Aznar puso de moda el pádel. Sus acólitos parecían querer hacer lo propio con la caza y se pusieron de acuerdo hace unos días para repartirse por los parques naturales patrios.
La lista de cazadores más o menos confesos, actualizada este fin de semana, incluye a Fraga, a un par de consejeros (entre los que estaba el de Medio Ambiente), a los ministros de Interior, de Fomento, de Sanidad y también, de nuevo, al de Medio Ambiente, como para no dejar en evidencia a su colega gallego. La lista la cierra el director general de Interior de la Xunta, marido de la Ministra de Sanidad.
No era problemático que un petrolero, entre disparo y disparo, fuera dejando escapar una marea negra: bastaba con decir que tal marea no existía. Y no existe, cojones.
Además, al final todo se reduce a una cuestión de prioridades. Delibes decía que él era un cazador que escribía, más que un escritor que cazaba. Así pues, Fraga y sus cinegéticos escuderos son cazadores que politiquean, más que políticos que cazan. Eso sí, Delibes al menos ha escrito más de una buena novela. Aunque fuera en sus ratos libres.
Cuando se dice de alguien que no está mal para la edad que tiene, en realidad le estamos llamando viejo y feo. Algo parecido ocurre con Turquía, país del que, razonablemente, sólo se pueden elogiar sus logros políticos y sociales cuando se compara su situación con la de, por ejemplo, Argelia o Irak.
Así pues, no sorprende la preocupación con la que se ha recibido la victoria electoral del AKP, un partido islámico moderado. Muchos temen que su llegada al poder pueda significar un retroceso en ese particular laicismo turco, impulsado y apoyado por el ejército. Preocupación que actualmente es más que comprensible, dado que Turquía es un clásico aliado de Estados Unidos, y Bush no se puede permitir perder los escasos amigos musulmanes.
De todas formas, el líder de este partido, Recep Tayyip Erdogan, ya
ha asegurado que su intención no es sólo mantener la democracia laica del país, sino además seguir eliminando obstáculos a los derechos humanos, como la tortura o las trabas a la libertad de expresión. En
La Vanguardia se recoge la voluntad de este partido de presentarse casi como una de las clásicas democracias cristianas europeas. Sólo que islámica en lugar de cristiana, claro está.
De momento, no veo por qué hay que dudar de la sinceridad de Erdogan. Su partido puede ser islámico, democrático y plural, siempre que este islamismo siga las ideas e interpretaciones más abiertas e incluso más heterodoxas de la religión. Además, y aunque la comparación pueda no servir de mucho, las democracias cristianas no quemaron brujas ni obligaron a nadie a ir a misa los domingos.
Así pues, y como vivo a bastantes kilómetros de Ankara, me permito el cómodo lujo de ser moderadamente optimista. Si el AKP consigue gobernar con cierta dignidad, podría ser una buena prueba de que el islam es compatible con una sociedad laica. Y esto podría significar un buen avance en la modernización definitiva de Turquía, además de un ejemplo para otros países islámicos.
Jaime, 5 de noviembre de 2002, 8:40:06 CET
Cuadrado negro
Hans Magnus Enzensberger se ríe en
Mediocridad y delirio de las teorías que presentan la televisión como fuente de todos los males, simplemente porque este medio no puede ser fuente de nada. La televisión, según Enzensberger, es un medio de comunicación "cero". Es decir, no importa lo que se vea, ya que "el espectador conecta para desconectar". Así, el medio no aspira más que a ser como ese cuadrado negro de Malevitch y a atraer a la audiencia justamente por su ausencia de contenido. Enzensberger ni siquiera salva las buenas películas que podamos ver: "La fascinación estética del cine -explica- no puede reproducirse en la pequeña pantalla; queda destruida por el ridículo formato, las interrupciones de los espots publicitarios y la repetición indiferente y sin fin. El arma secreta del telespectador, el temible mando a distancia, asesta a la película el golpe de gracia".
Esta ausencia de contenidos reales de la televisión cuadra con la obsesión de los partidos políticos por contar los minutos que los telediarios dedican a hablar de sus líderes (y a dejarles hablar). "Mientras el pobre ministro se imagina poder influir en la opinión y en los actos del telespectador -remata Enzensberger-, las frases hueras de sus declaraciones satisfacen la necesidad del público de que no se le importune con contenidos que le obliguen a pensar".
La verdad es que el trato de idiotas con el que nos honran los políticos se ve potenciado por la televisión, que busca la carita sonriente y la frasecilla más o menos lapidaria. Pero, por lo que dice Enzensberger, podría ser que el trabajo que se toman estos políticos por controlar el medio no sea más que una pérdida de tiempo. Porque parece que el hecho de que la mayoría de gente vea programas estúpidos no se debe a que estos espectadores sean también estúpidos (y controlables), sino a que se ríen del tonto de turno que aparece por esa caja negra para distraerlos.
Jaime, 25 de octubre de 2002, 15:57:49 CEST
Conservadores
Los partidos de derechas son cada vez menos conservadores y más liberales. Han dejado de lado sus referentes: la tradición, la familia, la defensa del orden y la seguridad, tanto militar como económica. Casi lo único que defienden es el derecho al afán de lucro, amparándose, claro, en el supuestamente perfecto mercado libre.
Aunque parezca extraño, estos referentes de la vieja derecha han sido recogidos por los partidos progresistas. Los socialdemócratas se han convertido en los únicos que defienden la protección contra ese riesgo económico que tanto gusta a los liberales, ya sea mediante subsidios de desempleo, exigiendo que no se abaraten los despidos o proponiendo ayudas para sectores concretos (especialmente la agricultura). La izquierda ha pasado a defender la institución familiar (aunque no la identifique únicamente con la familia clásica), exigiendo aumentos de las ayudas a las familias y un mayor número de viviendas de protección oficial. También suelen ser partidos respetuosos con las tradiciones, aunque lleguen a caer en multiculturalismos y relativismos algo idiotas.
Así pues, las derechas liberales se han convertido en adalides de propuestas más bien carniceras, que deshacen todo tejido social, toda protección, en nombre del individualismo de mercado. Hoy día los partidos propiamente conservadores son los socialdemócratas, ya que son, simplemente, los únicos que quieren conservar algo.
Jaime, 23 de octubre de 2002, 16:19:54 CEST
Nosotros los iberos
Curioso que se recurra a los iberos (o íberos) para hablar de una supuesta identidad y unidad primigenia de España. Leo en el
Diccionario Akal de las Religiones, editado por Giovanni Filorano, que "en el plano cultural es difícil aislar los rasgos comunes [de los iberos], por lo que sólo gracias a la básica homogeneidad del alfabeto y de la lengua, a lo que se podría añadir el origen clásico de su arte, podemos hablar de 'unidad ibérica'".
De acuerdo, el alfabeto, la lengua y el arte no son pocos puntos de unión. Pero el texto añade que "las fuentes -sobre todo las arqueológicas- ponen de relieve una profunda diferencia entre regiones (p. ej. Andalucía y Cataluña), incluso en el plano de las creencias y prácticas religiosas. Asimismo, cuando ofrecen testimonios de costumbres y usos difundidos por todo el territorio, les falta el indispensable carácter de lo peculiar".
En resumen, en caso de que se pueda hablar de una supuesta Protoespaña, cuya existencia es más que dudosa, hay que tener bien presente que ya entonces se trataba de una Protoespaña puñetera, con sus protonacionalismos, protoregiones y protosoberanismos.