Un poco de ayuda


El 26 de noviembre de 1991, una niña, M., salió corriendo de un vagón de metro justo antes de que las puertas se cerraran. Según los testigos, la niña había estado llorando, mientras que el hombre, que todos supusieron que era su padre, la intentaba calmar y le decía que iban a ver a su madre. También según los testigos, una mujer de mediana edad accionó el freno de seguridad justo después de que la niña saliera, con lo que las puertas del vagón se abrieron y el hombre pudo alcanzarla. Al parecer, el hombre la abrazó y siguió tranquilizándola. Seis días más tarde, se encontró el cadáver de M. La policía no pudo localizar a la mujer que accionó el freno, pero se descartó su participación voluntaria en los hechos.


 
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Balance


Como hace un año que me saqué el carnet de conducir, ya le puedo quitar la L a mi Seat Cafetera. El balance no es malo del todo: ningún muerto y ningún herido. Apenas he sufrido unos cuantos amagos de infarto provocados por algún que otro camionero majara. Desconozco el número de ataques al corazón que puedo haber provocado yo mismo al prójimo, ya se trate de desprevenidos conductores de autos ajenos como de incautos pasajeros que hayan decidido viajar conmigo en alguna ocasión. Ah, y algo de lo que estoy orgulloso: sólo le he dado tres veces al claxon. Una, para probarlo, y las otras dos, por equivocación.


 
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En el súper


Llega con el carrito a la caja y comienza a amontonar la comida: el pan, la leche desnatada, la leche entera, los yogures, el queso. La cajera empieza a pasar los productos, y él sigue con los pimientos, los pepinos, los champiñones, las manzanas, el zumo de melocotón, y ella va pasando y al marcar el precio se oye un pip, y el continúa con el zumo de naranja, los filetes, las pechugas, el café y la cajera pasando y el pip sonando. Él vacía el carro y agarra una bolsa de plástico para ir guardando las cosas, mientras se oye pip, pip y más pip. La bolsa no se abre, ahora sí, ya está, y vamos metiéndolo todo por orden, primero la leche, luego el queso, pero la chica va muy rápido y se amontona todo; coge otra bolsa y agarra como puede la carne y los huevos, y los mete de cualquier manera, ¿no se habrán roto? La chica ya ha acabado de pasar la comida y dice veintitrés con cincuenta, mientras que él aún no ha guardado ni la mitad de lo que traía y tiene una bolsa en una mano y el pan de molde en la otra. No sabe si pagar o acabar de guardar la comida, ¿veinticuántos con qué? El labio inferior comienza a temblarle y la señora que estaba detrás suyo en la cola le mira con cara de perro; la chica espera, pero él está quieto y el labio le tiembla más deprisa, hasta que habla y dice por favor, un minuto más, treinta segundos y lo acabo todo, de verdad, por favor, sólo un minuto, pero el labio ya le tiembla demasiado y se pone a llorar. Pero nada. Son cuatro sollozos. Ya está. Se seca los ojos con las mangas de la camisa. Ya pasó, ya pasó. Saca la cartera y le da a la cajera un billete de veinte y otro de cinco. Qué pasa, piensa, no me mires así, que es culpa tuya.


 
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Independencia


Esta tarde he visto un perro que llevaba entre los dientes su propia correa. Ha trotado hasta un árbol y ha echado una meadilla. Luego ha seguido correteando calle abajo. Supongo que en dirección a su casa.


 
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Breve elogio del fraude


A veces uno se pone a charlar y se da cuenta de que lo miran como diciendo "qué listo es este chico", aunque en realidad uno no tiene ni idea de lo que está explicando. Sinceramente, resulta divertido. Sobre todo cuando ese alguien tan tácitamente elogioso es el jefe.


 
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