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Hans Adenauer informa
Como recordarás, tenemos un problema por culpa del listo de Jakob: como le dio por no morirse en el accidente de avión y ante la ausencia de universos paralelos, nos encontramos con dos Jakob Adenauer: uno enterrado y el otro dando vueltas y causando confusión, cuando no pánico. Todo por culpa de la aversión que siente mi hermano por la mentira. Así, si en la universidad o en el barrio alguien le pregunta si no estaba muerto, Jakob contesta que sí, en lugar soltar un "no" que al menos tranquilizaría al interlocutor haciendo pensar en una posible equivocación. Obviamente hay que solucionar este lío, para lo que tenemos tres alternativas más o menos posibles. Primero, asesinarle y deshacernos del cuerpo. Esta es la más sencilla. Como buen médico, conozco miles de formas de deshacerme de un cadáver. Se aprende en tercero de carrera. Así tendríamos dos Jakob Adenauer, pero al menos los dos muertos y además uno, digamos, reducido a polvo y en el desagüe. La segunda solución sería resucitar al Jakob muerto, solución por la que apuesta mi hermano, pero que comporta no pocos inconvenientes. Para empezar, mi técnica de resurrección sólo ha tenido éxito con ratones. Y además trae consigo numerosos y variados efectos secundarios: incapacidad para distinguir colores, sordera intermitente, sequedad de boca, profunda desazón vital al cuestionarse la posibilidad de que el alma de uno esté en el cielo o en el infierno mientras que su cuerpo no sea más que un autómata que vaga por la tierra, etcétera. Y si bien está solución elimina el problema de tener un Jakob muerto y otro vivo, sí que conlleva la dificultad de lidiar con dos Jakob correteando por ahí. Mi hermano asegura que sería práctico: uno podría dar clases mientras otro acaba su libro, por ejemplo. También me hace la pelota prometiéndome que podré usar a uno de los dos --"el otro", dice, aunque en realidad no hay "otro"-- para mis experimentos o para comprobar mis según él "particulares teorías acerca del yo". Qué sabrá, el ignorante. Por tanto, parece que la opción más fácil es crear un universo paralelo. Que no existan no significa que no puedan llegar a existir. A simple vista puede parecer difícil, pero en realidad sólo hay que copiar el universo que ya tenemos. Copiar no es difícil. Que se lo pregunten a mi hermano, que se licenció así. No se trataría sólo de crear un universo exactamente igual a este en el que mi hermano no hubiera muerto. Hay que buscar acomodo al hermano que tenemos de sobras sin crear otra duplicidad de Jakobs. Aunque esta duplicidad fuera paralela y a nosotros no nos afectara. Porque eso es lo que mi hermano hará: pasar de este universo nuestro al paralelo que crearemos con un poco de paciencia. Lo que hay que hacer es crear un universo en el que mi hermano haya muerto, pero después viniera de otro universo paralelo a seguir su vida. Un mundo en el que esto se considere normal aun en el caso de que no haya pasado nunca. Porque si no, los Jakob y Hans del universo paralelo intentarían solucionar ese problema, creando a su vez un universo paralelo en el que tendrían el mismo problema que ellos, para lo que los Adenauer del universo tres crearían otro universo paralelo, etcétera, etcétera. Es sencillo.
La teoría de la conspiración
Aún no sé qué ha ocurrido ni con el Jakob Adenauer vivo ni con el muerto, pero el Leipziger Morgenblatt, ajeno a las dificultades que provoca la inexistencia de universos paralelos, ha publicado el que cree el último artículo de Jakob Adenauer. Lo reproduzco por su interés.
