"Resulta menos desagradable negarse a prestar un libro ('no me lo prestaría ni a mí mismo', como solía decir Jonathan Edax) que tener que acosar a la gente para que te lo devuelva, provocando una situación incómoda tanto para ellos como para ti. A la inversa, un bibliófilo nunca pide un libro prestado, ya que le resultaría intolerable tener que devolvelo. Tranquilamente anota el título y se lanza en su busca para comprarlo".
Estas palabras de Cyril Connolly, publicadas en
La caída de Jonathan Edax y otras piezas breves, son perfectamente aplicables a las estilográficas, los discos y el dinero. Mira que sé que hay cosas que no se prestan, que la generosidad tiene un límite, que hay muchos que confunden préstamo con regalo y un par de días con un par de meses, pero me resistía a creer que fuera tan complicado grabarse
The Wall, de Pink Floyd. De acuerdo, es doble; de acuerdo, a veces parece que sólo quieres volver a escuchar los discos y releer los libros cuando los has prestado; de acuerdo, no es ni mucho menos mi disco favorito. Pero es mío. Y lo quiero de vuelta. Ya.