noviembre 2024 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom. | lun. | mar. | mié. | jue. | vie. | sáb. |
1 | 2 | |||||
3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 |
17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 |
24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
abril |
Épica
El partido comenzó igualado, con la línea defensiva de ambos equipos muy adelantada. A pesar de esta igualdad inicial, los locales dejaron descubiertos los flancos y así sus contrincantes pudieron atacar con comodidad, llegando a disparar un par de cañonazos que cerca estuvieron de llevarles a la victoria. Fue entonces cuando el equipo local decidió redoblar los esfuerzos en artillería y enviar además sus cazas a efectuar ataques rápidos en puertos y aeropuertos. El equipo visitante pudo contrarrestar estos ataques gracias a la efectividad de sus centrales y reagrupó el grueso de sus tropas en la península itálica. El objetivo era que la infantería entrara a campo descubierto gritando mucho para que no se oyera el ruido de los aviones que venían por otro lado y que bombardearían escuelas y hospitales muajajá. Fue entonces cuando el general Von Graffodämmerungringentropp dio el discurso que le daría fama y que concluiría con la famosa frase: "Hay que jugar al toque y apuntar a las rodillas". Los jugadores demostraron una concentración hasta entonces inexistente y consiguieron meterse de lleno en el conflicto, confiando por primera vez en una victoria final. Diciembre de 1890. Fue cuando comenzó una guerra de desgaste en el centro de Europa que arrasaría Moldavia, Eslovenia, Mónaco y la República Checa. En las trincheras, los soldados disparaban casi a ciegas, con barro hasta en las cejas y sin saber muy bien si esos ruidos que oían y esas sombras que vislumbraban, eran del enemigo, de sus aliados o del motorista que les traía las pizzas. John, interior zurdo, sacó la foto de su prometida, que le esperaba en Omaha. Él todavía no lo sabía, ya que Doris no le había dicho nada para no preocuparle, pero la noche antes de irse, su novia había quedado embarazada. Llevaba dos meses en el partido, pero aún no había podido intervenir. Igual esto es la guerra, se decía, pero no he matado a nadie ni he metido ningún gol. Llevaba todo ese tiempo intentando acostumbrarse a la humedad constante, a ese rancho que cada día parecía el mismo, a ese miedo que llenaba todos los rincones y que apenas podía calmar encendiendo algún que otro cigarrillo a media noche cuando le tocaba guardia. La luz del pitillo le sirvió al equipo rival para localizar la trinchera enemiga. El obús cayó justo a los pies de John, que apenas si pudo pensar: "Mierda, la copa se nos escapa", justo antes de que estallara y repartiera trocitos de John en varios kilómetros a la redonda. Su amigo de la infancia Robert consiguió rescatar la oreja izquierda, que a día de hoy aún lleva colgada John Jr. del cuello, a pesar de las quejas acerca de "lo mal que huele esa cosa repugnante, ¿quieres hacer el favor de tirarla y me da exactamente igual lo que sea, como si es el puto pito de Stalin?". En una de estas ironías del destino, John Jr. es sordo. Aunque también se pudo dedicar al fútbol. Actualmente milita en un equipo de segunda, aunque está estudiando en la academia para ser oficial.
