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Por fin
Al menos ha acabado la campaña, que no es poca cosa. Y los resultados de las elecciones son de estos divertidos para los analistas, que tendrán que explicar cómo es que el Partido Popular no ha perdido lo que muchos decían que iba a perder por culpa del decretazo, del Prestige y de la guerra. De hecho, en Catalunya incluso ha mejorado sus resultados. El Psoe ha subido, eso sí; incluso gana en número de votos. Pero esto no le sirve de mucho: sigue con menos alcaldes y concejales. En Catalunya bajan los grandes: PSC y CiU. Los primeros dicen que bajan, sí, pero que ganan. Los segundos, que bajan, sí, pero menos que los socialistas. A destacar la impresionante subida de Esquerra Republicana de Catalunya y de Iniciativa per Catalunya, que se han llevado lo que han perdido los demás. Es decir, al final resulta que los que estaban (estábamos) en contra del PP eran (éramos) los de siempre. Y que José Luis Rodríguez Zapatero y sus inútiles segundos de a bordo, José Blanco y Jesús Caldera, no han sabido sacar partido de los errores de los populares para presentar una alternativa creíble. De hecho, y por lo que parece, el desgaste del PP es el que cabía esperar después de una mayoría absoluta y no después de bombardear Iraq. Es lo que pasa por confiar sólo en el voto de castigo. Pero, vaya, el lío es importante y eso se nota en los titulares de prensa. Todos procuran hilar fino, mareando la perdiz, para que se vea que ganan los suyos y que lo de los otros no ha sido para tanto. Aunque sí lo haya sido. Os dejo unos cuantos de estos titulares de portada por aquí tirados. Y, por mi parte, yo procuraré hablar algo menos de política estos días. Por una cuestión de higiene mental.
El País: El PSOE se convierte en el partido más votado
El Mundo: El Partido Popular resiste el tímido avance del PSOE
ABC: El PP frena a la izquierda y mantiene sus posiciones locales y autonómicas
La Vanguardia: Amarga victoria de Clos en Barcelona; El PP resiste el tirón del PSOE y Gallardón arrolla en Madrid
El Periódico: Gana el PSC pero pierde gas
Avui: Un mapa més obert. L'augment de la participació castiga PSC i CiU i consolida ERC com a tercera força, mentre que ICV recupera el seu espai
El Correo: PNV-EA ganan en Bilbao y logran mayoría absoluta en las Juntas
La Voz de Galicia: El PP se desgasta, el PSOE sube y el BNG cede poder
La Razón: Aznar y Zapatero empatan en la batalla de Madrid
Libertad Digital: La guerra de Irak no desgasta al PP, que recupera Baleares y mantiene la esperanza en Madrid
Márchese, señor Mendiluce
Vergonzosa escena la que protagonizaron algunos representantes del mundo cultural, exigiendo a José María Mendiluce que retirara su candidatura a la alcaldía de Madrid. Se ve que a los artistas les molesta que los votos que vayan a Los Verdes no vayan al PSOE o a IU, partidos que digo yo que deberían decir algo al respecto. Vaya favorcito les han hecho. Una cosa que me ha llamado la atención de esta reprimenda es que el director de cine Mariano Barroso asegurara que hablaba en nombre de todos los artistas presentes, al parecer sin consulta previa y casi con un prietas las filas. Por suerte, más de uno se desmarcó de ese "en nombre de todos". Cosa normal, ya que a mí mismo me ha fastidiado siempre que me quisieran meter en sacos de ese tipo, cuando alguno ha soltado ese irritante "creo que hablo en nombre de los presentes si digo que". Lo primero que hago en esos casos, por puro instinto, es decir que ni hablar, que no en mi nombre, sólo por esas ganas de llevar la contraria que tenemos casi todos. Esto también tiene su lado negativo, claro, porque uno acaba defendiendo ideas extrañísimas, pero, en fin, qué le vamos a hacer. Así las cosas, es normal que alguno se pregunte dónde está la democracia. También habría que preguntarse dónde está la libertad de expresión: Sabina le dijo a Mendiluce que subiera al estrado sólo si era para anunciar su retirada. Tiene usted permiso para decir lo que queremos oír, gracias. Aunque, la verdad es que tampoco me sorprenden estos artistas. Han hecho muchas cosas bien últimamente, pero era previsible que la acabaran fastidiando. Una cosa es protestar en contra de la guerra y otra bien distinta pedir el voto para unos determinados partidos. Normal que un resbalón les llevara directamente a decirle a un candidato si debía presentarse o no. Además, seamos sinceros, Joaquín Sabina, Lucía Etxebarría o Miguel Ríos, por ejemplo, ¿qué tienen que ver con la cultura? Ya sé que había más gente en el grupo, pero, vaya, en todo caso, que nadie me diga que Sabina es poeta, Etxebarría novelista y Ríos músico, porque no me lo acabo de creer. Ah, esto me recuerda que Sabina le ha dedicado un poema a Trinidad Jiménez y compañía, que me trae a la memoria aquellas poesías que nos obligaban a escribir en EGB para el día de la madre: "Si estás contra la tristeza y, además de la cabeza, te juegas el corazón, vota por Rosa León". Toma ya. ¿Dónde está ese Nobel?
