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Ídolos
Alfonso Doblado es una de las personas que más se deja influir por la televisión. Últimamente está pasando por una etapa House: se pasea sin afeitar y con un bastón, tragando pastillas e insultando a todo el mundo. "Reconozco que no se me da muy bien, porque yo soy más bien afable. Además, nunca consigo acordarme de qué pierna es la mala y las pastillas sólo son de menta, con lo que pierdo cierto empaque. De todas formas, esto es sólo pasajero: me he aficionado a Arrested development y me encanta Gob. No son trucos... Son... ilusiones. Es muy como yo". Doblado explica que siempre se ha dejado fascinar por sus ídolos televisivos: "Ya de niño llevaba la gorra y la chaqueta de Murdoch, del Equipo A". Este hombre se ha vestido también de Michael Knight, de Power Ranger y de María Teresa Campos: "Fue duro por el cojín que llevaba a modo de barriga y por los tacones. Además, llevar las gafas tan bajas me molestaba en la nariz. Eso sí, la gente me confundía por la calle. Con otra persona que no era la Campos, pero me confundía". De todas formas, idolatrar a María Teresa Campos no es la única experiencia difícil por la que ha pasado: "Durante un tiempo me dio por jugar a fútbol como en Campeones. Es decir, en campos de tres kilómetros de largo. Y una vez me sentí fascinado por McGyver. Eso de aprovechar cuatro cosillas para escaparse de los malos... Hay que ser muy imaginativo para aprovechar recursos escasos. Y yo lo soy. Claro que desde entonces en casa no me dejan tocar los mecheros". También lo pasó mal cuando le dio por imitar a El hombre de los seis millones de dólares: "Con tanto saltito, me rompí cuatro costillas, dos veces la muñeca izquierda y llevo una rótula de titanio. Pero de las normalitas, no de las robóticas como en la serie". "Ahora --prosigue--, mejor eso que las series españolas. Me aburrí mucho cuando me dio por emular a Emilio Aragón en Médico de familia. Lo único que hacía era no ligarme a una chica. Y qué agobio de desayunos: quince personas metidas en mi cocina, gorroneándome las tostadas y el café". Pero no siempre fue él el perjudicado, como cuando quiso ser como Grissom, de CSI: a falta de cadáveres, tuvo que asesinar a un vecino. La parte buena fue que no le costó nada descubrirse a sí mismo y entregarse a la policía. "El tema de la recompensa aún lo estamos discutiendo", comenta mientras vuelve a su celda, apoyándose en su bastón y poniendo cara de estar muy atormentado. "Un momento --añade, girándose hacia el guarda--, lleva todo el día estornudando y habla como si tuviera la nariz tapada... ¡Usted tiene lupus, maldito imbécil!"
GPS
Paró el coche y extendió el brazo para apagar el GPS, sólo que el GPS le dijo: "Abra la puerta y salga del coche", cosa que le pareció lo suficientemente lógica como para hacerle caso. Es más, decidió llevarse el aparatito, no fuera a perderse alguna indicación de estas tan sensatas que a uno le hacían ganar tiempo y llegar antes y mejor a los sitios. "Salga del garaje". Claro, cómo no. Ya era de noche. Es lo que tienen el invierno y las horas extra. "La próxima a la izquierda". Él prefería ir todo recto, siempre le había parecido que daba más vuelta yendo por la plaza, pero en fin, la máquina sabría. "Gire a la derecha". Era una voz rara, casi desagradable, muy de máquina. Claro, era una máquina. Aunque se suponía que era voz de mujer. Se llamaba Sandra. Se podía configurar para que hablara un hombre, llamado Toni. Se los imaginaba como un matrimonio más o menos bien avenido. Toni se encargaría de las cosas del hogar y, quizás, envidiaría a Sandra, que era la que salía cada mañana a trabajar, a decirle a ese desconocido las calles por las que tenía que ir. Aunque Sandra también envidiaría a Toni, que tenía todo el día para el solo y no tenía que soportar los atascos, las obras imprevistas y no programadas, o que el conductor (el jefe, ¿no?) hiciera caso omiso de sus indicaciones. En fin. "Vaya sacando las llaves, que está llegando al portal". Qué sensatez. Increíble lo que inventaban los japoneses. O los estadounidenses. O los holandeses. O quienes fuera que fuesen. Se encontró con un vecino en el portal. "Llame al ascensor". Es increíble, lo que inventan los japoneses, le dijo al vecino, que sólo dijo que sí con la cabeza y procuró no mirarle demasiado raro ni demasiado rato. "Baje, ha llegado a su piso", y bajó, dejando en el ascensor al del séptimo. "Abra la puerta. Salude a su hija, que está estudiando". Hola, ¿aún con los libros? Mañana tengo examen. "Salude a su hijo, que está con la consola". Hola, ¿otra vez jugando? Ya hice los deberes. Sí, bueno, como siempre. "Salude a su mujer, que está viendo la tele". Hola, qué tal. ¿Qué haces con ese cacharro por el pasillo? Voy a cambiarme. Yo diría que es complicado perderse por casa. No se iba a perder, pero siguió haciéndole caso al bicho. "Cene". Y cenó. "Mire la serie. No, esa no, la del otro canal". Y la miró. Pero qué te ha dado a ti con el cacharrito. Calla, mujer, que esto es increíble. Lo que inventan los americanos. "A dormir". Y, venga, a dormir. "Despierte". Eran las tres y cuarto de la madrugada. Vaya, se había olvidado de apagar el GPS. Qué cosas. "Salga de la cama". Pero baja la voz, mujer, que vas a despertar a todo el mundo. "Salga de la cama". Y salió. Al cabo de un rato ya no sabía qué más hacer. El GPS se había quedado sin batería y el cargador no funcionaba. Sandra se había callado. Decidió preparar café, a ver si se despejaba un poco y eso le ayudaba a pensar. Le salió asqueroso. Miró la taza. Lógico que el café supiera tan mal: la taza estaba manchada de sangre. Fue a la cocina. La cafetera, también. Y el cuchillo. Encima, el maldito GPS no se encendía ni a la de tres.
