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¡Soy un Ruiz Mateos!
Llevo ya dos días trabajando (otra vez) y esto es insoportable. Pido cambio. Que siga otro. Yo ya he hecho mi parte por la economía del país. Cada mañana me despierto a las menos tres y cuarto. En serio. Me levanto a una hora a la que no se han extinguido los dinosaurios. No voy en metro: voy en tranvía tirado a caballos. Cuando ficho es tan pronto que en vez de gafas llevo monóculo y mi móvil todavía es un reloj de bolsillo. Vamos, que entro a trabajar a eso de las once, que no es hora ni de tomarse un aperitivo. En todo caso, puedo decir con satisfacción que he comenzado un trabajo interesante y de alta responsabilidad. Soy el doble de uno de los hijos de José María Ruiz Mateos, quien a su vez es el doble de cada uno de sus hermanos, quienes a su vez además de tener un doble cada uno son también dobles de su padre y de su madre, que también tienen dobles de sí mismos. Mi principal función es la de colaborar a sembrar el caos y básicamente que los cobradores de morosos me sigan a mí, garrota en mano. Se me da muy bien. Lo de la confusión, digo. Salgo a la calle gritando "¡soy un Ruiz Mateos!" y con una camiseta que pone: "¡Soy un Ruiz Mateos!" Y a partir de ahí todo es cuesta abajo. Porque voy por las Ramblas desde la plaza Cataluña. Y es cuesta abajo. Literalmente. Total, que soy tan bueno en lo mío que no me extrañaría que de aquí a unos meses me ascendieran a doble del propio Ruizma padre. Como se puede ver, se trata de un sector en expansión dentro de una empresa que ofrece muchas oportunidades, cada día más, a gente especializada como yo en encajar patadas e insultos y que no tenga inconveniente en maquillarse y ponerse calvorotas de plástico y dentaduras postizas. Y es que desde que el gran impulsor de tendencias Gerardo Díaz Ferrán (alias el Galliano de la patronal), pusiera de moda en las empresas el sinpa, sacando de los bares de barrio una simpática y popular, pero hasta ahora marginal tradición, han sido muchos los empresarios que han seguido sus pasos y han promovido un tipo de negocio caracterizado por no dejar salir nada de la empresa: ni dinero en gastos absurdos, como sueldos y proveedores, ni a los propios empleados, que no es plan de quedarse sin mano de obra. El último en emprender este camino es el gran Ruiz Mateos, que acaba de optar por el concurso de acreedores, nombre absurdo porque por mi experiencia ya avanzo que lo que puede tocar es más bien poco. Eso sí, felicidades a todos los avispados inversores que compraron los pagarés de Nueva Rumasa, que parecían tan fiables como los sellos de Afinsa. Porque dice Ruiz Mateos que si no pudiera pagar y no fuera cristiano, se suicidaría. O sea, que cuando no pueda pagar, no hará nada. Aparte quizás, de enviarme a mí a gritar soy Ruiz Mateos y a aguantar los garrotazos que haga falta. Que para eso estamos. Todo el mundo tiene un don. El mío no tiene nada que ver con los golpes, pero hay que ganarse la vida. Lo malo es eso: que trabajo. Sí, el sueldo no es malo, pero como la empresa está como está, lo cobro en negro. Concretamente, dos arrobas de carbón al mes, lo cual, como todo el mundo sabe, es media arroba por debajo del salario mínimo interprofesional.