Trias, el progre
Xavier Trias, el candidato a alcalde de Barcelona por Convergència i Unió, es un tipo que me cae simpático. De hecho, durante estos días me he sentido tentado de creerle cuando le oía asegurar que su candidatura, además de catalanista, era de progreso. Hombre, un líder de CiU muy progresista no puede ser, pero hoy en día a ningún político le dejan ser de izquierdas, así que tampoco nos vamos a enfadar por eso. De hecho, ni siquiera se puede considerar realmente progresistas a los tres alcaldes del PSC que ha aguantado esta ciudad. De todas formas, Trias suponía cierta esperanza, después de que hace cuatro años los convergentes se hundieran y de que los concejales del equipo de Clos hayan hecho y deshecho en los distritos lo que les ha dado la gana. Y no es que lo hayan hecho todo mal: el problema es que no había nadie que pudiera decirles, con algo de fuerza y de credibilidad, cómo lo estaban haciendo. Pero me desvío, que hablábamos de Trias. El caso es que ya se dice que este simpático candidato catalanista y de progreso podría haber pactado con Alberto Fernández Díaz, alcaldable del Partido Popular. Sólo es un rumor, quizás falso y, en todo caso, malintencionado, pero a nadie le puede extrañar que PP y CiU pacten, ya que llevan siete años haciéndolo, ya sea en Madrid o en Barcelona. A ver, pueden hacer lo que les dé la real gana, eso está claro. Entre otras cosas porque a efectos prácticos da lo mismo: Trias difícilmente será alcalde, cuente o no con el apoyo de Albertito. Sin embargo, he de confesar que, de confirmarse, este acuerdo supone una decepción para los pocos ilusos que estábamos dispuestos a cerrar los ojos y a hacer ver que creíamos que el pediatra Trias, un tipo que se guíe de sus pgoblemas con las egues, era de verdad progresista. Porque si resulta que es un progre que pacta con un partido de derechas, me temo que en el Ayuntamiento no habrá nada parecido a una oposición, con sus ideas y proyectos. Sino lo de siempre: cuatro tipos que han llegado a la plaza de Sant Jaume sin saber cómo y a quienes sólo les interesa contar escaños y repartirse distritos.
