enero 2003 | ||||||
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Libros y manías
A veces los nombres son como una losa. Pensemos en un libro que lleve en su portada del de Borges, o el de Cela. Sí, de acuerdo, se venderá de maravilla. Pero, también, los prejuicios sobre esos escritores impedirán que muchos se enfrenten a los textos de buen grado. Los tópicos, los clichés, impiden muchas veces disfrutar o simplemente juzgar un libro (o una película, o un disco). A quien le repugnen los rasgos más conocidos de la literatura de Borges, difícilmente leerá ninguno de sus cuentos sin fruncir el ceño cada vez que en la narración aparezca un tigre o un espejo. Y eso a pesar de que somos conscientes de que estos tópicos son, en el mejor de los casos, exageraciones, caricaturas. Ejemplo: el adjetivo kafkiano, que se usa cada vez que aparece por en medio algún trámite, por simple que sea. No creo que este problema tenga solución. Al menos, dudo de que un editor se plantee la posibilidad de vender Cien años de soledad, por decir, bajo otro título y otra firma. Aunque sólo sea para averiguar si quienes no tragan a García Márquez son sinceros o se apuntan al carro de los que apedrean a los consagrados por el mero hecho de serlo.