercicio de su profesión en lo que va de siglo. La número ochenta y tres de la que se tiene conocimiento. El primer caso conocido de muerte de un entomólogo en el ejercicio de su profesión es el de Johannes Ants, científico del siglo 16 que enfermó de tifus tras clasificar las cucarachas de Baviera en tres grandes familias. Una a una y con sus propias manos. Su trabajo se consideró obsoleto y asqueroso ya antes de su muerte. Desde entonces, los entomólogos trabajan con guantes o se lavan muy bien las manos antes de comer. También desde entonces son considerados, no sin razón, unos enfermos. Más respetado fue Sebastian Belle, parisino que falleció en 1784. Estaba examinando con lupa un avispero que colgaba de un nogal y, al ver los bichos tan grandes y tan de cerca, se asustó, se cayó y se rompió la nuca. De su pluma nos queda el famoso De avispas y abejas. Cómo distinguirlas antes de que sea demasiado tarde. Su discípulo Jean-Luc Jobar añadió un epílogo acerca de la mejor manera de sujetar una escalera a un árbol. Mary Pickford fue la primera mujer entomóloga y la primera en morir en el ejercicio de su profesión. Estadounidense y por tanto obesa, escribió un interesante tratado que ha llevado a muchos niños y niñas a interesarse por el pequeño y animado mundo de los insectos: Los bichos son asquerosos y por eso nos gustan. Actualmente sus métodos de estudio son considerados "innecesariamente sádicos y crueles" por los pusilánimes, pero gracias a ella sabemos que cuando los escarabajos arden, hacen un ruido así como fiusssshhh. Murió en su laboratorio en 1887. En extrañas circunstancias. Algunos dicen que hubo un motín entre sus experimentos. Su vida inspiró la película La mosca. La labor del británico Robert Inglond era más agradable. Se especializó en mariposas y murió en 1923. Dio nombre a veintinueve especies distintas y se ganó comprensiblemente fama de homosexual: la robertiana, la inglondiana, la robertesa, la inglondesa, la albis inglond, la robertia volatoris, etcétera. Murió al capturar con su red la que se conocería como robertia matadora. Saltó para cogerla y olvidó que estaba al borde de un precipicio. Su cadáver fue hallado semanas más tarde. En él se encontraron larvas de una especie de gusano no conocida hasta entonces: el robertino devorantis. Sin duda, la entomología es una profesión de riesgo. Y los entomólogos son probablemente unos desequilibrados que no maduraron de forma adecuada, cosa que les hace sentir verdadera fascinación por unos animales que no son más que crueles errores de la creación, y que Dios me perdone. Aunque menos mal que existen los insectos y los arácnidos y demás, porque, de no ser así, toda esta gente estaría probablemente asesinando a personas inocentes.