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abril |
La filtración que no quiso Wikileaks
(Publicado en Diagonal).
Wikileaks me ha censurado. Hace apenas unas semanas envié una importantísima filtración al señor Assange y todavía no la hemos podido leer en los periódicos, a excepción de esta edición de Diagonal, gracias a un despiste del portero y a que los ordenadores no están protegidos con clave.
Esta revelación cambia muchas de las cosas que sabíamos -o creíamos saber- acerca del golpe de estado del 23-F. El golpe de Tejero en realidad no lo dio Tejero, sino un señor que se le parecía mucho y que -¿casualidad?- se llamaba EXACTAMENTE IGUAL.
¿Por qué han culpado a Tejero de lo que en realidad hizo Tejero? ¿Por qué encubrió Tejero a Tejero? Perdón, lo he escrito al revés, quería decir: ¿por qué encubrió Tejero a Tejero? ¿Qué sabe el rey acerca de Tejero? ¿Y de Tejero?
Esto me lo explicó un señor en el parque, gritando cada vez más fuerte. Al final comenzó a pegarme y tuve que salir huyendo.
Hasta ahora, los responsables de Wikileaks han respondido a mis mensajes, llamadas y acampadas en la puerta de sus oficinas con respuestas amables, amenazas de sus abogados, órdenes de alejamiento y tres palizas (por este orden), pero confío en que su pasión por la verdad les haga darse cuenta de la importancia de esta información.
Algún ignorante puede pensar que un “señor del parque” no es una fuente fiable. Analicemos las fuentes de Stratfor, agencia autora de los últimos informes filtrados. Recep Tayyip Erdogán, primer ministro de Turquía, morirá de cáncer en dos años, según un antiguo compañero de clase de su cirujano. El clásico “amigo de un amigo”, el mismo que vio a la chica de la curva. Hugo Chávez morirá de cáncer (otro) en dos años (también), según una “fuente venezolana bien conectada” (¿un señor de un parque de Caracas?). La del cadáver de Bin Laden ni siquiera tiene fuente reconocida.
Es decir, los HECHOS y VERDADES que yo explico en este ordenador que he tomado prestado mientras los redactores de Diagonal están “trabajando” en el bar, tienen una fuente mucho más fiable que los informes publicados por Wikileaks.
Así pues, Julian Assange, ¿por qué me censuras? ¿A sueldo de quién estás? ¿Trabajas para mi archienemigo, ese camarero que siempre me sirve el café con la leche templada cuando a mí me gusta caliente? ¿Eh? ¿Cuánto te ha pagado? En serio, ¿cuánto?
Dicho lo cual, el asunto del cadáver de Bin Laden es absurdo. Según Stratfor, no lo habrían arrojado al mar, sino que se lo habrían llevado a Estados Unidos, le habrían hecho la autopsia y luego lo habrían quemado.
Resulta difícil de creer, dado que Bin Laden era un peligroso terrorista y dudo que hubiese podido pasar los controles de aduanas fácilmente. Además, era un cadáver y los cadáveres no suelen tener el pasaporte en regla. ¿Y cómo iba a recoger su equipaje, por ejemplo, estando muerto? ¿O comprar esas chocolatinas que solo venden en los aeropuertos? No tiene ningún sentido.
Lo de la autopsia me desconcierta aún más. Le acribillan a balazos y aún dudan acerca de la causa de la muerte. Este escepticismo de hoy en día me resulta excesivo. A veces hay que creer en algo, digo yo.
Disculpadme medio minuto mientras cierro los ojos y digo que no con la cabeza.
Ya.
Pagar multas es de pobres
El ayuntamiento de Valladolid ha impulsado unas medidas que podrían llevar a que la ciudad pasara a conocerse en el resto de España como Vaya, Dolid.
(Toses. Silencio incómodo. Mira al público, esperando alguna reacción. Sonrisa nerviosa. Más toses. Rictus de rabia. Margaritas a los cerdos. Sosos de mierda. Qué sabrán ellos. Se recompone. Se seca el sudor de la frente. Continúa).
El caso es que el municipio ha aprobado multar a los mendigos con una sanción que podría llegar a los 1.500 euros, multa exagerada ya que muchas veces te pones a pedir a primera hora de la mañana, te dan las seis de la tarde y no tienes ni 1.300.
