agosto 2005 | ||||||
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Espera, que ésta es buena
Tenía tanta sed que pedí simplemente un vaso de agua. Tomé el primer sorbo y me di cuenta de que Cielo Santo allí dentro del vaso había un señor. Un señor bajito, claro, no más de metro sesenta, pero señor al fin y al cabo, con su traje y su corbata con el nudo aflojado, pidiendo auxilio mientras tragaba agua. Entre la camarera y yo logramos sacarle de allí: ella me sujetó por los tobillos mientras yo colgaba mi cuerpo del borde del vaso y agarraba el brazo de aquel pobre hombre. --Ah, qué horror --nos dijo cuando le sacamos--. Un poco más y acabo en su estómago. --¿Pero cómo lo hizo para caer ahí? --No sé, resbalé... --¿Resbaló y ya está? --No tiene nada de raro... A mí siempre me han dicho que me ahogo en un vaso de agua.