Con las orejas rojas por la indignación


Estoy indignado. En realidad, no, pero esto va a ser lo que comúnmente se llama "columna de opinión" y las columnas de opinión suelen ser obra de ancianos iracundos. Yo no soy un anciano (legalmente me quedan tres años) y tampoco estoy muy seguro del significado de la palabra iracundo, pero cuando tengo que escribir frases muy largas acabo perdiendo el hilo y creo que eso debería servir para algo. Dicho lo cual, un inciso relacionado con el primer párrafo e incluso con los siguientes: he notado que un número considerable de blogueros (al menos un doce por ciento, según mis quizás algo optimistas cálculos) acaba colocándose como opinador y tertuliano, pero he notado que esa oportunidad no se me ha brindado a pesar de que en cámara quedo muy bien, siempre no que enfoquemos, que la nitidez es mi némesis. De hecho, María Teresa Campos, Mercedes Milà y Enrique Dans tuvieron todos un blog antes de acabar en Gran Hermano. Por eso nace "Estoy indignado", una columna de opinión de periodicidad más o menos periódica y que se publicará cada cierto tiempo (años, tal vez) en La decadencia del ingenio. El objetivo: que me contraten en un medio de verdad y me paguen una billetada por escribir esto. Y es que esto lo escribo en diez minutos. Me refiero a la palabra "esto". No sé por qué, pero tardo diez minutos en escribir "esto". Este párrafo me ha costado cuarenta minutos de mi vida. En estas columnas manifestaré mi preocupación y ofreceré sesudísimos análisis sobre temas de actualidad candente. Precisamente esta semana quería hablar de Vic. Según cuentan en los diarios, el ayuntamiento de Vic naranja escribe fino ha intentado poner trabas a los inmigrantes para empadronarse, y así ahorrarse una pasta en colegios y atención sanitaria. Sinceramente, esta medida del ayuntamiento de Vic cristal escribe normal me parecía un buen primer paso. Creo que es fundamental que los organismos públicos saneen sus cuentas. No puede ser que por culpa de prestar atención sanitaria a un montón de gente, no podamos pagar los hospitales. Sería un contrasentido. Como decían los clásicos: una conditio sine qua ad hoc. Y afirmo que es un primer paso porque yo prohibiría cualquier nuevo empadronamiento, con independencia del país de origen del empadronable. Ese sería el segundo paso. Y después desempadronaría a los empadronados (y buen desempadronador sería). Ese sería el tercer y último paso. Librarnos de todos los empadronados, esos malditos chupópteros que están dejando vacías las arcas municipales. Gracias a este recorte de gastos se podrían ofrecer unos servicios sociales impecables, cuyo uso no permitiríamos a nadie, no vaya a ser que se gasten. Ah sí, ahora nos acordamos todos de ese niño repipi que en segundo de EGB no nos dejaba su goma de borrar porque "se gasta". Con qué gusto le hubiéramos dado un collejón si no fuera porque la profesora miraba. Bien, pues ese niño no sólo tenía razón, sino que ahora es alcalde. De Vic. Entre otros pueblos. De las collejas ha pasado a las callejas, jaja, enteritis. Él, Ricardito, es alcalde, mientras que tú eres un pringao. De izquierdas, pero pringao. Reflexiona sobre el tema la próxima vez que entres en una papelería y veas una goma de borrar blanca y limpia. Dicho lo cual, aprovecho para exigir desde estas páginas (o lo que sean) que la SGAE se vaya de Iraq.


 
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Oh, Bama


Dada mi influencia como analista de la actualidad y conocedor de los entresijos de la política internacional, no creo que le extrañe a nadie que durante un tiempo haya compaginado mi labor como importante renovador de las letras españolas con la de asesor de Barack Obama Bin Laden. Esta tarea comprendía la redacción de la mayor parte de sus influyentes discursos. Sin embargo fui despedido tras presentarle el borrador del primero de los que se suponía iba a ser la mayor parte. Era nada menos que el que iba a dar con motivo de la entrega del Premio Nobel de la Paz. Por su interés y por lo que podría haber sido, pero no fue, lo reproduzco a continuación.

