Hache-a-ene-ce-o-ce-ka


Toma titular de El Mundo: "La solemnidad de Hanckock cierra el XXVI Festival de Jazz de Vitoria". Sí, sí, Hanckock. Hasta que lo corrijan (al menos la versión on line), si es que lo hacen. Vale, es un error, un despiste, una letra, pero meter la pata así es más grave de lo que parece. El texto se supone que lo ha escrito alguien que sabe algo (por poco que sea), de jazz, o que al menos tiene el programa del festival a mano. Y Herbie Hancock no es ni un recién llegado ni un desconocido en el mundo del jazz. Pero es que, además, el texto lo ha de revisar el jefe de sección (que teóricamente domina el tema cultural) y un editor (que ha de comprobar que el artículo está medianamente libre de incorrecciones). Vale, ya sé que un error ortográfico no justifica ni un post apresurado ni tanta indignación. No es más que un despiste, no hay necesidad de ser cruel. Pero es que resulta que mi segundo apellido es, precisamente, Hancock. Y se lo he tenido que deletrear a tanta gente a lo largo de mi vida que me parece curioso que justamente este redactor sea uno de los pocos que no me haya oído hacerlo. Además, siempre hay algún listillo que conoce a Herbie Hancock. Y que asegura que es de sus favoritos. Y que añade, intentando hacerse el gracioso: "No será familia tuya, ¿verdad?" A lo que últimamente ya contesto que sí, que soy su primo blanco, te lo juro.
 
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Puñales


"No hay nada más parecido a un enemigo que un viejo amigo", asegura Cyril Connolly, con razón, en La sepultura sin sosiego. Mis amigos y yo, por ejemplo, nos conocemos desde que tenemos siete años. En nuestro caso no es que la confianza dé asco, es que nos clava puñales. Cuando nos reunimos nos dedicamos, básicamente, a insultarnos con mayor o menor inventiva. Y, aunque suene absurdo, lo que nos divertimos, oye. Hemos superado con creces y con nota la fase X deja la habitación y todos a criticar a X (fase en la que aún sigo anclado en otros grupos de amigos). Nosotros ya nos criticamos cara a cara, sin tapujos. Para clavarnos estos puñales -pero no por la espalda, sino en un ¿sano? ejercicio de desahogo-, a veces recurrimos al lenguaje de camionero, otras veces nos conformamos con sacar trapos sucios: creemos conocerlos todos. Y digo creemos porque, como es natural, todos llevamos un psicópata dentro y algunos lo ocultan bastante bien. Además, no creo que sólo el tiempo y el contacto ayuden a nadie a conocerse mejor, aunque suene paradójico. A veces te sientes más cercano a gente que acabas de conocer. Aunque igual esto último no sea más que un engaño. En todo caso, si a mis amigos les preguntarán qué haría yo en diez situaciones determinadas y por qué, seguramente acertarían con la mayoría de acciones, pero errarían con los motivos. Y a mí me pasaría lo mismo con ellos. Igual a la frase de Connolly se podría añadir que un viejo amigo es también lo más parecido a un completo desconocido. Y, quizás, y para citar al mismo autor y el mismo libro, un amigo no sea más que alguien que no te exige nada. Y eso, en realidad, es mucho.
 
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Subastas


Nada, nada, que como no ves el dinero y lo único que hay que hacer es ir levantando la paleta con el numerillo, uno se va animando, se va calentando, le va cogiendo el gustillo y para chulo, el hijo de mi madre. Aún no sé cómo pagarlo, pero ¿a que queda bien allí arriba a la derecha?
 
