noviembre 2006 | ||||||
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Caso resuelto
Me tuve que hacer cargo yo mismo. Había propuesto a Sherlock Holmes, un tipo que a mí siempre me había parecido avispado, pero, al parecer, el tal Holmes estaría muerto si no se tratara de un personaje de ficción. De lo que se entera uno. No te acostarás sin quedar en evidencia una vez más. De todas formas, se trataba de un caso sencillo: el cadáver había aparecido con siete puñaladas en la espalda. Un suicidio más que evidente. El tipo se quitó la vida porque el hecho de haberse acostado con la mujer de otro señor le remordía la conciencia. Cosa normal, porque este otro hombre, el marido, no hacía más que amenazarle de muerte. Difícil, vivir así. Me sabe mal decir este tipo de cosas, pero me temo que fue una suerte que se suicidara. Y es que creo que era un asesino en serie: hubiera continuado matándose si no se hubiera muerto antes. Ahora tendrá que vérselas con el juez. Aunque no creo que pase mucho tiempo en la cárcel. Al fin y al cabo en este país sale muy barato cargarse a alguien. Además, seguro que puede pagarse un buen abogado: tiene (o tenía, no sé muy bien cómo decirlo) una casa grande y un buen coche. Ahí hay pasta. Y tanto. El cabrón era (o es, o fue) un tipo hábil. No dejó ni una de sus huellas en el cuchillo. Las limpiaría antes de que llegáramos. O igual llevaba guantes. No nos aclaró ese punto durante el interrogatorio. Lo demás sí que lo admitió. El que calla otorga y el tío se quedó callado como una tumba.