lunes, 22. septiembre 2008
Jaime, 22 de septiembre de 2008, 7:17:12 CEST

Algunos malentendidos sobre las sectas


Existe mucha confusión al respecto, además de no poco debate. Sin embargo y a pesar de la controversia, creo que todo el mundo debería tener más o menos claro que las sectas destructivas NO son buenas. No niego que quienes participen de los ritos y sobre todo de los beneficios de estos grupos estén contentos con sus reuniones y demás, pero al final estas sectas acaban haciendo honor a su adjetivo: porque resulta que lo de "destructiva" va más o menos en serio y no se trata de un truco publicitario. Yo me metí en una secta hará unos cuatro años. Me dijeron que con lo de las bodas multitudinarias uno ligaba mucho, o por lo menos algo, así que me dije que por qué no, y aunque se me ocurrieron varias respuestas, hice caso omiso de ellas de forma elegante. Porque llevaba corbata. Como corresponde al mejor vendedor de coches usados de l'Hospitalet. El caso es que desde un principio me di cuenta de que me habían timado porque ahí nadie se casaba. Es más, nos llevaron a una especie de granja y nos separaron a hombres y mujeres en diferentes casernas. Luego nos repartieron unos uniformes y unas pistolas y nos dijeron que teníamos que defender no sé qué democracia en Afganistán. No me gustó nada esa secta. En Afganistán no hay playa. Ni campo. Además, había que madrugar demasiado. Al parecer era una secta ilegal porque la abandoné a los dos meses y aun así tuve que pasar dos años en la cárcel. Y eso que ofrecí los nombres de los altos cargos del grupo a cambio de mi libertad. Ay. Yo ya soñaba con entrar en el programa de protección de testigos. Ya había elegido nombre y profesión: Santiago Moreno, cabaretera del Lapin Agile. Al salir de la cárcel, lo volví a intentar con otra secta. Por probar. Igual sólo tuve mala suerte. Debería haber mirado más. Etcétera. La secta escogida tenía un nombre de estos raros y largos, nunca conseguí aprendérmelo. Salía la palabra séptimo por algún lado y creo que se hacía referencia a algún planeta probablemente imaginario, como ese de Star Wars, Saturno o cómo se llame. Al principio creí que había acertado porque prometían una vida de placer y desahogos una vez viniera a recogernos no sé quién. El problema vino cuando nuestro líder tuvo ciertos problemas con la ley. Me los explicó, pero no recuerdo muy bien cómo era el asunto. No sé qué del iva de unas facturas o algo por el estilo. El caso es que le dio por que nos suicidáramos todos de golpe. No acabé de seguir la lógica de su argumento, pero sería cosa mía porque todo el mundo estaba más o menos de acuerdo. Al parecer, eso del suicidio colectivo se lleva bastante en las sectas, o eso me explicó uno de mis compañeros, que ya había estado en varias. Le pregunté si se había suicidado antes y me dijo que no, así que en realidad estaba de acuerdo porque era un borrego, ya que no sabía si la experiencia merecía la pena. Protesté enérgicamente. No estaba dispuesto a pasar por un suicidio colectivo sin antes haber celebrado al menos un matrimonio multitudinario. Incluso enseñé el folleto publicitario a modo de reclamación. Nuestro líder ignoró mis quejas aduciendo que por culpa de ceremonias anteriores tenía que pasar unas veintisiete pagas de manutención, y que con su sueldo no podía permitirse otra posible ex mujer. Aun así, lo del suicidio no me acababa de convencer. Porque a mí siempre me ha dado mucho miedo la muerte, entre otras cosas (la violencia, las crisis económicas, la oscuridad, la luz cuando me da directamente en los ojos, la madera, los perros, los gatos, los elefantes, los mosquitos elefante, los gatos --no me repito, ahora me refiero a los del coche--, los relojes digitales, el ruido que hacen los relojes de agujas, las nubes, las tormentas, los días de mucho sol, los desiertos, los lápices afilados, los cuchillos, las cucharas, los bombachos, el sonido del dígrafo ch, las matemáticas, los burgaleses, los coches, las bicicletas, los terremotos, los volcanes, los mecheros, las cerillas largas, los insectos que vuelan, los que tienen patas, los termómetros, eso de ahí que tengo en la estantería y que no me atrevo ni a tocar para tirarlo, las reuniones de antiguos alumnos y los anuncios de colonia), así que tuve que decirle al líder que gracias, pero que de eso pasaba, que en todo caso, si no se morían del todo o cambiaban de opinión, ya quedaríamos para tomar un café. El líder fue presa de un ataque de ira (siempre he querido usar esta expresión) y amenazó con matarme si no me suicidaba. Ah, el maldito conocía mi punto débil: mi irracional miedo a la muerte. Así pues, decidí hacer como todos los demás y beber la copa envenenada. Pero entonces, justo cuando mis labios tocaron el cristal, una sensación que nunca había experimentado antes me atenazó los músculos: sentí un miedo simplemente descomunal a morir. Le dije al líder que me llamara cobarde si quería, pero que no podía terminar con mi vida. Me llamó otras cosas aparte de cobarde, cosas realmente feas como "tonto" y "batracio", además de adjetivos que no pienso reproducir, como "enervante". Concluyó soprendiéndome: si no accedía a suicidarme, me mataría con sus propias manos. La amenaza surtió efecto. Nada me da más miedo que morir, excepto quizás trabajar, y así entramos en un bucle absurdo del que sólo salimos cuatro horas y media más tarde, cuando la policía entró en el local y nos liberó a los seis miembros de la secta. Fue una suerte, porque para entonces otros dos ya se habían suicidado, al parecer por aburrimiento, y los restantes estaban dispuestos a matarme, a pesar de que hubieran interrumpido así el alegre intercambio de impresiones entre nuestro líder y yo. Cuando leí en la prensa el relato de lo sucedido, me di cuenta de que había sido más que afortunado: soy un tipo observador, pero no había reparado en que, por cosas del destino, los miembros de la secta éramos todos hombres. Y además impares. Con mi suerte, en caso de boda, me hubiera quedado solo. En fin. Pues eso: las sectas son malas. No confundir con las setas. Las setas están ricas. Excepto las venenosas. Que igual están también ricas, pero vamos, luego te acaban sentando regular tirando a mal. Un amigo (bueno, un conocido, por mucho que en el facebook ponga "amigo"… Creo que se abusa del término amigo, al menos en el facebook) se tomó una vez un yogur caducado y no le pasó nada. Claro que sólo pasaban dos días de la fecha. Lo de la fecha es más por temas legales. Lo normal sería poner, no sé, diez días más o menos desde tal fecha y si no sabe raro pues no pasa nada. Las cosas no se ponen malas a medianoche de tal día. Es un proceso. Gradual. Pero la verdad es que yo también soy muy maniático y si pasa aunque sea un día de la fecha, tiro el yogur sin ni siquiera abrirlo.


 
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