octubre 2006 | ||||||
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Los fantasmas del capitalismo
La fábrica de Martorell de Visco S.A. está encantada. No de la vida, sino por un fantasma. O al menos eso dicen sus empleados. Son muchos los testimonios, pero los últimos son quizá los más escalofriantes, por cercanos. Por ejemplo, un antiguo guardia jurado afirma haber oído voces y ruidos en el despacho del presidente casi cada noche. En más de una ocasión entró a ver qué pasaba, para encontrarse la habitación vacía. Un detalle importante: su curtido pastor alemán se negó a entrar. Hay más: seis jóvenes entraron un sábado por la noche de febrero en la fábrica, colándose por una ventana rota y con la única intención de beberse unas botellitas de vodka y martini a resguardo de la tormenta que estaba cayendo. Oyeron ruidos, gruñidos, quejas, insultos. Creyeron entender algo así como "esta juventud no respeta nada". Salieron corriendo y nunca han querido ni siquiera volver a acercarse al lugar. Los empleados tienen sus propias ideas al respecto: "Es el señor Ramón --explica uno de los más antiguos trabajadores de la fábrica--. Cuando se jubiló en 1922 ya dijo que estaba en contra de los cambios modernos que se habían introducido aprovechando su ausencia, como la media hora para comer o la jornada de doce horas. Cosas de comunistas, decía. Se murió del disgusto al ver cómo los pobres niños dejaban de trabajar aquí y de llevar un siempre agradecido sueldo extra al núcleo familiar, como hacía mi propio padre. Un sueldo pequeño, claro, pero es normal, los niños también son pequeños". No es el único caso de empresa con fantasma. Las oficinas centrales de la aseguradora suiza Umfall también cuentan con la visita del fundador Matthias Sicher, fallecido en 1932. Al parecer, Sicher se pasea por el piso diecisiete del edificio de Ginebra, bebiendo lo que parece una botella de ídem y lamentando que su mujer se haya ido con otro. La médium Anna Keingeist consiguió contactar con él en una sesión de espiritismo. Sicher la obligó a escribir las siguientes palabras: "Aburrida decía aburrida los seguros no son aburridos accidentes muertes incendios eso no es aburrido con un músico la música sí que es aburrida puta ópera de mierda gordas gordas todas gordas y gritando". Otro caso famoso es el de la barcelonesa Papercat. El hijo del dueño murió en un terrible accidente de tráfico. Su fantasma ha sido visto en más de una ocasión aparcando un descapotable en el garaje a las once de la mañana y saliendo de las oficinas en dirección al coche a las doce menos cuarto, musitando: "Hala, ya he cumplido, osti tú, lo que s'ha de fer per cobrar un sou, on cony he deixat el mòbil?" Al parecer, el espectro está condenado a ir a trabajar cada día y buscar durante toda la eternidad un móvil con setecientos mensajes de texto guardados, además de cincuenta fotos y trescientos contactos. Como para perderlo. De todas formas, el caso más conocido de empresa con fantasma es el de la madrileña Pichi, S.A. El jefe de ventas murió de un infarto en 1996 y desde entonces su fantasma se pasea por las oficinas, arrinconando junto a la máquina de latas o en cualquier pasillo al primer novato que ve. Y aterrorizándolo con sus horribles palabras dignas de los setenta y siete demonios más crueles del infierno: "El otro día estuve en Barcelona y le vendí cincuenta mil unidades al Saladrigas. Qué tontos son estos catalanes. Le digo, venga, date prisa que cojo un avión. Mentira, pasaba noche allí. Date prisa, le digo, que tengo que venderle cincuenta mil unidades a Mateo. Allí la cagó, el gilipollas. ¿Que el Mateo te va a comprar qué? Firmando como un hijo de la grandísima puta. Venga a comprar, y yo pensando que le tendría que haber dicho cien mil, con dos cojones. Ese se hubiera comido una mierda si le digo que le había meado al Mateo en la cara. Fíjate qué reloj más guapo me he comprado con la comisión que me va a llegar. Mira: cronógrafo, esta aguja que tampoco sé para que sirve, correa de piel... Huele, huele... ¡Coño, huele, no te quedes ahí pasmado! Piel auténtica. Y a juego con el salpicadero del Mercedes nuevo. Todo pagado por los catalanes. Que se quejen con motivo, los cabrones".