Los criados europeos
Hace años que parece claro que el nuevo orden mundial tendrá (tiene, vamos) como única potencia mundial a Estados Unidos. De todas formas, no son pocos quienes confían en que pueda instaurarse cierto multipolarismo que equilibre el poder absoluto estadounidense, para lo que se confía especialmente en Europa. Sin embargo, la única arma de la que dispone para hacer frente al gigante americano es un mercado económico que no pasa por su mejor momento y que se enfrenta además a las dudas de la ampliación. Los propios estados europeos son conscientes de que no pueden plantar cara a la hiperpotencia atlántica y no hacen más que debatirse entre el servilismo y la tímida y poco convincente contestación. Así, Francia y Alemania juegan sin convencimiento el papel de rebeldes, mientras que Gran Bretaña se ha puesto del lado americano, acompañada de otros países como Italia y España. Blair -igual que Aznar- argumenta que apoyar a Washington es ponerse del lado de la democracia: sus acciones son las que más contribuyen a asegurar un mundo libre. En este sentido, Robert Kagan explica en Poder y debilidad que los ciudadanos estadounidenses "creen en el poder en la medida en que éste puede servir de instrumento para fomentar los principios de una civilización y un orden mundial liberales". Aunque queda la duda de saber, por ejemplo, qué clase de civilización liberal se estableció en Chile usando de sanguinaria marioneta a Pinochet. Por el contrario, muchos sugieren que a Bush sólo le interesaría aliarse con otros países en la medida en que esto sirviera para reforzar su liderazgo y contribuir a sus intereses, como explica Simon Tisdall en The Guardian, donde sugiere la necesidad de contrarrestar el poder casi absoluto de Estados Unidos. Eso sí, Tisdall no ve con buenos ojos una "resistencia total, política, diplomática y económica". Y es que el columnista confía en que el reciente imperialismo useño acabe remitiendo, ya sea por presión de otras potencias como de sus propios ciudadanos: "Bush no es América, del mismo modo que Sadam no era Iraq. Pero gracias a él, la visión que se tiene desde fuera se distorsiona. Puede que un presidente demócrata no fuera radicalmente diferente en los temas clave, pero el sistema es más flexible de lo que en ocasiones puede parecer." El problema es que Tisdall se muestra contrario a esta confrontación basándose en una especie de compasión solidaria por el pueblo estadounidense. En definitiva, parece olvidar que a Europa no le interesa oponerse a Estados Unidos, ya que sigue dependiendo de este país, sobre todo en lo que se refiere a la defensa. La apuesta de Tisdall para resolver las relaciones entre Europa y Usa es la multipolaridad: que Europa alcance el suficiente poder como para contrarrestar el poder estadounidense. Pero para alcanzarlo es necesaria una mayor integración europea, tanto económica, como política, como militar. El problema no es sólo saber si Europa está dispuesta a emprender estas iniciativas, sino si puede siquiera llevarlas a cabo, por mucho que ahora lance otro titubeante proyecto de defensa común. Kagan opina que es imposible, al menos a corto plazo, ya que, según el escritor, toda superpotencia ha de contar con un ejército avanzado y poderoso, y Europa no puede permitirse el gasto que supondría alcanzar a Estados Unidos en este terreno. Claro que Kagan considera que siempre que una nación ha apostado por la negociación y el entendimiento para resolver problemas internacionales ha sido por debilidad. Así le pasaba a Estados Unidos hace doscientos años y así le pasa ahora a Europa. Pero a mí no me gustaría que se desmintiera definitivamente la posibilidad de que un país fuerte pueda renunciar al uso de la fuerza para resolver la mayor parte de los problemas. Aún quiero confiar en que se pueda realmente negociar para disuadir a posibles enemigos. Bombardear países no parece la mejor forma de defender la democracia.
¡Que vienen los rojos!
Recuerdo cómo antes de que el Partido Popular ganara las elecciones en 1996, el Psoe y sus seguidores les acusaban, primero, de no tener programa y, segundo, de ser la rancia derechona de siempre. Ahora, unos años más tarde, y a pesar de que no creo que el partido socialista gane las elecciones, el discurso se ha invertido. Son los conservadores quienes acusan a la izquierda de no tener programa y, lo que me sorprende más, de representar al marxismo caduco del siglo pasado, de intentar reeditar ese Frente Popular republicano. A lo que no se puede añadir más que esas palabras que escribía Unamuno para burlarse de quienes se volvían locos de pánico cuando oían hablar de los comunistas: ¡el coco, que viene el coco! En definitiva, quieren hacer creer a los electores que Zapatero y Llamazares suponen un peligro para el estado del Estado, que son una alianza de jacobinos y anarquistas, que romperán la unidad de España, que acabarán con la supuesta prosperidad económica del país y todos los horrores que uno pueda imaginar. Arrepentíos pecadores, el fin está cerca. Lo gracioso es que es toda esta verborrea tremendista y embustera me recuerda la fina prosa de Antonio Morales, el ya famoso funcionario residente en Nueva York, que envió aquella carta en la que los sociatas (sic) eran comparados a Alí Babá y sus cuarenta ladrones. Votar por ellos, decía, supondría "frenar el avance y el progreso de España". Igual el estilo del señor Morales es un poco diferente (no mucho) al de Federico Jiménez Losantos o al de Javier Arenas, pero la idea central es la misma: ¡Socorro, que vienen los rojos!