La medida ha sido muy criticada por los amantes de lo políticamente correcto, pero no han sido pocos quienes hábilmente han recordado a los bien pensantes que los pobres en realidad van a trabajar en Mercedes y rellenan los cartones de vino con Vega Sicilia.
Como todo el mundo sabe.
Y es que al dormir en la calle se ahorran un dineral en las hipotecas y alquileres que nosotros los trabajadores tenemos que pagarnos con el sudor de la frente de nuestros abnegados compañeros de trabajo, que nos cubren mientras actualizamos el blog y explicamos LA VERDAD. Ese dinero que se ahorran impunemente les sirve para llevar una vida de lujo y vicio a costa de nuestra buena voluntad y mala conciencia.
Los mendigos disfrutan de muchas ventajas: por ejemplo, no tienen que perder el tiempo con duchas y afeitados, ya que un pedigüeño que oliera a jabón y perfume se arruinaría; tampoco necesitan madrugar, ya que pueden dormir en su propio espacio de trabajo; pueden vestir informales y no están sometidos al yugo del traje y la corbata; no declaran el IVA a pesar de ser autónomos, y además no tienen jefe y cuando lo tienen, es porque forman parte de una mafia, lo cual ayuda a ligar.
-No quiero impresionarte, ni nada, pero soy miembro de una mafia. -Oh, cuéntame más. -Sí, mira, nos dividimos las líneas del metro y nos repartimos las ganancias. -Cielos, ¡HAZME TUYA!
Las sanciones son por tanto necesarias, ya que intentan disuadir a estos competidores desleales que disponen de unas ventajas injustas frente a quienes intentamos hacer las cosas bien.
Es más, 1.500 euros me parece poco. Habría que prohibir ser pobre bajo pena de excomunión y destierro, para acabar así con esta lacra.
Por poner un ejemplo que me toca de cerca (lo tengo aquí alrededor), Barcelona debería aprender de Valladolid, ya que sólo multa (y con poco más de 400 euros) a quienes duermen en la calle, medida acomplejada que no llega al fondo de la cuestión: ¿por qué no raptar a los mendigos mientras duermen y sacarles los órganos que a otras personas les podrían ser de más utilidad?
Esto de la mendicidad se tiene que terminar de una vez por todas. Porque, digo yo, ¿qué pasaría si todos decidiéramos convertirnos en millonarios por la vía fácil de salir a la calle con ropa mal cuidada y PEDIR DINERO? ¿Acaso no seríamos todos ricos si nos hiciéramos pobres?
Pero no lo hacemos. Renunciamos a todos esos millones que obtendríamos al ir pidiendo en el metro alegremente. Por ética. Por convencimiento de que las cosas no funcionan así. Porque somos conscientes de que alguien tiene que trabajar. Y ahora, también, porque la multa es importante y en caso de no pagarla, a uno le podrían embargar el carrito del supermercado lleno de bolsas de plástico, zapatos viejos, periódicos y botellas vacías.
Intolerantes
El racismo está tomando recientemente una nueva y peligrosa forma: la intolerancia a la lactosa. Estos irracionales sujetos son incapaces de convivir con la leche y sus derivados, mostrando una actitud completamente absurda y que no tiene en cuenta, por ejemplo, que la leche y el yogur nos han alimentado durante milenios, y que la fondue y las raclettes convierten las cenas de treintañeros en algo relativamente soportable sin necesidad de recurrir al suicidio.
Es más, nuestra cultura es principalmente y antes que nada una cultura mamífera, basada por tanto en el respeto a la leche y a las tetas. Cualquier ataque a estos dos elementos fundamentales de nuestra civilización es un ataque a la humanidad como bloque. Es un terrorismo de especie.
En los últimos meses, los actos vandálicos de estos intolerantes se han multiplicado: insultan a las vacas, llamándolas gordas, para que se estresen y den menos leche; derriten con sus mecheros los helados de los niños; lanzan calle abajo quesos de bola robados de los supermercados.
Muchos aseguran que estos hechos no son más que incidentes aislados, pero no hay que llevarse a engaño: los fanáticos están cada vez más organizados en su cruzada antimamífera y disponen de sus propios foros y medios de comunicación en internet, en los que por ejemplo sostienen que la crisis griega ha venido causada en gran medida por el elevado consumo de yogur en el país e incluso que las corridas de toros deberían hacerse con vacas.