Tráiler
EL PROTA: Abandona a tu marido... ¡Huyamos juntos sin mirar atrás! CHICA: ¡Sí! ¡Luchemos por nuestro amor! EL PROTA: Será duro y difícil. Nuestras familias se pondrán en nuestra contra. Probablemente pasaremos hambre, ya que ninguno de los dos tenemos trabajo. Descubriremos que quienes se llamaban nuestros amigos no merecían tal adjetivo... LA CHICA: Huy, qué follón. Pues casi que no hace falta. EL PROTA: ¿Cómo? LA CHICA: Que mejor nos ahorramos tanta complicación. Yo ya estoy bien con mi Antonio. Además, tú eres un poco raro. No sé, creo que no nos llevaríamos bien. EL PROTA: Ah... Bueno... Pues nada. Er... ¿Has visto lo de Eta? Qué fuerte, ¿no?
VOZ EN OFF: La historia de un amor que no era para tanto.
EL PROTA: Entonces reventaremos la caja blindada y... EL AMIGO DEL PROTA: Un momento, ¿y esta cámara de aquí? EL PROTA: Mierda, no la había tenido en cuenta. EL AMIGO DEL PROTA: ¿Entonces? EL PROTA: Entonces mejor lo dejamos. Nos pillarían, seguro. EL AMIGO DEL PROTA: ¿Seguimos con la lotería? EL PROTA: Y con nuestros empleos. EL AMIGO DEL PROTA: Joder, vaya plan. EL PROTA: ¿Qué quieres que hagamos? Hay que pagar la hipoteca. EL AMIGO DEL PROTA: Pues sí.
VOZ EN OFF: Un plan que no era perfecto.
EL PROTA: No pienso permitir que destruyas el mundo. EL MALO: Huy, qué dices, destruir el mundo, quita, quita. EL PROTA: Sí, impediré tus malvados planes. EL MALO: Pero si yo sólo quería ver Dolce Vita un rato. EL PROTA: ¿Dolce Vita? EL MALO: Sí, ya lo sé: estos programas son embrutecedores, debería coger un libro, pero sólo es por distraerme. EL PROTA: Ah, bueno, pues... No sé... Me voy y... Er... Te recuerdo que no debes destruir el mundo, que eso está muy mal.
VOZ EN OFF: Un villano que en el fondo no era mal tipo. Cosas que pasan, un coñazo de película.
Constancia
María Luisa Velázquez ha batido el récord de mayor tiempo empleado en realizar una maratón. Se apuntó a una carrera que comenzó en Barcelona el 15 de abril de 1964 y cruzó la meta ayer mismo, entre los aplausos de familiares y amigos. "La verdad, entre el trabajo, los niños y las cosas del día a día, creí que no la terminaría nunca, pero estoy francamente contenta y orgullosa de haber podido superarme a mí misma año tras año, gracias a la fuerza de voluntad y a la constancia". María Luisa Velázquez tuvo que dejar la maratón a los pocos minutos de haber comenzado hace casi cuarenta y tres años por "un compromiso de última hora". Sin embargo, retomó la carrera al día siguiente en el mismo lugar en el que la había dejado. A los pocos metros tuvo que retirarse por una caída. En realidad, no se cayó, sino que se calló, es decir, dejó de hablar para respirar correctamente, pero no pudo evitar cometer una falta de ortografía y dar con sus huesos en el suelo. "Me rompí un brazo y, mientras me recuperaba, me enteré de que estaba embarazada y tuve que posponer de nuevo este proyecto de juventud que tanta ilusión me hacía". Durante los siguientes cinco años, apenas arrancó tiempo para recorrer un total de dos kilómetros: "Volví a mi trabajo y poco después tuve a mi segundo hijo. Y antes no era como ahora: las mujeres teníamos que hacernos cargo del hogar y de los hijos, y casi no teníamos tiempo para nosotras". Después, con los dos niños en el colegio, decidió seguir con su maratón: "Al principio sólo me entrenaba: estaba en baja forma y no quería sufrir otra lesión". Por desgracia, nada más terminar su preparación física y reemprender la carrera, Velázquez fue atropellada por una furgoneta. Comprensiblemente, se sintió desanimada tras el accidente. En más de cinco años apenas había logrado completar tres kilómetros y le habían tenido que amputar una pierna. El panorama era desolador. La pierna tardó en crecerle, pero una vez recuperada, María Luisa decidió no echarse atrás: terminaría la maratón, costara lo que costara y tardara lo que tardara. Para evitar más desgracias, no corría más de cinco minutos diarios y no más de dos o tres días por semana, siempre lentito y mirando a los lados antes de cruzar. La cosa aún se retrasó algo más, por culpa de una larga enfermedad que a pesar del adjetivo no era cáncer. Además, en otra ocasión se perdió y no la encontraron hasta cuatro años más tarde, dando vueltas por el supermercado de El Corte Inglés, con cara de agobio. "Pero ya acabé --suspira María Luisa--, ahora espero poder relajarme estos años que me quedan, que tampoco son tantos. Tendré que buscarme un nuevo hobby". Su marido, harto de sustos, le ha comprado una bicicleta estática.
