jueves, 27. diciembre 2012
Jaime, 27 de diciembre de 2012, 10:31:45 CET

OLA K ASE COLABORA EN GQ O K ASE


He comenzado a colaborar con la edición online de la revista GQ. Mi atractivo físico, mi elegancia, mi éxito con las mujeres y mi escaso contacto con la realidad no podían pasar desapercibidos. Al fin y al cabo, yo marco tendencia: cuando salgo a la calle la gente huye en dirección contraria, por ejemplo.

Creo que así fue como puse de moda eso de correr.

Total, que empecé con un artículo muy sesudo, explicando el origen de la expresión OLA K ASE:

"Últimamente me han echado de siete grupos de whatsapp, de dieciséis foros y de un par de cumbres políticas internacionales por comenzar mis discursos con tres palabras: OLA K ASE. Creo que no se ha comprendido bien el alcance de esta expresión, que no es sólo una broma que nació con la imagen de una llama."

Y he seguido con una serie de consejos para planchar bien una camisa:

"Vestir siempre impecable es una tarea complicada de la que pocos salimos airosos. Una de las condiciones indispensables es llevar las camisas planchadas a la perfección. Y no es fácil. De hecho, casi cada año hay intentos por poner de moda las camisas arrugadas, que yo me tomo si Amancio Ortega me abrazara muy fuerte y me susurrara al oído que todo va a salir bien. Pero nunca acaban de funcionar. ¿Por qué? Básicamente porque nada nos gusta más que ponernos una camisa bien planchada".

De momento, parece que iré escribiendo cada semana.

No sé, yo me divierto así y no hago daño a nadie, DEJADME EN PAZ, NO SOIS QUIÉN PARA JUZGARME.


 
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domingo, 25. noviembre 2012
Jaime, 25 de noviembre de 2012, 17:58:51 CET

¿Cómo? ¿Una tercera novela? ¿Y la policía no hace nada?


Está a punto de estar a punto. Os dejo la portada del gran Óscar Villán. Saldrá en Libro de Notas y sólo en edición digital.

El problema de la bala

Hacedme rico y famoso.


 
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domingo, 18. noviembre 2012
Jaime, 18 de noviembre de 2012, 20:21:58 CET

En mi época con dos mil pesetas


En mi época con dos mil pesetas, que son unos doce euros, te ibas al cine con tu novia, pagabas las dos entradas y comprabas palomitas y coca-colas. Además, te sobraba para pagarte la gasolina y el parking, así que la llevabas en coche al restaurante. Sí, a cenar, porque algo sencillo también lo podías pagar con el cambio de las dos mil pesetas, incluida una botella de vino. Después cogías el coche y la llevabas a su casa, y tú con el vino ibas medio regular y ella además te iba hablando, hasta que de repente soltaba un grito, frenabas bruscamente y decía: "Creo que le hemos dado a alguien, Jaime, creo que le hemos dado a alguien". Y salías del coche consciente de que sí, de que habías oído un ruido seco, quizás era un perro, hasta que veías a una señora muerta a los pies del parachoques. Después del susto inicial, te atrevías a buscarle el pulso, luego mirabas alrededor y le decías a tu novia: "Sal, ayúdame. Tú cógela de las piernas y yo de los hombros". Y ella te preguntaba: "Pero qué quieres hacer, llama a una ambulancia, por Dios". Y tú le contestabas: "Ni hablar, que vendrá la policía y yo he bebido". Y ella: "Pero esta mujer..." Y cortabas: "¡Esta zorra esta muerta y ya le da lo mismo! ¡Tengo que pensar en mi carrera política! ¡La prensa me destrozará!" Entre sollozos, ella la agarraba por los tobillos y entre los dos la llevabais hasta el maletero, que tú abrías mientras con el brazo izquierdo seguías sosteniendo a duras penas a la mujer. La metíais dentro y con el cambio aún tenías dinero suficiente para comprarte una pala en una gasolinera e ir a un descampado, porque antes de la burbuja inmobiliaria en Barcelona había descampados. Allí, iluminándote con los faros del coche y mientras tu novia lloraba en el asiento del acompañante, cavabas un agujero lo suficientemente hondo como para enterrar el cuerpo de la mujer. Después, sudado y manchado de tierra, llevabas a tu novia a su casa y tú te ibas a intentar dormir un poco, aunque ya sabías que no pegarías ojo en toda la noche.