Todo el mundo puede expresar sus opiniones libremente. Como dijo Voltaire, no estoy de acuerdo con lo que dices, pero ese señor de allá atrás que ahora no nos oye defenderá con su vida y cara de sorpresa tu derecho a decirlo, recibiendo a cambio una puñalada en el pecho y musitando "pero qué..." antes de morir.
Pero esta gente ha ido más allá de la opinión y ha pasado a la acción, sobre todo la intestinal. La duda es: ¿tenemos que tolerar a los intolerantes? ¿Ellos no pueden ni tomarse un cortado sin expresar su disgusto en formas muy desagradables -no pienso entrar en detalles- y nosotros hemos de renunciar a atarlos y quemarlos vivos por no saber convivir?
Me hago estas preguntas en voz alta mientras pienso qué hacer con los tres intolerantes a la lactosa que tengo drogados y atados en la parte de atrás de la furgoneta. ¿Me rebajo a su nivel si los tiro al Llobregat? ¿O acaso ser intolerante con los intolerantes es necesario para defender una sociedad abierta? ¿La polución del Llobregat no les convertirá en peligrosos mutantes con superpoderes que se vengarán de mí, en otro acto de intolerancia?
Las dudas son muchas, pero de momento voy a ir arrancando el motor y saliendo de aquí porque la furgoneta es robada y creo que por la calle de atrás se acerca un coche de la policía.
Mi misión voluntaria en Gibraltar
(Publicado en Diagonal)
Cuando España ganó la Guerra de la Isla Perejil en 2002, muchos dimos por supuesto que Gran Bretaña se rendiría a la evidencia de nuestra superioridad física y moral y, acongojada por la posibilidad de acabar humillada como Marruecos, nos devolvería Gibraltar, cediéndonos además el Ulster durante un par de siglos para compensar la afrenta sufrida desde 1714.
Sorprendentemente, no fue así. Me pasé 67 días con la boca abierta (:^O) , estupefacto y patidifuso a partes iguales. Aún me duele la mandíbula. Un poco. Pero finalmente el Gobierno de España ha decidido solucionar este asunto. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, va saludando a políticos ingleses con un siempre contundente “Gibraltar español” y califica la situación del peñón de “broma”.
Teniendo en cuenta el agresivo rumbo que ha tomado el asunto en manos de este joven ministro de 67 años, el histórico insulto podría terminar en cuestión de semanas, por lo que hace unos días decidí bajar a Gibraltar y darles la buena noticia a esos andaluces que a pesar de lo que diga la prensa controlada por la Pérfida Albión, arden en deseos de volver a ser españoles. O, mejor dicho, de seguir siéndolo porque nunca dejaron de serlo.
Crucé la verja, por supuesto de incógnito. Para pasar desapercibido, me disfracé de inglés, con un monóculo y una pipa. El efecto se perdió parcialmente cuando mostré a las autoridades mi DNI español, aunque al dar los buenos días puse mi mejor acento británico. El guardia civil me preguntó si me encontraba bien. Le dije que sí, pero que al ser inglés, mi constitución no era tan robusta como la de un español.
Me dirigí al primer lugareño al que vi y le comuniqué que el ministro Margallo estaba preparando la operación de liberación del peñón. Le pedí que por favor difundiera discretamente esta información entre sus amigos. Me contestó algo que no acabé de entender, debido al curioso acento que tienen en la zona. Insistí. Volvió a contestarme con palabras ininteligibles. Intenté hacerme entender por gestos. Me imitó. Saqué mi bloc y mi estilográfica y le dibujé un rápido esquema.
Me robó el bocadillo, aprovechando que había dejado abierta mi mochila. Salió corriendo y aunque reaccioné a tiempo, se escapó trepando a unos árboles y desapareció entre la maleza cercana. Entonces caí en la cuenta de que llevaba 20 minutos gritándole a uno de los famosos monos de Gibraltar.
Margallo debe tener en cuenta la presencia de estos taimados animales antes de comenzar con la invasión. Podrían dejar sin víveres a nuestros soldados. Esos monos son además una muestra de las horribles políticas que están llevando a cabo los británicos contra los pobres gibraltareños, que han de vivir entre fieras salvajes, en lugar de disfrutar de los beneficios de la civilización, como el zoo.