Así no hay quien ahorre
En un nuevo ataque a la libertad de los fumadores, el gobierno ha decidido rebajar el límite de velocidad por autopista de 120 kilómetros por hora a 110. La excusa ha sido la de ahorrar. Pero hay que ser muy tonto para creerse tal cosa. Y es que justo la misma semana que se conoce esta noticia se ha publicado otra. Resulta que Bono dice que no puede ni quiere ser presidente del gobierno. ¿Tiene esto algo que ver? No. ¿Lo de los 110 kilómetros por hora es una cortina de humo para ocultar la sospechosa ausencia de intenciones de Bono? Por supuesto que no, menuda idiotez, no tendría sentido hacer algo así. Lo ha dicho en la radio, por cierto. Y es el político, no el cantante. No pongo el enlace porque me da pereza y es una chorrada. El caso es que hoy en día nos llega demasiada información. Tanta, que resulta imposible procesarla adecuadamente y además cuesta mantener la atención en los temas de los que se habla y cuando uno no está atento ocurre que obviamente se pierde y ya no sabe de qué está hablando y se pone a divagar, dando vueltas y vueltas sobre las mismas cosas, sin añadir información, sólo palabras, a ratos soltando comas y conjunciones copulativas, con lo fea que es la palabra copulativa, en lugar de llegar a una conclusión y por tanto concluir, como su propio nombre indica, para que así todos dejemos de perder el tiempo. Volviendo al tema de los 110 kilómetros por hora, es evidente que todo el mundo creía que ya no me acordaba. Sólo tengo una cosa que decir al respecto: ¡Ja! ¡Claro que me acordaba! ¡Ja! Puedo seguir los meandros de mi propio pensamiento sin problemas. ¡El político, no el cantante! ¡Ja! ¡Un coche muy coche! ¡Enteritis! ¡Jaja, qué bueno, enteritis! Pone enteritis, pero sólo es la mitad de gastroenteritis. Debería ser meditis. ¡Jaja! ¡Y ja! Volviendo otra vez al tema (otra vez más, sí, lo he vuelto hacer), he de decir que esta medida me parece francamente innecesaria. Si hablamos de ahorrar, resulta indiferente si se circula a 110 o a 250 kilómetros por hora. Porque ni siquiera tengo coche. Es que no voy a dejar de gastar nada. Ni un euro. Si el gobierno quiere que ahorre, cosa que me vendría bastante bien, que limite el precio del Jameson y de la cerveza. Y del vino. Que no llego a fin de mes. De hecho, hay noches que no sé ni cómo llego a casa. En conclusión, porque al final concluimos, tal y como demuestra el punto que hay al final del párrafo, señores del gobierno, ministros y esas cosas, recapaciten y tomen medidas que afecten a la gente de verdad, que luego miro la cartilla de ahorros y me dan unos sustos que para qué. Cuando tenga coche, les aviso y quedamos en la velocidad apropiada. Si a mí me da igual, si no tengo prisa y voy andando a todas partes. Exceptuando las partes que están lejos, claro, que tampoco es plan.
Acerca de la insorportable situación económica de Cataluña
Vengo del médico y casi lo paso peor al salir que al entrar. Resulta que ahora en la receta ponen el precio del medicamento y al ver que tenía que pagar más de mil quinientas setenta y dos pesetas me ha dado como un ataque de ansiedad y me he puesto a gritar socorro, el mundo se acaba. En el ambulatorio. Varios sedantes después, me han podido explicar que este precio era simplemente informativo y que de momento no hay copago. Eso de copago por cierto no lo entiendo, porque yo ya copago con mis impuestos: si encima tengo que pagar más, espero que al menos me devuelvan cambio. El caso es que tengo una terrible dolencia crónica que yo me inventé y para la cual necesito un medicamento que no sirve para nada, pero cuyo efecto placebo es más que suficiente para mí. Y preferiría no seguir hablando sobre mi vida privada. Al menos gratis. El tema es que esto me hizo pensar en la sin duda complicada situación económica que atraviesa el país. Tan complicada que Artur Mas viajó a Madrid en clase turista. Renunció a los masajes y al champán francés para viajar con nosotros, los pobres. Además, el presidente de la Generalitat comió en la capital un menú de once euros. No le tuvimos que invitar a Casa Lucio ni nada parecido. Yo nunca he viajado en primera. De hecho, ya no me dejan entrar en los trenes, por culpa de una pelea con Melendi, ni en los aviones, por mi sobrepeso, pero vamos, me la imagino llena de cojines y con azafatas de estas de los años sesenta sirviendo café etíope y bombones suizos. Estoy seguro de que después de años viajando en primera a costa de los contribuyentes, tiene que ser complicado meterse en turista. Me imagino al presidente refunfuñando y pensando aquello de “si cada catalán me diera un euro, esto no me haría ninguna falta”. Es un héroe. No se puede calificar a este hombre de otra forma. Artur Mas es un héroe. Sin duda, este sacrificio será recordado por las generaciones venideras. Es más que probable que el 11 de septiembre de dentro de muchos años se le dediquen sentidos homenajes y se depositen coronas de flores a los pies de una estatua dedicada al mártir del Ave. Es que se me saltan las lágrimas sólo de pensar en su sufrimiento. Además, no sólo viajó en turista, sino que se pasó por los vagones vendiendo dvd pirata. Lo sé por una amiga que se llevó Avatar y Shrek 3 por sólo cuatro euros. Lo malo es que es el doblaje latino y suena rarísimo. Pero en fin. Sin duda, la situación es alarmante. Al parecer, el gobierno catalán lo tiene muy difícil para pagar incluso las nóminas de los funcionarios. Es decir, Cataluña podría hacer lo que comúnmente se llama un “Díaz Ferrán”. O como se decía antes, un sinpa. Todo depende de la emisión de deuda que pueda hacer el gobierno y de la gira que harán los consellers por las líneas de metro de Barcelona, una vez aprendan a tocar Bésame mucho con el acordeón. Obviamente estos problemas se acabarían si Cataluña fuera un estado independiente. Porque Mas ya no tendría que viajar tanto a Madrid y las distancias serían más manejables para el clásico y propio carro con burro. El ahorro sería más que considerable. Pero por desgracia, Cataluña no podrá ser nunca independiente. Y es que los estados sólo son cuatro: líquido, sólido, gaseoso y plasma. La física deberá hacer sorprendentes progresos antes de que se pueda hablar de un quinto estado catalán.
