julio 2005 | ||||||
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junio | agosto |
Ah, el amor
Fragmentos del diario del joven Javier Ter, que murió el pasado 10 de junio en un tiroteo con la policía
23 de mayo Esta noche tampoco he podido dormir bien. Imagino que era el peso de la dorada luna ya casi de verano sobre mis sueños azules como los ojos de mi amada. Eso, o los gritos de mi amada, que sigue atada en el sótano. Si se empeña en no entregarme su cruel corazón, le tendré que arrancar otro diente con los alicates. Ah, y ella sabe que cuando me obliga a hacer tales cosas, mi alma sangra más que sus encías.
26 de mayo Por fin vuelvo a dormir, ah, Morfeo se ha apiadado de su pobre esclavo. La he amordazado. No sé cómo no había caído antes.
27 de mayo ¡Qué cruel es! ¡No me ama! ¡Y no quiere estar a mi lado! ¡Quiere que la deje marchar! ¿Cómo puede ser tan egoísta? ¡Ah, mujer! ¡Dios te creó a partir de la más cruel de las costillas! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!
29 de mayo No quería que le acariciara su piececillo de nata. Se lo he cortado y lo he subido a mi habitación. Ahora duerme como un ángel. Como el ángel que es. Ah, qué bella. ¿Qué es lo que debe estar soñando? Con el mar. Sueña con el mar. Mi sirena.
30 de mayo Me gustó lo de la sirena. Le he cortado el otro pie. Si sólo me dejaras amarte, mi plateado y raudo atún, tan rápido que mi corazón no te atrapa. ¡Deja que te enlate en el aceite vegetal de mi amor! Ah, cruel y despiadada morsa. ¿Morsa? Ah, sí, por los dientes que le he dejado.
31 de mayo Ya ni me mira. ¿Qué he de hacer para conseguir que me quiera? Si tu ojo peca, arráncatelo. Sí, mejor entrar ciega en el reino de mi amor que acabar en el gélido infierno de la indiferencia. Le he quitado los ojos con ayuda de una grácil cuchara. Ahora me miran, dulces y azules, desde la mesilla de noche. Abro los míos cuando los rayos del sol de la mañana me despiertan acariciándome cálidamente y lo primero que veo es sus dos trozos de cielo mirándome, al lado del despertador y de las rimas de Bécquer.
2 de junio Como está atada y sentada, el resto de las piernas no le sirven de nada. Me las he subido a mi habitación. Con los pies no me bastaba. Ah, mi amor y su piel de seda. ¡Cómo sangraba! ¡Lo que ha costado cauterizar esos muñones! ¿Pero y los muñones de mi alma? ¿Acaso no sangran más aún?
5 de junio Días horribles. Tristes como una ensalada sin aliñar. Creía que me había ganado su corazón. La he acariciado. Creía que ella me acariciaría también a mí, que su llanto sin los diamantes de sus lágrimas --claro, sin ojos-- prbaba que ya se había rendido a mí. Un llanto liberador y al fin enamorado. La he desatado. Quería que tocara mi rostro con el algodón de la yema de sus dedos. ¡Y me ha arañado con las frías espadas de sus crueles uñas! En la cara y en el alma. Me he llevado sus manos arriba. Ahora sí me acaricia. Y no hace falta que esté atada, sólo amordazada.
10 de junio Días más que terribles. Negros como el culo de una olla. Ha muerto. Su alma ha vuelto al lugar al que pertenece: ¡entre los ángeles! Me quedo aquí, solo, entre sus recuerdos. Su olor... ah, aún me parece olerla... incluso la veo... Pero eso es porque aún no la he enterrado. Me quedan, sí, sus recuerdos. Trozos de vida que deja tras de sí. Un mechón de pelo como un río de oro... Sus cuatro dientes como perlas de azúcar... Su orejita de crema... Sus piececitos de nata... Esas piernas tersas y torneadas... Sus juguetonas manitas... Y esos ojos afilados y a la vez cariñosos... Sirenas, oigo sirenas... Ah, sirena mía... Nada entre los atunes... Yo seré tu atún... Ah, qué intensas las sirenas... Qué es eso que oigo... Entran... Fantasmas que vienen a robarme lo que me queda de ti... Ah, el amor, dulce condena, despiadado paraíso...