Señoras y señores, miembros del jurado, público en general, ante todo, mucha calma y muchas gracias por los sms que han enviado y que me han hecho vencedor en este certamen de Miss Paz. Estoy más que orgulloso por haber recibido este premio que han ganado otros luchadores por la concordia internacional como Yasser Arafat y Henry Kissinger. Creo que es importante hablar de la paz en el día de hoy en el que militares estadounidenses ocupan países extranjeros. La Paz, con mayúscula. Concretamente, Mari Paz, mi amor de la infancia. Apenas teníamos doce o trece años, y en nuestra inocencia nos limitábamos a pasarnos papelitos de pupitre a pupitre, estremeciéndonos cuando nuestros dedos se rozaban. La pobre acabó apareciendo en un descampado, pero a pesar del desconcierto inicial, no había sido violada y asesinada, sino que sólo estaba haciendo un picnic con unas amigas y además había avisado a todo el mundo. Pero ya sabemos cómo es la prensa sensacionalista. Tomemos como ejemplo el caso de Tiger Woods. Un golfista, es decir, un tipo por definición pijo que se dedica a un juego de pijos viejos que, como ya no son capaces de correr, se engañan a sí mismos creyendo que hacen deporte. Cómo odio a los pijos. El caso es que el pobre Woods seguía con su vida habitual, jugando al golf enfundado en esos pantalones de abuelo pijo que llevan todos los pijos que juegan a golf y pensando en sus cosas pijas de golf, como palos y pelotas (ja, ja). Y un día se levanta y un periodista confunde golfista con golferas y le salen amantes por todos lados. Claro, al principio mola, pero luego llega un punto en el que eso de liarse con una diferente cada noche cansa, y llamas al periódico para que rectifiquen y te salen con no sé qué tonterías de la libertad de prensa. ¡Pero si te has equivocado! ¡No soy un golferas, sino un golfista! ¡Tío, que mi mujer me va a dejar! ¡Tío! ¡Tío! Por eso quiero aprovechar este premio para proponer la eliminación de la libertad de prensa, dado que pone en riesgo el matrimonio tradicional y la familia tal y como la conocemos en la sociedad occidental, que es la única que importa: ahora no me vengáis con las costumbres de los nayar. Los nayar tendrían que dejar de hacer eso que hacen y casarse por la iglesia como todo el mundo. Ah, Paz. Mi Paz. Con tus cabellos castaños recogidos en una trenza y esos zapatitos de charol. Que dos o tres años más tarde se convirtieron en una salvaje melena y unos zapatos de tacón quizás demasiado atrevidos para tu adolescencia. ¿Pero acaso la adolescencia no es siempre atrevida o eso nos parecía en nuestra inocente ignorancia? Fue entonces cuando te escribí una carta y un poema. La tarde que iba a dártelos en mano cual papelito pupitrero, te vi morreándote en la puerta del insti con el Jordi. Con el Jordi. En la puerta del insti. Paz, si el Jordi era un imbécil y un pijo, ¿cómo pudiste hacerme eso? Señores del jurado de OT, ténganlo presente: la Paz es una puta. Una zorra. Con el Jordi. Además, para que te enteres, él se lió luego en el Túnel Balmes con tu amiga, la alta, ahora no me acuerdo de cómo se llamaba. Paz, eres una zorra y una idiota y una cornuda. Puta. Uno de los peligros que más asedia a la Paz son las redes P2P, o sea, Peace to Peace. Son un peligro para Paz porque con la nueva normativa estará bajándose un disco de Bisbal o de la mierda que le dé por escuchar a la zorra esta, y entrará la guardia civil y se la llevará arrestada, cosa que no estaría mal, pero tampoco es plan. Creo que hay un tema que la gente está olvidando en todo este rollo. Y es que se dice que la gente no paga por bajarse cosas. Y es mentira. Lo que pasa es que no te pagará a ti, atontao, que eres un atontao. Sí, hablo de Ramoncín. Yo cada mes pago mi adsl y cada tres meses mi cuenta Premium de Rapidshare. Si eso es no pagar nada, ya me dirás tú. Los de Rapidshare y Megavideo y estas cosas se están forrando, no me jodas. Y yo si fuera el dueño de Amazon --mister Amazon, supongo--, haría un Rapidshare: pagas tanto al mes y te bajas lo que te dé la gana. El tema es llegar a acuerdos. Y si llegas a muchos acuerdos te dan el Nobel de la Paz, yo aviso. A ver, si Google ganó el Príncipe de Asturias, ¿por qué no va a ganar Amazon el Nobel de la Paz, por muy puta que sea? Por cierto y ahora que hablamos de música y demás, tengo un grupo de gospel, los Oh Bamas. Podéis visitar nuestro Myspace, o sea, nuestro Ourspace. Hay cinco canciones que podéis escuchar gratis y un montón de fotos molonas de nuestros conciertos. Eso sí, hay que asumir que la gente no pagará un duro por poco que pueda, es ley de vida. Eso es justo lo que me dijo Álex cuando le conté lo de Paz. Que es ley de vida. No sé a qué se refería. ¿Qué es lo que es ley de vida? ¿Que Paz es una zorra? ¿Una zorra gorda? La vi el otro día por la calle… ¡Ja! Toda fofa y con dos niños más feos incluso que el Jordi. Aunque ya no está con el Jordi; lo sé porque le pregunté. Casi ni se acordaba. Claro, como para acordarse del Jordi, que era feo y pijo y tonto. No me extraña que ahora me dé un premio. Se habrá dado cuenta de que cometió un error pasando de mí y liándose con ese pijo de mierda. Pues ¿sabes qué? Ahora es demasiado tarde. Perdiste tu oportunidad, imbécil, ¡métete el premio por donde te quepa! Señoras y señores del jurado, RENUNCIO AL PREMIO NOBEL DE LA PAZ. Oh, ah, sí, escandalícense todo lo que quieran, que me da igual: ahora cojo y me piro en MI AVIÓN, el avión del PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS. ¿Qué hace Jordi, por cierto? ¿A qué se dedica? Oh, es contable. Un puto contable DE MIERDA. Pues yo, Paz, soy el PRESIDENTE de Estados Unidos. Y si me sale de los cojones, mandó a la Cia a por Jordi y se pasa el resto de su vida en Guantánamo. Y ya te puedes imaginar lo que hacen en Guantánamo con los pijos contables. Contable. Qué asco. ¿En qué pensabas, Paz, en qué pensabas? Idiota. Te odio. Aún guardo la carta y el poema que te escribí. Mira lo que hago. Los quemo. Te odio. Zorra insensible, me rompiste el corazón, cerda, guarra. Todo el mundo te maldice, Paz, por lo que me hiciste a mí, ¡a mí!, al gran Oh, Bama. Pero no tengo resentimiento ni rencor hacia Paz. De todo se aprende. El mejor desprecio es no hacer aprecio.Este es el mensaje que quiero transmitir hoy, el día en que rechazo este premio. Mañana ya veremos cuál transmito porque al fin y al cabo soy el hombre más poderoso del mundo y transmito lo que me da la gana. Pringaos, que sois todos unos pringaos.