Quizás alguien recuerde mi paso por la política durante los años setenta. Junto a mi hermano Hans fundé un partido, el Grupo Tranquilo, que demandaba cambios importantes para la sociedad. Como cobrar por dormir, cosa que no hubiera parecido tan absurda de haber prestado algo de atención al libro de Hans acerca de la importancia de dormir más de doce horas diarias. El Grupo Tranquilo se disolvió a los pocos meses de su fundación, pero nos dio tiempo a reunir su ideario en Teoría de la conspiración, un libro que denuncia que todas las teorías de la conspiración son en realidad fruto de una conspiración de oscuras intenciones. Es decir, hay una única y verdadera teoría conspiratoria, mientras que las demás son sólo mentiras que a su vez forman parte del rompecabezas que supone esa gran conspiración. No sé si me explico. Ni me importa. Una prueba de todo esto es que las teorías conspiratorias menores suelen echarle la culpa de todo a la Cia: la muerte de Kennedy, el 11S, Bin Laden, el hecho de que los padres de Hitler se conocieran, etcétera. Qué poco sospechan estos conspiranoicos que la Cia no existe. Un oscuro subsecretario de defensa estadounidense, Martin Fiddle, escribió un informe a finales de los años cuarenta en el que proponía crear una agencia de espías al estilo de las de películas y novelas. Fiddle explicaba que "los ingleses tienen o tenían algo así, me parece". El informe concluía proponiendo varios nombres, entre los que estaba, claro, el de la Cia. El informe se olvidó en un cajón, pero acabó en manos rusas por un error en la correspondencia. El problema fue que llegó fragmentado, con lo que los rusos creyeron que la Cia efectivamente existía. Lo que decidió entonces Stalin fue hacer creer a Occidente que había creado el KGB a modo de respuesta. Por tanto, el KGB tampoco existe. Lo que dirigía Putin era el departamento de loterías y apuestas de la unión. El problema de estas cosas es que acaban escapándose de las manos de los responsables y luego la gente se imagina chorradas y se hacen películas y los verdaderos conspiradores lo tienen facilísimo para usar estas ideas absurdas para sus oscuros propósitos. Es así de sencillo.
El testigo
Ayer regresé de Leipzig. Hans Adenauer me había pedido que actuara como testigo en un acto de la máxima importancia: "Se trata --me decía en su correo electrónico-- de aclarar un episodio crucial de nuestras vidas; por eso Jakob ha estado viajando en el tiempo y por eso, me temo, dará su vida, es decir, ha dado su vida". Hans y Jakob me recibieron en el despacho del primero. Sentado junto al muerto había un señor de unos cuarenta años, con un bigote espeso y vestido con un traje de tweed y una pajarita. --Anda, el cretino --dijo Jakob, reconociéndome--. ¿Este es tu testigo? ¿Es otro de tus experimentos? ¿Hay que refrigerarle la amígdala? ¿Ya te permiten de nuevo poner eso en práctica? Hans no le hizo caso: --Jaime, te presento a nuestro padre, Julius Adenauer, que acaba de llegar de Londres y de 1948. --Oh, ah... ¿El filólogo? --Sí, sí. --Leí El origen de las lenguas hace unos años y... --¿Hace unos años? Pero si apenas llevo redactado un borrador de la primera parte. --Disculpa a mi padre --dijo Hans--, está un poco desorientado con esto de viajar en el tiempo. En todo caso, te hemos llamado porque queremos un testigo. Necesitamos que des fe de cuanto mi padre nos comunique. La información que nos proporcione puede cambiar el modo en que veíamos el mundo mi hermano y yo. Papá, cuando quieras. --Pues bien, fue Jakob. --¡Ja! --dijo éste-- ¿Lo ves? ¡Tomaaa! --¿Estás seguro? --Sí, fue él. Él me regaló el cenicero y tú me escribiste un poema. Un poema muy bonito. --¿Ves como el cenicero se lo regalé yo? ¿Lo ves? --¿Seguro que no te falla la memoria? --No, no, mi cumpleaños fue ayer mismo. --¡Toma! ¡Jódete! ¡Jó-de-te! Hans apoyó la cabeza entre sus manos, mientras Jakob se regodeaba en su victoria. --Ahora qué, ¿eh? Ahora qué. Discúlpate. --No pienso