miércoles, 21. enero 2004
Jaime, 21 de enero de 2004, 9:01:36 CET

Un parque a oscuras


Cuando uno pasa de noche por un parque, no puede quitarse de la cabeza la idea de que o le van a violar o le van a tomar por un violador. Si el parque es el de la Ciutadella, la sensación es aún peor: la proximidad del parlamento y de sus ocupantes hace temer también por la cartera. Por cierto, encontrar el parlamento en el parque es sencillo: sólo hay que guiarse por el olor a animal. La excusa que ponen los obreros de la política es que el edificio está justo al lado del zoo. Dentro de unos meses trasladarán el zoo a las afueras y se podrá comprobar quién era el que olía más y peor. Y no, no aprovecharán para llevarse fuera el hemiciclo catalán porque, parafraseando las palabras acerca de la policía que se le escaparon a Joan Rigol en mitad de un pleno, los políticos son otra clase de animales. Una lástima que no pudiera pasar por el parque unas horas antes. Anoche sólo había cuatro locos corriendo sin que nadie les persiguiera y otros cuatro que sacaban a pasear al perro, para espanto de las ocas y patos que correteaban sueltos por los dos estanquitos del parque. Menudos graznidos soltaban los pobres cada vez que a algún despistado se le escapaba el pastor alemán. Y es que a esas horas apenas pude constatar que esa enorme fuente a modo de cascada me sigue dando miedo y que la estatua del mamut ha encogido desde que era niño. Por lo que me han explicado, de día hubiera podido presenciar un divertido espectáculo: gente abrazada a los árboles, con la intención de sentirse en pleno contacto con la naturaleza, de notar el fluir de la vida. Imagino que esta gente pensará que la vida es algo muy pegajoso. Por la resina, más que nada.


 
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