Perdí el resto del día buscando (sin éxito) el monóculo, que se me había caído al correr tras el mono, así que no pude completar de modo satisfactorio mi misión. Eso sí, dejé unos cuantos Post-it repartidos por el camino informando de la próxima recuperación de Gibraltar y otros más añadiendo un siempre educado “de nada”.
Auditoría
A: Buenos días. Soy su auditor. Venía a comentarle un par de asuntillos. B: ¿Mi qué? A: Verá, a lo largo del mes pasado se le vio varios días consecutivos por la estación de Sants explicando que le faltaba un euro con cincuenta para comprar un billete a Mataró. Lo que nos extraña es que entre la documentación que nos envió, no nos consta ningún billete de tren. ¿Olvidó adjuntarlo, acaso? B: No, yo... Es que eso se dice porque... Bueno... A: Ya, mire, no puede hacer eso. Usted puede creer que es muy listo pidiendo dinero para un tren que no va a coger, pero como comprenderá, esa práctica entra dentro de la competencia desleal. Entienda que hay gente que realmente necesita dinero para volver a Mataró o a Sabadell o a dónde sea, y por su culpa es posible que haya personas, clientes potenciales, que desconfíen. B: No lo hacía con mala... A: No se trata de si hay mala o buena intención: el caso es que usted se ha reído de un montón de gente que creía que le estaba ayudando a volver a casa cuando se ha quedado por el barrio y por tanto no necesitaba ese dinero. B: Sí que nec... A: Además, entiendo que una vez reunió ese euro con cincuenta, siguió pidiendo. B: Sí, pero... A: No, si pide un euro con cincuenta, tiene que pedir un máximo de un euro con cincuenta. Comprenda que lo contrario supone publicidad engañosa. B: Ah... A: El siguiente tema que quería comentarle es que al parecer en los últimos tres meses, siete señoras le dieron un total de seis euros con ochenta céntimos, especificando claramente que no querían que se lo gastara en vino. B: Sí, puede ser... A: Bien, pues por lo que vemos, al menos gran parte de esa cantidad de dinero se ha usado para comprar vino. ¿Me lo puede explicar? ¿Se trata de un error en el asiento contable, tal vez? B: Es posible que... A: Tampoco puede hacer eso. Comprenderá que estas señoras ahora se sienten estafadas por el hecho de que usted haya usado su dinero para un fin específicamente prohibido. De hecho, dos de ellas le dijeron expresamente que comprara leche. Y creo que no ha tomado mucha leche últimamente. B: No mucha... A: Pues esto es algo que tampoco puede hacer. Solo puede destinar el dinero a los fines concretados por el cliente o, como mucho, a los no prohibidos expresamente. Y esto ya debería saberlo. B: Pues... A: Por último, en alguna ocasión usted ha explicado que tiene dos hijos a los que no puede dar de comer. B: Bueno... A: Pero no tiene hijos, ¿verdad? B: Es que... A: Sí, lo sé. Está en sus libros. B: ¿Libros? A: Aquí: los días en los que ha hablado de sus hijos inexistentes ha recogido una media de siete euros con doce céntimos más. De nuevo, esta conducta profesional no está permitida. Piense que la gente le ha dado ese dinero pensando en unos niños muertos de hambre y no en usted, con todos mis respetos. B: Yo solo... A: En fin, veo que no puede justificar todas estas irregularidades, así que tendremos que hacerlas constar en nuestro informe. La próxima auditoría es dentro de seis meses, así que le recomiendo que cese en estas prácticas y que coja al menos algún tren a Mataró, y así podríamos justificar estos viajes, aunque sea con retraso y no en su totalidad. B: Bueno, pero... A: Ah, y otra cosa: procure no dormir en los cajeros. ¿No ve que por culpa de gente como usted ahora los bancos cierran los cajeros interiores por la noche y los clientes se ven obligados a sacar dinero en la calle? Piense por ejemplo en los días de lluvia y en cómo esta gente se ve obligada a sujetar el paraguas con el cuello, como si fuera un teléfono, mientras saca la tarjeta de crédito de la cartera. ¿Sabe lo incómodo y molesto que resulta? Por no hablar de cuando no hay más remedio que entrar y sacar dinero con uno de ustedes ahí delante, mirando, haciendo que todo el mundo se sienta incómodo. B: Bueno yo... A: Pues eso sería todo. Firme aquí, por favor. Aquí también. Y aquí. Gracias, seguimos en contacto. B: Sí...