julio 2005 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom. | lun. | mar. | mié. | jue. | vie. | sáb. |
1 | 2 | |||||
3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 |
17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 |
24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
31 | ||||||
junio | agosto |
Límites
"Lo que son los límites. Si un leñador se levanta una apacible mañana de otoño, se dirige al bosque, escoge un árbol y lo tira al suelo a hachazos, pocos serán los histéricos que le reprochen nada, siempre que tenga los correspondientes permisos. Pero si se levanta esa misma mañana y a quien tira al suelo a hachazos es a su perro, no faltará quien le tilde de salvaje, ¡aunque sea para asar al chucho e ingerir así una cantidad nada despreciable de proteínas! Y peor aún si a quien le clava el hacha en la cabeza es a su hijo de quince años, por mucho que el leñador le haya alimentado durante todo este tiempo y tenga por tanto cierto derecho a decidir cuándo está lo suficientemente rollizo como para ponerle la manzana en la boca y dejarlo un par de horitas en el horno de leña, lo justo para que quede crujiente por fuera y tierno por dentro." Hans Adenauer, No te puedes fiar de un leñador. Ediciones Universitarias, 1978. Traducido por Santiago Moreno.