 
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Sorpresa


A: Usted puede aceptar los mil euros y retirarse del juego tan tranquilo o abrir nuestra caja sorpresa. B: Ah, pues mire, me quedo con el dinero, que me viene muy bien. A: No, hombre, no me joda. B: Sí, lo sé, soy un conformista, ya me lo decían en el cole. Me gritaban: ¡Conformista! ¡Abúlico! Pero es como soy. Me quedo con el dinero. A: Yo cogería la caja sorpresa. B: Es posible, no lo sé. En todo caso, yo no. Prefiero el premio en metálico. A: Que en la caja sorpresa hay una sorpresa. B: Sí, ya me supongo que el nombre viene de ahí. A: Entonces, ¿se queda con la caja sorpresa? ¿Esa es su decisión? B: Gracias, pero no. Como ya le he dicho... A: Muy bien, ¡opta por la caja sorpresa! Así me gusta, el mundo es para los valientes. B: No, si yo... A: Abra, abra. B: Bueno, pues abriré. Dentro hay... ¿Otra caja? A: Sí, ábrala también. B: Y otra... Dentro de esa otra caja, hay otra más. Y otra. Y otra. Y otra. Y otra. Y sí, ya está, al final hay una caja muy pequeña. A: ¡Un magnífico juego de cajas! B: Tendría que haberme quedado con los mil euros. A: Efectivamente, mucho mejor que el dinero. Pero aún le ofrezco la posibilidad de volver a casa con más. Puede quedarse con las cajas sorpresas o abrir la puerta sorpresa. B: Ya da igual, me voy a casa con mis cajas, que así puedo guardar cosas. A: Buena elección: quiere abrir la puerta sorpresa. B: No, si yo... A: Abra, abra. B: Como haya otra puerta, la vamos a tener. A: Abra, le digo. B: ¡Joder! ¡Detrás de la puerta hay un Mercedes! A: ¡Y la sorpresa es que ese coche NO ES SUYO! B: Vaya, hombre. Me ha sorprendido, sí. Un poco. Entonces, ¿me quedo sin cajas? A: Pero tiene un fantástico recuerdo de un Mercedes. B: Un Mercedes plateado. A: Mejor un Jaguar verde, ¿no? B: Puestos a tener recuerdos y por el mismo precio, pues sí. En fin, un placer oiga, yo ya voy tirando, que tengo que coger un autobús. Qué bajón, después de ver ese cochazo. A: Espere, aquí tiene nuestro premio de consolación. B: No, si ya da igual. Yo en realidad venía a acompañar a un amigo. A: Tenga, abra este sobre. El sobre sorpresa. B: No, en serio, da igual, no se moleste. A: Si no es molestia, es un regalo. Abra el maldito sobre de una vez. B: En fin... Hay como un polvillo blanco. A: Sí señor, se lleva usted a casa ¡una infección por ántrax! B: Hombre, qué bien, ¿no? Ustedes son muy graciosos, ¿verdad? A: Es lo que tiene. B: Entonces, del aumento nada, ¿no? A: Pues va a ser que no. La crisis, las puertas sorpresas, el ántrax, todo juega en nuestra contra. B: En fin, otra vez será. A: No crea, no crea. B: Se intentará. ¿Y aquello que se dijo del bonus? A: Sí, desde luego. Habrá un bonus sorpresa.