Las ventajas de la ciudad
En esta sociedad en la que prima la angustia existencial y la búsqueda del sentido de la vida por encima de las cosas fáciles y mundanas, mucha gente podría tomar nota del ejemplo de Sergio Romero. Después de doce años aislado en una ermita, reflexionando acerca de lo frágil que es el ser humano y sobre la posibilidad de la trascendencia del yo en un mundo aparentemente material, Romero decidió refugiarse en la comodidad y seguridad de un bufete de abogados. "Imagine --explica--, años abrumado por la eternidad y ahora tan tranquilo, con mis contratitos y mis fusiones y algún que otro accidente de tráfico". Romero ha cambiado por tanto la vida en el campo por la de la ciudad, con lo que ha conseguido una paz interior que no sentía desde su infancia. "Antes tenía que cuidar mi huerto, con todo el trabajo que eso supone. Ahora con un paseíto al supermercado tengo todo lo que quiero… Hace dos años sólo conseguí cultivar zanahorias. Comí zanahorias durante doce meses. Zanahorias, raíces y un par de conejos que cacé a pedradas. Pf. Y ahora lo que quiero. Ayer compré flan y todo". Su experiencia está siendo más que positiva y no duda en recomendársela a todos los ermitaños. "Sé que cuesta dejar la vida de contemplación y meditación, pero claro, el cambio compensa. Uno deja de sentirse insignificante ante la presencia de Dios y accesorio ante la perfección de la madre naturaleza para pasar a ser un tipo importante que lleva corbata y cierra el papeleo de acuerdos millonarios. El otro día me invitaron a comer y todo". No se trata sólo de paz espiritual, Romero disfruta ahora de un afeitado diario, culminado con la aplicación de una crema hidratante, que le está "paliando los estragos de años de curtirme la piel al sol y al frío, sin protección ninguna". También está orgulloso de la elegancia de unos trajes de buen corte, y contento por las ventajas que supone vivir en un pisito del centro de Barcelona, "al ladito del metro: llego al trabajo en diez minutos. Y aquí cerca tengo unos cines y todo. Al principio me molestaba el ruido del tráfico, pero ahora ya hasta me ayuda a dormir. Después de años oyendo lobos y búhos es relajante. Por no hablar de las estrellas. Qué incordio de lucecitas. Parecía el puto Corte Inglés". El ex eremita se estremece al recordar los ataques de los búhos asesinos, que le dejaron cicatrices de picotazos por todo el cuerpo. "Los búhos no son esos animales sabios y despistados que los dibujos animados nos quieren hacer creer --explica--. Son sanguinarios, fieros, astutos, despiadados… Aún me despierto algunas noches gritando y bañado en sudor frío". Romero apenas echa de menos "el contacto íntimo con Dios" que le proporcionaba la meditación trascendental, pero lo cierto es que comienza a sospechar que todo eran alucinaciones debidas al exceso de oxígeno en el aire. El monóxido de carbono le está ayudando a recobrar la cordura, además de un saludable tono grisáceo en el rostro.
Cómo ganar un concurso de belleza
Un señor de Cuenca ha sido nombrado Miss Universo, aprovechando un despiste de la organización. Al parecer, el empleado encargado de escribir el nombre de la modelo china que ganó el certamen, tecleó por error Alberto Ramírez Mateo en lugar de Qu Ying Ko, en lo que la organización ha tachado de comprensible desliz, dada la proximidad de las letras Q y A. Alberto Ramírez Mateo, funcionario de 42 años, ha llorado de emoción al conocer la noticia y ha asegurado que dedicará su reinado a luchar por los más desfavorecidos y a hacer todo lo posible por lograr la paz en el mundo. Tras imponérsele la corona en el ayuntamiento de su Cuenca natal, Ramírez salió volando por la ventana en dirección a Ossetia del Sur, donde se espera que se enfrente a Vladimir Putin en una épica pelea a puñetazos y rayos láser. El propio Putin ganó el mismo concurso en 2004, aunque fue atrapado por el lado oscuro a las pocas semanas de ser nombrado la mujer más bella del planeta.
Una reflexión serena acerca de la contaminación lumínica
He oído muchas quejas absurdas acerca de una cosa llamada "contaminación lumínica". El término ya de entrada es absurdo. ¿Cómo va a ser contaminación si ni se respira ni huele? En todo caso, suponiendo que la luz sea mala --porque ahora resulta que la luz es mala--, ¿cuál es el problema? ¿Que de noche ya no se ven las estrellas en las ciudades? ¿Y quién quiere ver las estrellas? Son blancas y están (a efectos prácticos) quietas. Guau. Qué pasada, ¿no? Puntos de luz inmóviles. Buf. No se me ocurre nada más emocionante. Vamos, que si esas estrellitas quieren que perdamos el tiempo contemplándolas, que hagan algo que mole. Que haya más cometas y que las explosiones se vean desde aquí. Que cambien de color. Que organicen, no sé, peleas de estrellas. O bailes, incluso. Pero