jueves, 11. junio 2009
Jaime, 11 de junio de 2009, 9:19:42 CEST

Más sobre trenes voladores


Oh, esto es… Esto es… Oh, qué agobio… Qué ganas de que… Que ganas de que todo acabe… Qué horror… Es como… Es como… Como una pesadilla… A ver qué hago ahora… El caso es que me dije, vamos a ver si soy capaz de fabricar uno de mis trenes voladores. Quiero decir, lo suyo sería que los fabricaran en serie y tal, pero digo yo que hará falta algún prototipo, y quién va a hacer ese prototipo. Si se lo propongo a alguien, seguro que quiere cobrar o incluso puede que me robe la idea. La gente es realmente… La gente es… No te puedes fiar de nadie… No me puedo fiar ni de mí mismo. Yo mismo sin ir más lejos le robé una idea a un tipo una vez. Igual hasta… Tendría que ir con más cuidado, me he explicado demasiadas cosas, igual hasta podría robarme esta idea a mí mismo fácilmente. Y luego qué. Y luego qué. Pero ya nos ocuparemos de eso más tarde. Si puedo. Porque ahora. Ahora. Buf. Qué lío. El caso es que necesitaba un tren. O al menos un vagón. Y me digo, joder, aquí al lado está la vía de cercanías, puedo acercarme y coger uno cuando pase. Bien, el caso es que no es tan fácil coger un tren en marcha. Pasan bastante rápido, pesan mucho y encima los vagones están agarrados los unos a los otros y tienen como un truco para desengancharse que no acabe de pillar. Jaja, ahora me doy cuenta… Coger para los argentinos significa… Jaja… Coger para los argentinos significa lo mismo que agarrar, pero sólo se usa para los resfriados. Coger un tren, coger un resfriado, jaja… Disculpas a mis lectores argentinos, que serán pocos ya que al estar en el hemisferio sur tendrán este texto bocabajo y les resultará incómodo de leer. Volviendo al asunto que nos ocupaba: como soy un tipo listo, me dije a mí mismo que igual era más fácil con el tren parado. Hm. Me digo demasiadas cosas. Al final acabaré robándome mi idea. Pero de eso ya nos encargaremos más tarde. Me haré firmar un contrato de confidencialidad o algo así. Parar un tren de forma educada es complicado. A uno le grité “por favor, pare un momento, que necesito un vagón” y siguió su camino impasible el ademán, dejándome a mí con cara de vaca viendo pasar los trenes. Supe que necesitaba medidas más drásticas. Por suerte, siempre llevo encima dinamita, por si alguien me intenta robar alguna idea. Es que una vez yo robé una idea y piensa el ladrón que etcétera. Y qué idea robé. La idea consistía en dejarme la cafetera preparada por la noche y así por la mañana podía dormir diecisiete segundos más. Esta idea me ha dado millones. De segundos. En realidad, no tantos porque por la noche me entra pereza y al final no lo hago. Total, por diecisiete segundos. La pena es que hace dos semanas me hubieran venido bien esos diecisiete segundos. No pude acabar de estrangular a un tipo que seguro que me hubiera acabado robando una idea. Me lo crucé por la calle y me pidió la hora. Así, sin conocerme de nada, me pidió una hora. A mí, que no tengo ni diecisiete segundos que me sobren, me van pidiendo horas enteras. Y eso que no me conocía. Imagina si llega a tener confianza. Me saca los años de las entrañas. Y pensar que no pude acabar de matar a esa maldita rata despreciable. Por diecisiete míseros segundos. Bueno, lo que decía, que pude parar el tren con ayuda de la dinamita. Lo malo es que los vagones del principio quedaron un poco chafados y sólo me quedaron aceptables los dos del final. Saqué a los pasajeros muertos y a los heridos, mientras los que habían quedado más o menos bien salían por su propio pie. Me hubiera disculpado, claro, pero me cabrée al ver las manchas de sangre. No me jodas, hombre, que eso no se va. Sangre. En un prototipo. Sangre. Con lo fea que queda la sangre en las cosas finas y elegantes, y más en un prototipo fino y elegante. Qué mala impresión dejas. A una mujer se lo dije, y todo. Pero hombre, señora, no me sangre en el prototipo. Y ella, mi brazo, mi brazo. Imbécil. El brazo ni siquiera sangraba, sólo estaba roto. Pero la ceja y la nariz y la pierna derecha… Qué cuadro. Total, que pude empujar el vagón hasta mi casa y aquí viene lo malo. Lo estaba metiendo por la puerta, después de subirlo dos pisos por las escaleras y buf se quedó encallado en el marco. No podía ni meterlo más ni sacarlo. Ni torcerlo un poco para ver si entraba. Y ahora no sé qué hacer. Estoy dejando la madera destrozada. Un horror. Un agobio. No sé qué es mejor ni qué es peor, dentro de lo malo que ya es todo. ¿Rompo el marco en plan bruto y luego lo reparo? ¿Intento, no sé, limarla un poco a ver si consigo que pase con fineza y haciendo el menor daño posible? ¿Pero con qué, si estoy en el rellano? Una pesadilla, lo que decía. Un agobio. Sobre todo porque estoy de alquiler y si voy cambiando el marco sin avisar al dueño... Y avisar al dueño da palo. Luego te mira así ¬¬ y hay que dar ciento cincuenta mil explicaciones. Y si doy muchas explicaciones, me roban las ideas. Menudo lío. Encima, está goteando sangre. Y además la parte que está dentro del piso. Maldita sea, todo lo malo me pasa a mí.


 
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