Veías a tu novia quizás dos o tres veces más. Ella no sacaba el tema, pero los silencios se hacían cada vez más largos hasta que finalmente, tomando un cortado, ella decía que no podía seguir así: "No tengo valor para ir a la policía, pero cada vez que te veo me acuerdo de aquella noche. No puedo seguir contigo". Se iba y te dejaba solo y tú te cabreabas porque había sido ella la que había querido ir a cenar, y no vas a cenar con agua, y también había sido ella la que estaba hablando mientras tú conducías. Si se hubiera estado calladita, hubieras ido mirando la carretera y no hubiera pasado nada. Encima te quería hacer sentir culpable. Es increíble. Las mujeres. No hay quien las entienda.

Pero bueno, lo importante: ese cortado, ese último cortado, ojo, aún lo pagabas con el cambio de las dos mil pesetas con las que habías ido al cine.


 
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martes, 6. noviembre 2012
Jaime, 6 de noviembre de 2012, 17:09:50 CET

Aces


A: ¡Camarero, siga a ese taxi! B: ¿Cómo? A: ¡Rápido! ¡Se escapa! B: Por favor, bájese de la bandeja... Pesa mucho... A: ¡Ese maldito taxista no ha querido cortarme el pelo! ¡Eso es racismo! B: Oiga, en serio, que yo trabajo en esta terraza. No puedo ir persiguiendo taxistas. A: Así va España. Yo sólo vendo billetes. Vuelva usted mañana. ¡EXCUSAS! B: No, si mejor no vuelva. A: ¡SON TODO EXCUSAS! B: Pero no me grite. A: Nadie tiene iniciativa propia. B: Pero que conste que tampoco tengo iniciativa ajena. Yo soy una persona onrada. A: ¿Cómo? B: Soy una persona onrada. A: ¿No querrá decir honrada? B: Sí, es que pronuncio mal las aces. A: ¿Las aces? B: Sí, la letra ace. A, be, ce, de, e, efe, ge, ace, i, jota... A: Ah, la hache. B: Exacto. Fui a un logopeda de niño, pero ya sabe cómo son los niños... A: ¿Pequeños? B: Efectivamente: no llegaba al pomo de la puerta y, rabiando de impotencia y de orgullo infantil, decidí no volver nunca más a la consulta de aquel señor al que no llegué a ver. A: Entonces, por ejemplo, ¿usted pronuncia hatajo y atajo exactamente igual? B: Sí: atajo y atajo. A: ¿Y cómo pronuncia China? B: Cina. A: Jajaja, parece tonto. B: Sí, lo sé, jajaja... A: Jajajajaja... B: Ay, qué risa... A: Voy a secarme esta lagrimilla con el dedo índice. B: Eso significa que le a eco muca risa... A: JAJAJAJAJAJA... B: Ya... Me e dado cuenta... A: JAJAJAJAJA... Otra vez... JAJAJAJAJA... Suena rarísimo... B: Ahora ya me está ofendiendo un poco con tanta carcajada. A: Perdón, perdón... B: Que yo soy el primero en reírme, pero llega un punto en el que ya es burla. A: Lo siento, tiene razón. B: Tengo amor propio y... Esto acaba iriendo. Me trae recuerdos del colegio... A: Le ruego que me disculpe. Me he dejado llevar... Hablando de dejarse llevar, ¿no va a seguir a ese taxi? B: No. Además, ya estará muy lejos. A: Si está aparcado. B: Pero cada vez más lejos. Al ser la Tierra redonda, el taxi va resbalando. Eso por no mencionar que el universo está en continua expansión. A: Bueno, pues nada... B: ¿Podría bajarse de la bandeja? A: Sí, cómo no. B: Gracias. A: ¿Se ha enfadado? B: Al final me a molestado un poco... A: Mmppff... B: Sí, lo e pronunciado mal... Y aora otra vez. A: Perdón, perdón, ya está. En serio, no quería ofenderle. Nada más lejos de mi intención. Excepto quizás Palencia. Palencia está lejísimos. B: Es igual, no pasa nada. Todo el mundo se ríe de mí por mi problema con las aces. Y porque tengo dos narices. A: Yo sólo veo una. B: La otra la guardo en casa. A: Ah, claro. Pues es práctico. B: Duele un poco. A: Bueno, pues ya me tengo que ir. A Palencia. ¿Le he hablado alguna vez de Palencia? B: Comentaba que estaba muy lejos. A: Es todo lo que tengo que decir sobre Palencia. ¿Qué hay en Palencia? Personas que no han podido salir de allí. Imagino que sólo habrá una puerta para salir. Pequeña. Escondida. B: ¿Y qué va usted a hacer en Palencia? A: Reírme de esa pobre gente. Jajaja... Palencia... Qué absurdo. Cuánto idiota. B: ¿Me escribirá? A: No. B: Menos mal. A: Porque quiero que venga conmigo. Necesitamos a alguien como usted. B: ¿Como yo? A: Sí, que le eche un par de narices al asunto, JAJAJAJAJAJA... B: ¡Oiga! A: Jajajaja... Perdón... Jajajaja... No lo he podido evitar. No lo e podido evitar, jajajaja... B: ¡Pero no me imite! A: Lo siento, lo siento. Ya me voy. Igual me tomo un café. ¿Cómo lo sirven aquí? B: Pues como en todas partes: solo, cortado, con lece... A: JAJAJAJAJA... B: ¡Es usted un cabrón! A: Ya me voy, lo siento, buenas tardes y felices fiestas. B: Que le vaya bien en Palencia. A: Eso es imposible. Pero gracias.