bah. Estrellas. No hacen nada por nosotros y pretenden que nos pasemos ahí las noches mirándolas. Pf. Con la de series que hay. Es que ¿qué se han creído? No, en serio. ¿Estas estrellas de qué van? ¿De estrellas? (Ja, ja...) No, en serio, que estoy cabreado. Que alguien me diga cuándo fue la última vez que vio a una estrella tocando al piano una versión más o menos aceptable de Night and day (ja, ja... Las estrellas van de estrellas...). O cocinando un risotto comestible. O saltando a una piscina desde un trampolín a veinte metros de altura. Pero no. Las estrellas no hacen nada de eso. Sólo están ahí. Atrayendo planetas con su fuerza gravitacional. Despilfarrando energía. Alejándose las unas de las otras. Vamos, hombre. Y yo tengo que ir apagando las luces para que cuatro chalados sin vida se dediquen a mirarlas. Anda ya. Pero no es sólo cosa de las estrellas. Se ve que también se perjudica a los animales nocturnos. Hombre, lo que faltaba. Los búhos y las ranas y los murciélagos saliendo de noche y dicen que les molesta la luz del pueblo. No, ahora tenemos que apagar las farolas para que los bichos estos salgan de noche. Un empleo es lo que les hace falta. No, en serio, si tuvieran que salir de la cama a las siete y media para llegar a la oficina más o menos puntuales, se les iban a quitar las ganas de salir por ahí de noche. Porque a mí también me gusta tomarme mis copichuelas y volver a las tantas, pero no voy por ahí quejándome de que al día siguiente tengo resaca. Soy consecuente con mis actos. Digo que tengo dolores menstruales y no voy a trabajar. Que hagan eso los búhos, que se inventen una excusa (no sé, un tumor o algo) y que no vayan a la oficina al día siguiente. Pero que no se quejen de las luces de las pistas de aterrizaje del aeropuerto. No, si ahora tenemos que aterrizar de oído. Además, ¿qué se supone que tenemos que hacer? ¿Eh? ¿Volver a las velas? ¿Conducir a oscuras? ¿Romper farolas? ¿Eso tengo que hacer? ¿Salir a la calle a romper farolas? ¿Eso? ¿Como un gamberro cualquiera? ¿Coger una piedra y romper farolas? Pues mira, lo voy a hacer. Bocas, que sois todos unos bocas. (...) Ya está. He roto cuatro farolas. ¿Y qué has hecho tú, eh, jipi? Quejarte, ¿no? Lloriquear por las esquinas, ¿no? Pues hablando no vas a conseguir que se acabe la contaminación lumínica esa. Fíjate que yo estoy a favor y he roto cuatro (4 --IV--) farolas. He hecho más por el bienestar de las estrellas en un rato que tenía libre que todos los comunistas del mundo desde que cayó el muro de Berlín. Y además me he desahogado. Tirar piedras mola. Las agencias de viajes deberían ofrecer fines de semana de intifada. Mejor que un spa. Es que llevo un estrés encima que no me aguanto. En serio. Es que julio es un mes malísimo: el trabajo es el mismo y están todos de vacaciones. Yo también me hubiera ido, pero ya se sabe, el jefe tiene prioridad para escoger. Qué le vamos a hacer. En fin.
Sobra gente por todas partes
El profesor Jakob Adenauer ha llegado a la alarmante conclusión de que sobra gente. "Hay mucha, demasiada --explica en un artículo publicado en The nature of science--, más de la que hace falta para vivir". Según Adenauer, cada persona necesita un número muy limitado de congéneres para llevar una vida normal: "Algo de familia, para ser engendrado y pasar las navidades sin deprimirse; un puñado de amigos, para salir por ahí; un puñado de amigas, para volver de ahí; productores, transportistas y vendedores de comida, ropa y otros artículos; un elenco variado de actores para las películas, series y obras de teatro, cuatro o cinco jefes y compañeros de trabajo, cocineros, camareros y dos o tres taxistas; quizás también algún poeta y uno o dos pintores. De brocha gorda". Así pues, no harían falta más de cuarenta o cincuenta mil personas, tirando muy alto, para llevar una vida urbanita, completa y moderna. La pregunta que se hace el profesor de Leipzig es: "¿Por qué consentimos entonces que haya seis mil millones de personas de más? ¡Yo no necesito a toda esa gente! ¡Es un absoluto despilfarro de espacio y energía! Hay que llevar a cabo YA un genocidio sostenible". Según Adenauer habría que exterminar a esos miles de millones de personas innecesarias. El profesor también propone una ley que obligue a quien le sobreviva a suicidarse, ya que su existencia pasaría a ser absolutamente gratuita. "Estoy manteniendo a miles de millones de impresentables a los que ni siquiera conozco --concluye el doctor en Física--. Las autoridades deberían tomar cartas en el asunto, exterminar a esos parásitos y luego pegarse un tiro". Adenauer añade que el inicio de la temporada de rebajas no ha tenido nada que ver con su declarada apuesta por lo que llama "desagradable y sangrienta, pero necesaria para mi bienestar, operación quirúrgica".