El sueldo, esa rémora comunista
Ha llegado el momento de trabajar duro por el país. Pero de verdad. Estamos en crisis y ya no podemos contar con privilegios absurdos y liberticidas como las pensiones, los subsidios de desempleo, las indemnizaciones por despido, el café de media mañana, la educación y la sanidad públicas, el agua corriente, el derecho a huelga, los tratamientos gratuitos contra el cáncer y ya puestos por qué no pedís una manicura, so vagos. Eso está claro. Y lo sabemos todos. Quien ahora esté sin nada, debería haber ahorrado durante la época de vacas gordas en lugar de comprarse ese horrible abrigo de G-Star Raw, que sólo te gustaba porque tiene el logo de la marca por toda la espalda, so hortera. Ahora, por hortera, no te queda más perspectiva que pegarte un tiro. Ah no, que no puedes pagarte las balas. Pues mala suerte. Pringao. En definitiva, hay que ir más allá. Me refiero a los sueldos. Cobrar por trabajar no es más que un claro atentado a la libertad de los empresarios, que han de poder triunfar adecuadamente con sus ideas estúpidas, como vender cedés, gracias a la protección del gobierno, cuya función, como gobierno mínimo que debe ser, es garantizar los derechos de las empresas. Sé que a una minoría estalinista no le gustará esta idea, pero es evidente que cae por su propio peso: la riqueza de un país se asienta justamente en el empresariado, y a éste no se le puede lastrar con la carga de los sueldos, porque si no, el producto interior bruto se quedará estancado y esto sólo se traducirá en más desempleo. Aún. ¿Y quién quiere estar sin trabajo? ¿Aparte de ti, maldito vago? Sí, soy consciente de que el sistema de cobrar por trabajar tenía sus ventajas, pero está claro que es obsoleto e insostenible, ya que irremediablemente produce paro: los empresarios no se pueden permitir más que un número finito de empleados, no vaya a ser que sus beneficios anuales se reduzcan en algún que otro punto porcentual. En cambio, si el trabajador tiene un coste cero, el empresario puede contratar a más gente, lo cual se traducirá como es natural en una práctica eliminación del desempleo en España, además de en un claro aumento de la producción, si no de la productividad. Asimismo, al haber una mayor mano de obra, parece más que evidente que se podría terminar con lacras como las horas extras y la saturación de trabajo: cada cual podría hacer sus funciones y volverse a dormir al parque debajo de unos cuantos cartones tras apenas doce o trece horas de trabajo. No apreciar las bondades de este sistema y los perjuicios que provocan los sueldos es simplemente estar anclado en un pasado izquierdoso que sólo conduce a la ruina y al asesinato de cientos de millones de personas. Ya es hora de aplicar criterios científicos a la economía. Criterios que den resultado y que nos ayuden a mantener un crecimiento económico sostenido y prolongado en el tiempo, gracias a un mercado libre de interferencias, exceptuando aquellas interferencias que favorezcan a la banca. Como es natural. Es más: hemos venido al mundo a trabajar y esto es lo que sin ningún tipo de dudas nos realiza como personas. Si trabajar es nuestra obligación como seres humanos y además es un placer, no tiene ningún sentido cobrar por hacerlo. Y es que el dinero no tiene nada que ver con el trabajo. Quien quiera ser rico, que haga lo que han hecho siempre los ricos: heredar o robar.