hacerlo. --Tienes que hacerlo. El cenicero se lo regalé yo. Yo tenía razón. Como siempre. Y tú eres un mentiroso. --Yo no soy ningún mentiroso. --Chicos, chicos --intentó mediar el padre, pero como en ese momento era unos veinte años más joven que sus hijos, no le hicieron mucho caso. --Sí que eres un mentiroso. --Jakob, eso está muy feo, tu hermano pequeño simplemente se ha confu... --¡Pues tú te vas a morir! --¡Hans, esas cosas no se dicen! --Te vas a morir en tu avioncito, después de dejar a papá en casa. --Qué me voy a morir. --Sí, porque pilotas como un ladrón de coches. --Yo piloto muy bien. --Claro, claro, por eso vas a estamparte contra el suelo. --No es verdad. --Sí lo es. El otro día te estuvimos enterrando. Bueno, lo que quedaba de ti. --No es verdad. --Sí lo es. --No es verdad. --Sí lo es. --Bueno, ya veremos. --No, tú no verás nada porque te vas a morir. --Hans, pídele perdón a tu hermano por decirle que se va a morir. ¡Ahora mismo! --Es verdad, no se va a morir porque ya se ha muerto. Murió hace más de un mes. --Vámonos papá, que te llevo a casa. No quiero hablar con este mal perdedor. --Muerto. --Perdedor. --Muerto. --Perdedor. Y Jakob se marchó, agarrando a su padre por el brazo y dando un portazo. Yo, claro, no tenía la confianza suficiente como para decirle a Hans que aquellas palabras habían sido algo crueles, sobre todo teniendo en cuenta que no volvería a ver a su hermano. No se lo dije, pero intuyó que lo pensaba. --Que se joda. Total, murió en julio y mis últimas palabras de entonces estuvieron mejor: "Ten cuidado". --Sí, no están mal. De todas formas, ahora que le has avisado, ¿no podría salvarse? --No, no puede salvarse porque ya está muerto. Él todavía está en el 19 de julio. Cuando vuelva a su hoy, porque tiene que volver, se pegará una torta con el avión y morirá. O sea, se pegó una torta y murió. Ya pasó. Está enterrado. No hay vuelta de hoja. El pasado no se puede modificar. Y menos por algo que ocurra en el futuro. --Pero y si... --No hay "y sis" posibles. No te lo digo sólo yo, que sólo soy médico, sino mi hermano, que fue quien investigó todo esto. No tendría sentido que estuviera enterrado y al mismo tiempo dando vueltas por ahí, espiándonos y riéndose de nosotros durante todas estas semanas. --¿Y los mundos paralelos? --Eso no existe. ¿No has leído Paralelos y para tontos, que publicó mi hermano hace cinco o seis años? Y entonces se abrió la puerta. No sé si es necesario decir que era Jakob Adenauer. --¿Ves como no estoy muerto? ¿Lo ves? ¡Ja! Me he pasado toda la semana espiándoos y riéndome de vosotros. Sobre todo mientras me enterrabais. ¡Ja!
El funeral de Jakob Adenauer
Jakob Adenauer murió en un accidente de caza no se sabe si el 19 o el 20 de julio. Su hermano Hans intentó aclarar este extremo a los confundidos forenses, hablando de husos horarios y de las costumbres de vuelo de su hermano, pero sólo consiguió que le recetaran un calmante. Tras el sencillo y concurrido sepelio, Hans me entregó unos papeles. Eran fotocopias de varios cuadernos en cuya portada se podía leer Das sehr geheime Tagesbuch von Jakob Adenauer (El diario muy secreto de Jakob Adenauer). Las fechas iban desde el 13 de enero de 1946 (Jakob tenía doce años y su hermano, ocho) hasta el 16 de enero de 2006. Sí, de 2006. --No sé si voy a entenderlo --le digo a Hans--, yo no sé nada de ciencia. Y de alemán casi nada. --Da igual, mi hermano tampoco. Hans se ofreció a llevarme al aeropuerto, pero le dije que no era necesario, que estaría cansado y que no quería molestar, así que me despedí y me puse a hojear el diario en la parada de autobús. Busqué el día de hoy, por curiosidad y, cómo no, lo encontré. "Aterricé y llamé a mi hermano desde el aeropuerto. Su secretaria me dijo que estaba en un entierro, así que cogí mi vieja Dnepr y me dirigí al cementerio. Tenía que hablar con ese maldito cabezota. Mientras buscaba donde dejar la moto le vi charlando con un tipo que acarreaba un montón de