marzo 2011 | ||||||
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¡Soy un Ruiz Mateos!
Llevo ya dos días trabajando (otra vez) y esto es insoportable. Pido cambio. Que siga otro. Yo ya he hecho mi parte por la economía del país. Cada mañana me despierto a las menos tres y cuarto. En serio. Me levanto a una hora a la que no se han extinguido los dinosaurios. No voy en metro: voy en tranvía tirado a caballos. Cuando ficho es tan pronto que en vez de gafas llevo monóculo y mi móvil todavía es un reloj de bolsillo. Vamos, que entro a trabajar a eso de las once, que no es hora ni de tomarse un aperitivo. En todo caso, puedo decir con satisfacción que he comenzado un trabajo interesante y de alta responsabilidad. Soy el doble de uno de los hijos de José María Ruiz Mateos, quien a su vez es el doble de cada uno de sus hermanos, quienes a su vez además de tener un doble cada uno son también dobles de su padre y de su madre, que también tienen dobles de sí mismos. Mi principal función es la de colaborar a sembrar el caos y básicamente que los cobradores de morosos me sigan a mí, garrota en mano. Se me da muy bien. Lo de la confusión, digo. Salgo a la calle gritando "¡soy un Ruiz Mateos!" y con una camiseta que pone: "¡Soy un Ruiz Mateos!" Y a partir de ahí todo es cuesta abajo. Porque voy por las Ramblas desde la plaza Cataluña. Y es cuesta abajo. Literalmente. Total, que soy tan bueno en lo mío que no me extrañaría que de aquí a unos meses me ascendieran a doble del propio Ruizma padre. Como se puede ver, se trata de un sector en expansión dentro de una empresa que ofrece muchas oportunidades, cada día más, a gente especializada como yo en encajar patadas e insultos y que no tenga inconveniente en maquillarse y ponerse calvorotas de plástico y dentaduras postizas. Y es que desde que el gran impulsor de tendencias Gerardo Díaz Ferrán (alias el Galliano de la patronal), pusiera de moda en las empresas el sinpa, sacando de los bares de barrio una simpática y popular, pero hasta ahora marginal tradición, han sido muchos los empresarios que han seguido sus pasos y han promovido un tipo de negocio caracterizado por no dejar salir nada de la empresa: ni dinero en gastos absurdos, como sueldos y proveedores, ni a los propios empleados, que no es plan de quedarse sin mano de obra. El último en emprender este camino es el gran Ruiz Mateos, que acaba de optar por el concurso de acreedores, nombre absurdo porque por mi experiencia ya avanzo que lo que puede tocar es más bien poco. Eso sí, felicidades a todos los avispados inversores que compraron los pagarés de Nueva Rumasa, que parecían tan fiables como los sellos de Afinsa. Porque dice Ruiz Mateos que si no pudiera pagar y no fuera cristiano, se suicidaría. O sea, que cuando no pueda pagar, no hará nada. Aparte quizás, de enviarme a mí a gritar soy Ruiz Mateos y a aguantar los garrotazos que haga falta. Que para eso estamos. Todo el mundo tiene un don. El mío no tiene nada que ver con los golpes, pero hay que ganarse la vida. Lo malo es eso: que trabajo. Sí, el sueldo no es malo, pero como la empresa está como está, lo cobro en negro. Concretamente, dos arrobas de carbón al mes, lo cual, como todo el mundo sabe, es media arroba por debajo del salario mínimo interprofesional.