miércoles, 8. septiembre 2004
Jaime, 8 de septiembre de 2004, 11:00:55 CEST

De hombres y delfines


Quim Monzó comentaba en un artículo de hace unos años que una universidad creo que hawaiana había llegado a la conclusión de que los delfines no eran tan inteligentes como se creía. De hecho, el estudio concluía que eran bastante más tontorrones que el más tonto de los perros. Desconozco la solvencia de esta investigación, pero recuerdo que leí el texto de Monzó con cierta alegría. Entonces no comprendía que se pudiera creer que unos bichos como los delfines eran tan listos como nosotros. ¿Por qué? ¿Por qué saltan a través de aros a cambio de un arenque? ¿Por qué emiten unos chillidos como los que soltaría una paloma después de tomarse una buena dosis de anfetaminas? Los delfines tienen además una pronunciada cara de bobo, como de vicepresidente de los Estados Unidos en campaña. Con esa sonrisa ridícula de político que preferiría estar jugando al golf que estrechando todas esas manos. De todas formas y con independencia de posibles nuevos estudios publicados, he cambiado de opinión. Los delfines no pueden ser tan estúpidos como parecen. Lo aclara Douglas Adams en La guía del autoestopista galáctico, cuando escribe que "el hombre siempre supuso que era más inteligente que los delfines porque había producido muchas cosas -la rueda, Nueva York, las guerras, etcétera-, mientras que los delfines lo único que habían hecho consistía en juguetear en el agua y divertirse. Pero a la inversa, los delfines siempre creyeron que eran mucho más inteligentes que el hombre, precisamente por las mismas razones". Digo yo que tampoco seremos tan listos si no somos capaces de pasárnoslo tan bien como los delfines. Es más, hacemos cosas peores que saltar a través de un aro y a cambio de mucho menos que un arenquito. Los delfines, además, no llevan corbata. Punto, juego y set para los mamíferos con aletas.


 
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