 
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La mariposa y el tornado


Es muy popular el llamado efecto mariposa, que explica cómo pequeños cambios pueden dar lugar a escenarios completamente diferentes; es decir, cómo causas pequeñas podrían provocar grandes efectos. El caso es que hace poco di con una historia que ilustra de manera precisa cómo las cosas más tontas pueden cambiarnos la vida. Todo comenzó el 1 de septiembre de 1939, cuando Hitler invadió Polonia. Esto llevó a que Churchill declarara la guerra a Alemania. Un joven inglés llamado Anthony Stevenson decidió entonces alistarse para defender Europa del peligro nazi. Murió en Francia en 1942, dejando una prometida en Londres, que se casó con James Smith. La prometida de Stevenson nunca pudo superar la muerte de su primer novio y se casó sin estar realmente enamorada, cosa que llevó a la separación del matrimonio en 1954. El hijo pequeño de la familia, traumatizado por el divorcio de sus padres, se convirtió en un joven rebelde que nunca llegó a la universidad, aunque consiguió un buen trabajo en una fábrica de cerveza. Allí conoció a Edward Hays, a quien animó a venir de vacaciones a España a mediados de los setenta. Hays pasó dos semanas en Málaga con su mujer y sus dos hijos. Las vacaciones sólo tuvieron una pega: la esposa de Hays, Margaret, se rompió una pierna. Al no poder bañarse en la piscina, pasó varias tardes en la terraza del hotel, donde conoció a una catalana llamada Judith Martínez, quien gracias a la inglesa probó por primera vez el alcohol. Cuando Martínez volvió a su casa ya era una adicta que en unos años moriría de cirrosis. Algo antes, en 1981, su marido se divorció de ella y se casó con la prima de un amigo, con quien tuvo un hijo. Este chico tuvo un accidente de moto en 2002, del que le quedaron secuelas en el oído interno. Estas secuelas fueron en forma de vértigos, mareos y un equilibrio deficiente. A pesar de estos problemas, el 30 de septiembre de 2009 se ofreció a traer a todos los compañeros del departamento unos cafés. A mí me tiró el mío encima. Me quemé y tuve que llevar la camisa al tinte. Es realmente curioso lo del efecto mariposa. Algo en apariencia trivial y sin importancia, como la invasión de Polonia, provoca una reacción en cadena que acaba conmigo gritando de dolor durante cuatro segundos y luego yendo a casa en metro con toda la mancha encima, qué vergüenza. Parece increíble cómo hechos irrelevantes acaban causándonos terribles desgracias. Es algo que todo el mundo debería tener en cuenta antes de liarse a bombardear ciudades. Unas pocas décadas más adelante, las camisas de vuestros nietos peligran.


 
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La liebre y la tortura


La liebre y la tortura es un cuento clásico para niños que nos enseñó que a veces es necesaria la mano dura. Fijémonos en el argumento de la historia: ¿quién gana la carrera? No es la blanducha liebre, por muy graciosas que sean sus orejitas y divertido que sea su hociquillo. Su inocencia vegetariana no le sirve para nada ante la efectividad brutal de la tortura. La tortura gana porque es capaz de agarrar a la liebre por el cuello, atarla a una silla y soltarle descargas eléctricas en los pezones con unas pinzas y una batería de coche. Y esto es lo que tienen que aprender los niños. Que la liebre sólo confesará bajo tortura que lleva un detonador en las tijeras de uñas y explosivo líquido en la botella de Nestea a medio beber que piensa subir al avión. Los terroristas no deberían considerar que se pueden aprovechar de nuestra bondad y nosotros no deberíamos confundir la bondad con la blandura apeluchada de los roedores.


 
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