papeles. ¿Quién va a un cementerio cargado de papeles? ¿Sería el notario del muerto? Para cuando encontré sitio mi hermano había desaparecido, pero al menos el veinteañero seguía ahí, sentado en la parada de autobús, leyendo con la boca entreabierta. Decidí preguntarle, a pesar de que tenía la cara descompuesta, como si acabara de enterrar con sus propias manos al tipo que se había muerto. Peor aún, como si acabara de enterrar a sus padres. Cosa que era posible, a saber quién era el cadáver. Claro que igual sólo ocurría que era feo y esa era su cara normal." Entonces levanté la cabeza y le vi allí, delante mío. --Señor Adenauer --dije, para luego buscar con la vista los papeles, donde decía: "'Señor Adenauer', me saluda sin despegar la vista de los papeles". --¿Me conoces? ¿Eres alumno mío? Me extrañaría, tienes cara de tonto, seguro que eres de letras. ¿Dónde se ha metido mi hermano? Sigo leyendo: "Le pregunto por mi hermano, pero el muy imbécil se pone a leer los papelotes que lleva. Insisto." --Oye, mira, lamento mucho que vengas de un funeral, pero tengo prisa. ¿Dónde está Hans Adenauer? ¿Hablas alemán? ¿Hablas? ¿No serás mudo? Mi hermano sabe cómo devolverle el habla a los mudos... Pero el método tiene efectos secundarios: le deja a uno parapléjico. Lo prohibieron, lo cual es absurdo: yo preferiría ser parapléjico a ser mudo, aunque ya veo que tú igual no... Ah, mierda, ése es su coche, te dejo. "Y dejé tirado al pobre deficiente, al pobre cretino triste consecuencia de la dieta baja en yodo de su madre." Creo que mi estupor era comprensible. Al menos puedo decir que el diario aclaraba que Jakob alcanzó a su hermano y estuvieron hablando un rato. Llamé a Hans desde el aeropuerto. --Sí, sí --me explicó--, hemos quedado para la semana que viene. Quiere aclararme algo importante acerca de nuestras vidas. Ni que te fueras a morir pronto, le he dicho, ja, ésa ha sido buena: como él sigue en la semana pasada no tiene ni idea de que acabaran recogiendo los trozos de su cuerpo con una cucharilla... --¿Pero no se puede hacer nada para evitarlo? Podría decirle que no cogiera el caza. --No, me temo que es imposible... En realidad él ya ha muerto. Y si no coge el avión, seguirá muerto, porque ya está enterrado, aunque siga por aquí dando vueltas con un jet lag de dos semanas. No entiendo cómo ha podido volar tan rápido para ganar tanto tiempo. Y aún dice que va a viajar algunos años. Claro, a esa velocidad no me extraña que se vaya a matar, o sea, que se haya matado. Si es que van como locos.
Jakob Adenauer también ha muerto
El doctor Hans Adenauer me explica que el profesor Jakob Adenauer murió ayer o antes de ayer --aún no se sabe-- en un accidente de aviación, mientras pilotaba su caza. Compungido, desolado, pasaré este fin de semana por Leipzig, para asistir al funeral y conocer personalmente a Hans, que ya me ha prometido algunos de los textos de su hermano. Espero poder aprovechar las vacaciones para trabajar en ellos, ya de regreso del funeral y tras haber tomado otro avión. Volveré a finales, quizás a mediados de agosto. Recordad que no os tenéis que meter en el agua hasta dos horas después de las comidas, no vaya a ser que os dé un corte de digestión y os muráis entre violentos retortijones mientras vuestra madre os mira con una ceja alzada y gruñendo: "Mira que te lo tengo dicho, pero qué cabezón eres, que no te metas en el agua recién comido que te va a sentar mal, y tú pero es que me aburro pero es que tengo calor, porque siempre se ha de hacer lo que dice el niño, y ahora mamá me duele la tripa, mamá llama al médico, mamá me muero, mamá por arriba, mamá por abajo, y a quién le importa que mamá no se haya sentado en todo el día y sólo tenga dos brazos, si es que me tenéis todos de los nervios, un día me voy a ir de casa o no, mejor la incendiaré mientras todos dormís, porque ni dormir me dejáis, o quizás deje el gas abierto y me dé la risa y luego quién os planchará las camisas, dime, quién..."