Interpretaciones


Según mi profesor, me han regalado el aprobado del examen práctico de conducir. Estoy de acuerdo: un error grave fue rebajado a error moderado por obra y gracia del posiblemente único examinador compasivo de Barcelona. Al final de la prueba, este examinador me dijo: "Usted lo ha hecho bien. Pero en ese cruce de la Gran Vía sólo se ha parado a mirar a la derecha, por donde venía una bici. Pero por la izquierda venía otra. Para otra vez tenga en cuenta que hay que mirar a los dos lados". Yo iba diciendo que sí a todo, claro, vaya, la bici, claro, a la izquierda también, cierto. Pero la verdad es que no recordaba haber visto ni una sola bicicleta durante el trayecto. La chica que se ha examinado conmigo me ha refrescado la memoria y he recordado el cruce. Pues sí, me paré y miré. Pero no a una bicicleta, sino a un peatón que parecía tener ganas de cruzar a pesar de que su semáforo estaba en rojo. Mi profesor, después del examen, añadió más confusión al asunto. "En el cruce ese -me ha explicado- tenías que pasar por la discontinua y lo has hecho por la continua". Total, que nadie se aclara. En todo caso, eso sí, ha quedado demostradísimo que la realidad, suponiendo que exista tal cosa, es demasiado compleja como para que sea legal conducir.
Yo soy el número 3
 
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Momento de rabia


Resulta desagradable saber (sí, saber) que hay ocasiones en las que yo tengo razón y todo el mundo está equivocado. Sí, todo el mundo. Tú también.
 
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La guerra del fútbol


El fútbol es un deporte aburrido y simplón. Veintidós iletrados corriendo detrás de una pelota. Como decía Borges, que le den un balón a cada uno y se acabó el problema. Pero además provoca una serie de atrocidades que, teóricamente, no tienen nada que ver con el deporte en sí, pero que prácticamente no se dan en otros contextos similares. Quizás la excepción sea el baloncesto griego, pero, por ejemplo y por lo demás, yo no recuerdo disturbios tras la derrota de Karpov o cuando Barrichello se vio obligado a ceder la victoria en el pasado Gran Premio de Austria. El fútbol, que no es más que un jueguecito, ha provocado heridos y muertos, como Andrés Escobar, defensa colombiano asesinado por marcar un gol en propia meta (¡horror!) en el Mundial de 1994. Y no ha sido lo peor que se ha visto, ya que el balompié ha sido excusa incluso para escaramuzas bélicas, como narró Ryszard Kapuscinski en La guerra del fútbol: El Salvador y Honduras se liaron a tiros en 1970 tras un par de partidos de clasificación para la Copa del Mundo. El último absurdo ha sido el de la expulsión del coreano Ahn del Perugia, club italiano en el que calentaba banquillo gracias al patrocinio de Daewoo. Su pecado: marcar el gol que eliminó a Italia del Mundial. Es decir, jugar a fútbol, que es para lo que se le paga -hecho de por sí ya bastante ridículo. Luciano Gaucci, bovino presidente del club, le envía de vuelta a casa, "a cobrar cien liras al mes". Dos críticas al jugador sorprenden especialmente: una, sus problemas de acné, debidos a su pasión por el chocolate; la otra, la afición al juego de la madre del muchacho. Lo que no nos aclara la noticia es cómo se ha tomado el resto de ciudadanos italianos este despido improcedente. Pero me temo que muchos lo verán normal. Incluso justo y merecido. Y me atrevo a añadir que si Corea elimina a la selección española, más de un Daewoo aparecerá el domingo con las ruedas pinchadas.
 
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Una cuestión personal


"Resulta menos desagradable negarse a prestar un libro ('no me lo prestaría ni a mí mismo', como solía decir Jonathan Edax) que tener que acosar a la gente para que te lo devuelva, provocando una situación incómoda tanto para ellos como para ti. A la inversa, un bibliófilo nunca pide un libro prestado, ya que le resultaría intolerable tener que devolvelo. Tranquilamente anota el título y se lanza en su busca para comprarlo". Estas palabras de Cyril Connolly, publicadas en La caída de Jonathan Edax y otras piezas breves, son perfectamente aplicables a las estilográficas, los discos y el dinero. Mira que sé que hay cosas que no se prestan, que la generosidad tiene un límite, que hay muchos que confunden préstamo con regalo y un par de días con un par de meses, pero me resistía a creer que fuera tan complicado grabarse The Wall, de Pink Floyd. De acuerdo, es doble; de acuerdo, a veces parece que sólo quieres volver a escuchar los discos y releer los libros cuando los has prestado; de acuerdo, no es ni mucho menos mi disco favorito. Pero es mío. Y lo quiero de vuelta. Ya.
 
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Sangre verde


Muchos vegetarianos -no todos- lo son por pena. Pobres bichos. Qué crueles somos: los criamos sólo para matarlos. Y comérnoslos. Pero, ¿y si las patatas y las zanahorias gritaran al ser arrancadas de bajo tierra? ¿Y si la lechuga sangrara al cortarla para hacer ensalada? ¿Y si los árboles gimieran al arrancarles sus frutos? ¿A los vegetarianos les daría pena también matar verduras? Porque son seres vivos. Y sienten, aunque no puedan mostrarlo. Los primates son -somos- omnívoros. Lo explica Marvin Harris en Nuestra especie: lo que más nos gusta son las proteínas animales. Si alguien considera que su cuerpo se siente mejor obviando la carne, estupendo. Allá él y que lo disfrute. Si a alguien no le gusta el sabor de la carne, ningún problema, que no se amargue. En todo caso, dejémonos de hipocresías: no es mejor matar una col que una vaca.
 
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