 
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miércoles, 31. octubre 2012
Jaime, 31 de octubre de 2012, 11:48:31 CET

Pena de muerte


Jaime Rubio fue juzgado la semana pasada por asesinato. Al parecer, estaba en un bar hablando de política, asegurando que Prusia resurgirá, cuando uno de los clientes del mismo establecimiento le pidió que por favor bajara la voz y se subiera los pantalones. Rubio sacó un trabuco de la época carlista, apuntó cuidadosamente a este cliente, disparó y le dio a una lámpara, lo que provocó un cortocircuito, un posterior incendio y la muerte por asfixia justo del cliente que se había encarado con él, en lo que Rubio catalogó durante la vista de "justicia divina".

Preguntado por el fiscal por los motivos que le llevaron a este acto atroz, Rubio explicó que "no me gusta discutir. Cuando discuto se me queda muy mal cuerpo. Es todo muy desagradable. Mejor eliminar de raíz toda causa de disputa y vivir en paz con uno mismo y con los demás. Mi lema es 'vive y deja vivir'".

El abogado de Rubio le preguntó por qué no le había hecho el ingreso con la provisión de gastos acordada, a lo que el acusado respondió que había ordenado la transferencia, pero que era de un banco de fuera de España, por lo que podría tardar hasta cinco días. El letrado le recordó que ya había usado esa excusa antes, a lo que Rubio respondió que él estaba muy orgulloso de no deberle nada a nadie y de cortar de raíz con las personas que le lanzaban falsas acusaciones, ya que le generan malestar y no le permiten vivir en paz consigo mismo y con los demás. En ese momento, Rubio sacó su trabuco de la época carlista y apuntó cuidadosamente a su abogado, pero antes de que pudiera disparar, tres alguaciles se lanzaron encima de él.

Tras unos momentos de confusión en los que la melée casi deviene en orgía, Rubio fue inmovilizado. Sus últimas palabras antes de ser amordazado fueron: "¡Me tratáis así porque soy de Prusia!"

El juez preguntó cómo era posible que el acusado hubiera entrado en la sala con un trabuco, a lo que uno de los responsables de seguridad respondió "el que tengo aquí colgado", en una gracia que no rió nadie, aunque luego fue tuiteada, consiguiendo la nada despreciable cifra de siete favs.

El juez sentenció a Jaime Rubio a la pena de muerte, añadiendo que "le condeno a morir de viejo, pero dentro de dos semanas". El sentenciado está ahora mismo envejeciendo muy rápido en la prisión Modelo de Barcelona: ya tiene todo el cabello blanco, lleva los pantalones justo por debajo de los sobacos y se queja mucho de cómo se peina la juventud. El médico aún no ha podido determinar si su deterioro va acorde con la ejecución de la condena, ya que Rubio le echa de la celda a bastonazos cada vez que le ve, gritando cosas como "AÚN NO ME ENTERRARÁS, MATASANOS; FUERA DE AQUÍ, LOS PRUSIANOS NO NECESITAMOS MÉDICOS".


 
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