Toda la verdad acerca de las fiestas de Berlusconi
Pues sí, yo estuve en una de las famosas fiestas de Berlusconi y si no lo he contado hasta ahora es porque soy un tipo discreto y además tampoco hubo para tanto y encima al salir tropecé, me golpeé la cabeza y pasé dos semanas en coma y eso afectó a mi memoria. La cosa comenzó muy bien, sin duda. Recuerdo que nos llevaron en helicóptero hasta una isla privada del Mediterráneo en la que el primer ministro italiano tenía una enorme mansión. Viajaba junto con un paleontólogo algo sosete y un matemático que vestía una chupa de cuero y llevaba gafas de sol. Al llegar, Silvio nos sirvió unas cervecitas y unos anacardos, y nos enseñó el vídeo de lo que estaba preparando en la isla. Junto con un equipo de científicos japoneses, había extraído el adn de todas las especies del jurásico y las había reproducido allí mismo. Había conseguido la información genética de esas especies gracias a un mosquito que se había conservado en ámbar. Un mosquito muy bestia. Estamos hablando del primer mosquito en serie de la historia. --Esa idea es horrible --dijo el matemático--. Yo he protagonizado La mosca y les puedo decir a todos ustedes que estas cosas salen mal. Berlusconi le llamó marica y luego nos llevó hasta un jeep, en el que nos condujo a las instalaciones que nos había enseñado en su vídeo. Fue impresionante: vimos un brontosaurio comiendo hojas de un árbol, varios velocirraptores correteando, un tiranosaurus rex leyendo La Gaceta, un mamut... --¡Está loco! --exclamó el paleontólogo--. ¡Los mamut ni siquiera son del jurásico! --Los japoneses insistieron en que necesitaba uno --explicó Berlusconi--: hacen bonito y dejan una lana preciosa para hacer jerseis. -¡No se da cuenta! ¡Venimos en un...! ¡En un...! ¡En un coche! Ocurrió lo inevitable. El mamut vio el jeep y trotó hacia nosotros. Silvio intentó volver a arrancar, pero dado que se trataba de un momento tenso, había que darle emoción al asunto y el guionista tenía poca imaginación, el jeep no respondía. --Mejor corramos --propuse--. Creo que le interesa más el coche que nosotros. El bicho estaba a apenas un centenar de metros. Aun así y como éramos personas racionales, lo sometimos a votación. Empatamos a dos y volvimos a explicar cada uno los motivos de nuestro voto. Hicimos otra ronda y volvimos a empatar a dos. Decidimos que el voto del anfitrión valdría doble, así que salimos corriendo dejando el coche atrás. Tenía razón: el mamut se enfrascó en una temible lucha con el jeep. Pero el vehículo no tenía nada que hacer frente a aquel enorme y peludo elefante. Murió aplastado mientras se quejaba con el ruido de su alarma, en un llanto que a mí al menos me rompió el corazón. --Tenemos que volver cuanto antes a la casa --dijo Silvio--. Está anocheciendo y hay luna llena. Todos los dinosaurios se convertirán en lobos. ¡En dinosaurios lobo de quince metros de altura! Berlusconi explicó que uno de los científicos se había pinchado un dedo manejando muestras y su sangre se había mezclado con el adn de los dinosaurios. --También es mala suerte que esto le pasara a nuestro científico licántropo. Para que luego vengan los rojos defendiendo la diversidad y la igualdad. Una vez en la mansión, nos dispusimos a cerrar las puertas y ventanas, y a asegurarlas con tablones. Y entonces salió de una habitación una chica en bragas, tambaleándose, con una botella medio acabada de grappa en una de las manos. --Tito Silvio --balbuceó--, me encuentro mal. Y hala, vomitó encima del sofá. Un sofá blanco. No, en serio. Un desastre. Muy desagradable. Estábamos ahí los amiguetes con nuestras cervecitas y nuestros mamut lobo, y tenía que venir la chica esta a joderlo todo con su borrachera, su vomitona, sus tetas al aire y su minoría de edad. No, en serio. Un bajón. Berlusconi tuvo que acostarla y darle un vaso de agua y luego ya no teníamos ganas de más porque nos había cortado el rollo, así que nos fuimos. Aunque jaja, Silvio dijo una de sus barbaridades, jaja, me río aunque es muy bestia, jajaja, se pasó tres pueblos. Coge y dice jaja, dice ahora tiene toda la boca con olor a vómito y tal, de haber vomitado, claro, jaja, y dice ahora jaja ahora me va a dar asco que me la chupe jajaja... Qué bruto. Y qué risa. Pero bueno. Que no había para tanto. Un poco de acojone cuando se soltó el mamut y tal, pero bah, lo normal.