enero 2003 | ||||||
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diciembre | febrero |
Oficio de periodista
"Esta fauna de moscas cojoneras del llamado periodismo rosa son los que más presumen y alardean de su condición de periodistas, como si el título fuera una licencia para saltarse las reglas del decoro y la privacidad de las personas". Así de duro golpea Antonio González en La voz de Galicia. Y, además, sin escatimar bofetadas a periodistas serviles y mentirosos. No le falta razón al columnista, pero, de todas formas, creo que es normal que en todas las profesiones haya un porcentaje de cretinos que dé mal nombre al gremio. No todos los médicos son unos matasanos, ni todos los fontaneros unos ladrones, ni todos los taxistas unos cochinos. Más bien, son minoría. Pero, aun así, no podemos evitar pensar en cualquier profesional recurriendo siempre al tópico negativo. Ojo, no quiero decir que no haya que criticar a esperpentos y delincuentes que creen que el periodismo consiste en tener delante una cámara y soltar lo primero que se les ocurra. Simplemente creo que no nos podremos librar de estos tipos, del mismo modo que nos resfriamos casi cada año, por mucho que nos abriguemos. Es más, dentro de lo que cabe y con cierta resignación, uno puede llegar a admitir no es tan terrible que así sea: la presencia de inútiles en el periodismo puede que contribuya a normalizar una profesión bastante mitificada. E incluso, teniendo en cuenta que -dicen- hay demasiados periodistas para el mercado de trabajo, estos sujetos pueden ayudar a disminuir el número de vocaciones y, por tanto, de futuros parados. Porque no creo que haya nadie con dos dedos de frente y algo de estómago vea a Jesús Mariñas o a Karmele Marchante y envidie su oficio.
Excusas
Y, claro, no le creyó nadie, pero era cierto, yo mismo fui testigo: el perro se comió sus deberes.