¿De qué se quejan?


Esto de Cuba me tiene un poco descolocado, lo confieso. A ver, resulta que un gobierno permisivo con el dictadorzuelo caribeño, como todos los gobiernos y políticos españoles -sólo hay que recordar el mítico abrazo entre Fraga y Fidel-, se lanza a la yugular de los partidos de izquierda y de unos cuantos intelectuales por no condenar las últimas y estúpidas ejecuciones firmadas por Castro. Cosa que me parecería normal si éstos no las condenaran. Pero el caso es que las condenan. Incluso Saramago, a pesar de que es uno de estos abundantes escritores al estilo Cela, que son muy buenos con la ficción, pero no suelen decir más que tonterías cuando se ponen a hablar de política. No contentos con tanta contradicción, Aznar y compañía recriminaron a esta gente que no quisiera acudir a la manifestación que estaba convocada para ayer. A pesar, decían los líderes y periodistas del PP, de lo mucho que salieron a la calle para protestar por la guerra contra Iraq. Pero resulta que muchos sí que se presentaron en la manifestación en contra de Castro. Donde, por cierto, fueron recibidos con insultos e intentos de agresiones. Es decir, siguiendo con las incoherencias, los mismos que se quejaban (con razón) de los huevazos contra Albertito Fernández Díaz o de que estudiantes madrileños no dejaran que Alberto Ruiz-Gallardón expresara su opinión sobre la guerra contra Iraq, se dedicaron ayer a linchar (casi) a Jesús Caldera y a Fernando Trueba. Total, que no acabo de entenderlo. A fin de cuentas, con los matices que se quiera y a pesar de que a alguno le duela traicionar ciertos ideales que, de hecho, ya fueron traicionados en su momento por el propio comandante, en el asunto cubano venían a estar todos de acuerdo: la dictadura de Fidel es despreciable y las últimas condenas y ejecuciones, repugnantes. Claro que al Partido Popular y a sus periodistas de confianza les interesaba que no hubiera tal consenso y, de hecho, ahora se comportan como si no existiera. En un vano esfuerzo, claro, por intentar contrarrestar el ridículo papelón de mascota de Bush ejercido durante la guerra contra Iraq.


 
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Rojos y sociatas


Un funcionario del consulado de España en Nueva York, Antonio Morales, ha enviado una carta a los compatriotas residentes en la ciudad, pidiendo el voto para el PP. Los argumentos de la cartita son impagables. Un ejemplo: el gobierno de Aznar "ha sacado a España de Alí Babá y los cuarenta ladrones (...), del rojerío pasado de vuelta anclado en el siglo XIX, que ahora, en el año 3000 (sic), y en un país desarrollado como España, en el que hasta los moros tienen trabajo, vuelven a pedir (en su último Congreso) el reparto de la riqueza; claro, se han quedado sin dinero, sin el dinero que en su día unos robaron y otros malgastaron". La deslavazada sintaxis es cosa del funcionario en cuestión, quien, al parecer, existe. Digo esto por si alguno ya piensa que Morales no es más que el Gran Wyoming imitando a un fachilla, o uno de los muñecos del guiñol de Canal Plus. Aunque podría ser; total, no he encontrado ninguna foto suya. De todas formas, uno se lo puede imaginar fácilmente. Con unos veinte kilos de más, enfundado en un traje italiano y con el pelo engominado, luciendo el clásico peinado lengua de vaca. Seguramente le ha dictado la carta a su secretaria Luisa, mientras se rascaba el huevo derecho, el de pensar. Y luego ha repasado el folio, relamiéndose al leer aquello de "no podemos seguir ignorando nuestra posición en el mundo como pretende la anticuada, inepta y mediocridad sociata". A modo de conclusión ha añadido: "Se van a cagar, Luisa, se van a cagar".


 
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Y ahora, Siria


Ni siquiera ha dado tiempo a designar un gobierno provisional en Iraq, pero ya comienza el goteo de excusas para atacar Siria. La primera: sugerir que Sadam Husein estaría escondido en este país que aún no está incluido en el famoso eje del mal. Todo se andará, claro. Curioso que Pakistán se halle en una situación parecida: no se puede decir que sea una democracia, tiene armas de destrucción masiva (además, de las que existen de verdad) y se supone que Bin Laden anda perdido por esos lares. Pero en este caso nadie habla de invasiones. Menos mal, por otro lado. Lo que sí me gustará ver es si los adalides del plan Democracia por Bombas también se esfuerzan en justificar esta posible (y espero que sólo posible) guerra contra Siria, y si siguen además criticando a los pacifistas por no protestar por lo que pasa, por ejemplo, en el Congo. También es curioso lo del Congo: uno de los países responsables de que ocurre allí es Gran Bretaña, que proporciona importantes ayudas económicas a los dos bandos implicados en la matanza, según explica James Astill en The Guardian. Insisto: no me parece mal la idea de un nuevo orden mundial controlado por Estados Unidos y apoyado por países democráticos. Pero no creo que haga falta instaurarlo a costa de convertir Oriente en un polvorín y de arrinconar el continente africano como si no hiciera más que molestar. Eso ni es paz, ni es seguridad, ni es, claro, democracia.