Debate
JAIME: Buenos días. Hoy hemos traído a dos personas de reconocido prestigio para hablar del momento político actual. Dos personas de ideas encontradas, pero de visión analítica clara, profunda y sesuda, que sin duda mantendrán un debate sosegado e inteligente. Esperamos que nuestros espectadores puedan repetir en bares y foros de internet algunas de las frases de nuestros invitados, y quedar además medio bien. Por un lado, y le nombro primero simplemente por aquello del orden alfabético, tenemos a Jaime, periodista y politólogo. JAIME: Buenos días. JAIME: También está con nosotros Jaime, politólogo y periodista. JAIME: Al otro lado del ring, ja ja. JAIME: Ja, ja. JAIME: Buen símil. JAIME: Bien, si les parece, podríamos hablar del atentado de Eta. JAIME: De acuerdo, ¿comienzo yo? JAIME: Comience usted, Jaime. JAIME: Ah, ¿entonces comienzo yo? JAIME: No, se refería a mí. JAIME: Ha dicho Jaime. JAIME: El otro Jaime. JAIME: ¿Qué otro Jaime? JAIME: Pues el que no es usted. JAIME: ¿Yo? Pero yo sólo soy el moderador. JAIME: No, usted no, yo. JAIME: ¿Pero no ha dicho que comience Jaime? Pues yo soy Jaime. JAIME: ¿Quién demonios está hablando ahora? JAIME: Yo. JAIME: ¿Y quién demonios es usted? JAIME: Jaime. JAIME: ¿Alguien me llama? JAIME: Por el amor de Dios, así no vamos a llegar a ningún sitio. Yo comenzaré. JAIME: ¿Pero usted no era el moderador? JAIME: No, yo no soy el moderador. El moderador es Jaime. JAIME: ¿Qué Jaime? JAIME: Oh, mierda, otra vez. JAIME: ¿Yo soy el moderador? JAIME: A ver, cállense todos. JAIME: ¿Y usted quién es para decirnos que nos callemos? JAIME: ¡El moderador! JAIME: ¡Usted no es el moderador! JAIME: Sí, soy Jaime, el moderador. JAIME: Yo podría decir lo mismo. JAIME: Queremos pruebas. Yo me he liado y no sé si soy el moderador o uno de los invitados. RAMÓN: ¿Y yo? ¿Yo soy el moderador? JAIME: Tú eres el cámara y eres tonto. Vuelve a tu sitio. RAMÓN: Jo... JAIME: Un momento, tengo una idea. Yo me apellido Rubio, ¿y ustedes? JAIME: Rubio. JAIME: Yo también me apellido Rubio. JAIME: Joder, me parece increíble. JAIME: Es un apellido bastante común. JAIME: Me da miedo preguntar, pero ¿cuál es el segundo? JAIME: Hancock. JAIME: Hancock. JAIME: No puede ser, yo también me apellido Hancock. JAIME: Es un apellido bastante común. JAIME: Entre los extranjeros. JAIME: Eso sí. JAIME: Incluso sale en el Day of the tentacle. JAIME: Ja, ja, me acuerdo, uno de los firmantes de la declaración de independencia de Estados Unidos. JAIME: Sí, que en el juego estaba muerto de frío. JAIME: Nos estamos desviando del tema. JAIME: Qué bueno era ese juego. JAIME: Ya no se hacen juegos como esos. ¿Qué me dicen del Monkey Island? JAIME: Un momento, un momento... ¿Y si los tres somos la misma persona? JAIME: Bueno, y si lo somos, ¿qué? JAIME: ¿No se dan cuenta de las implicaciones? JAIME: Hombre, estaríamos un poco dispersos, pero nada más. JAIME: Pues también es verdad. Entonces, ¿hablamos de Eta? JAIME: Buf, qué pereza. JAIME: Yo me bajé el Monkey Island el otro día. JAIME: ¿El uno o el dos? JAIME: El uno Y el dos. JAIME: Oh, cielos, preveo una tarde apasionante. JAIME: ¿Y el debate? JAIME: Luego, luego.