 
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Estatuas


Ahora que parece que la guerra está a punto de acabar (afortunadamente), es el momento de preguntarnos (como ya hace Carles) dónde están esas armas de destrucción masiva que posee, en teoría, Sadam Husein. Porque Husein es un dictador despreciable (lo es) y no le cuadra mucho eso de no usar armas químicas en plena guerra, así como por compasión, oye, que no, que me sabe mal, total, para qué, si van a ganar igualmente los americanos. Y que conste, eso sí, que me alegro de que no las tenga y de que, en consecuencia, no haya podido usarlas. Ya ha habido demasiadas muertes, digo yo. También hay que preguntarse cuándo llegará la prometida democracia. Imagino, claro, que no será este mismo mes, que esas cosas llevan su tiempo. Supongo que vendrá un poco después de que se instaure la de Afganistán. Porque allí también se instaurará una, dicen. O sea, que para el juliembre del dos mil y tantos ya estará todo listo, más o menos. Vaya, que no me extrañaría que todo quedara en esas cuatro estatuas tiradas por los suelos. De todas formas, no digo nada nuevo si añado que a Estados Unidos nunca le han importado mucho las dictaduras, siempre que tiranizasen fuera de sus fronteras y siempre que el dictador de turno fuese lo suficientemente sumiso. De hecho, si el propio Sadam hubiera sido tan obediente con Washington durante los años 90 como lo fue durante los 80, ahora podría seguir gaseando kurdos y no estaría emulando el plan de huida de Bin Laden. Lo cual, sin duda, no deja de ser una buena noticia, aunque el método para llegar a esto haya sido repugnante. Además, los gobernantes estadounidenses tampoco deben de estar aterrados por las dichosas armas de destrucción masiva. Total, como muchos han venido recordando estas semanas, los atentados del 11 de septiembre se llevaron a cabo, básicamente, con un par de cúters, y en los aeropuertos daban más miedo las pequeñas tijeras para cortar uñas que paquetes sospechosos que dejaban oír un curioso tic-tac. En definitiva, uno podría coger ese bonito eslogan que los políticos del PP se han sacado de la manga, "Paz y seguridad" (luego hablan de las pancartas de las manifestaciones) y sugerir que el lema de la administración Bush no es tan diferente: "Petróleo y seguridad". Y ahora sólo quedaría saber si para asegurar esta seguridad (que hay que asegurarla, sin duda, y el petróleo sirve en parte para eso) es necesario ir inventándose (sí, inventándose) guerras por todo el mundo.


 
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Antipáticos


José María Aznar quiere un país serio. Espera que no permitamos que los tópicos sobre España marquen nuestra imagen en el extranjero. Nada de sol, ni de juerga, ni de sevillanas, ni de siesta. Somos aliados enérgicos, duros, trabajadores. O algo así. Claro que lo que en realidad pide el presidente es que volvamos a un tópico anterior. Y es que, hasta el siglo pasado, antes de que imperase la imagen de una España simpática -el término es suyo- en la que todo el país es Andalucía, la imagen que se tenía de nosotros era la de un país sombrío y rudo. Toda España era Castilla, con sus capas y sus sombreros de ala ancha, que ocultaban rostro e intenciones. Total, que vamos de tópico en tópico. En todo caso, lo que está claro es que al propio Aznar no le cuesta nada caer mal y parecer seriote. Igual lo que quiere no es extender un cliché pasado de moda, sino que todos nos parezcamos un poco más a él. Por nuestro propio bien, claro. Que seamos, en definitiva, una cohorte de aznaritos, al estilo de esos famosos dobles de Husein (por cierto, cuando finalmente acaben o se hagan con él, ¿no les preocupará haberle dado en realidad con uno de los dobles?). Y es que si fuéramos todos aznaritos, creeríamos que las expresiones "luchar por la paz" y "apoyar una guerra en Iraq" significan lo mismo. Y no pondríamos demasiadas objeciones cuando un tanque disparara contra el hotel de Bagdad en el que reside la prensa. Anda que, a quién se le ocurre ir a una guerra a informar, con lo peligrosa que es y con lo que molestan los periodistas a los militares.


 
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