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La tentación de la genética


"Cuestiones como si el desarrollo a largo plazo también conducirá a una reforma genética de las propiedades del género; si se abre paso a una futura antropotécnica orientada a la planificación explícita de las características; o si se podrá realizar y extender por todo el género humano el paso del fatalismo natal al nacimiento opcional y a la selección prenatal; son preguntas en las que el horizonte evolutivo, si bien aún nebuloso y nada seguro, comienza a despejarse ante nosotros". Éstas son las líneas de Normas para el parque humano, de Peter Sloterdijk, que levantaron ampollas en Alemania. Por estas líneas se le acusó de defender la selección genética como medio para mejorar la raza humana, cuando queda claro que sólo expone una serie de dudas. Dudas más que realistas, nos guste o no. Aun así, estas palabras llevaron a Jürgen Habermas a orquestar una campañita mediática bastante tontorrona que sólo consiguió dar publicidad a Sloterdijk y, de rebote, que Siruela y Pre-textos se dieran prisa en traducir y editar -impecablemente- sus libros en España. La campaña parece que culmina cinco años más tarde, con la publicación de El futuro de la naturaleza humana, naturalmente, de Habermas. Más inadvertidas pasaron las sugerencias que hace Stephen Hawking en El universo en una cáscara de nuez. Hawking afirma que la ingeniería genética "es probable que ocurra tanto si queremos como si no". A pesar de que dice no defenderla, añade que "la especie humana necesita mejorar sus cualidades mentales y físicas si tiene que tratar con el mundo crecientemente complicado de su alrededor y estar a la altura de nuevos retos como los viajes espaciales". El físico aventura incluso un futuro con cerebros evolucionados al máximo gracias a la biotecnología y potenciados mediante "implantes neuronales". Igual, como el libro habla del espacio y esas cosas, quienes lo leyeron creían que se trataba de ciencia ficción y no armaron tanto ruido como con el filósofo alemán. De todas formas, y a pesar de lo que se pueda decir, Sloterdijk y Hawking no son peligrosos postnazis defensores de eugenesias y de selecciones artificiales. Es más, creo, sinceramente, que su postura es la correcta. Por la sencilla razón de que hay que tratar desde ya estas cuestiones, para intentar llegar a un acuerdo acerca de lo que estamos dispuestos a admitir o no. Es necesario (y urgente) comenzar a debatir el tema de la biotecnología. A pesar de los Habermas de turno. Hay que decidir si se usa, quién la usa o cómo evitar que se use, si se llega a esa decisión. Habrá causas que la harán necesaria -evitar, por ejemplo, enfermedades-, pero habrá casos en los que se trate, sencillamente, de un crimen caprichoso. Será difícil llegar a establecer criterios claros y será sin duda imposible que éstos sean definitivos. Pero lo que no se puede hacer es dejar de lado el debate. La peor solución sería quedarse en este absurdo debatir si es necesario debatir con el que tanto parece disfrutar Habermas -aunque en el libro que recién publica no parece tan pusilánime. Y eso por la sencilla razón de que, mientras tanto -no creo que nadie lo dude-, el primer tonto que pueda aprovechará cualquier oportunidad para ponerse manos a la obra y jugar al Tercer Prometeo. Y éste no será literario.
 
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Vacaciones laicas


Los niños estadounidenses comienzan sus clases jurando lealtad a la bandera, en plan hipernacionalista. El caso es que, al parecer, esto no molesta a nadie: lo que sí ha preocupado a un padre ateo es que se se hablara en dicho juramento de una "nación ante Dios", hasta el punto de que el Tribunal de Apelaciones de San Francisco está considerando seriamente la posibilidad de declarar inconstitucionales estas tres palabras introducidas en 1954, a causa de la guerra fría y por oposición a ese Estado ateo que era la Unión Soviética. Los jueces tienen sus dudas ya que, por el mismo motivo, en las escuelas tampoco se podrían enseñar cancioncillas populares en las que se menciona a Dios. ¿Y qué hacer con esos billetes de dólar en los que aparece la leyenda "in God we trust"? Y es que, al parecer, hasta Él es políticamente incorrecto. A mí las canciones patrioteras, las banderitas, los himnos y demás me preocupan bien poco. Si desaparecieran todos esos simbolitos, nada malo se perdería, se nombre o no a Dios en ellos. Lo que me preocupa es que esta moda se extienda demasiado. No por motivos religiosos: la religión, a mi entender, es algo personal, que no necesita de apoyos institucionales. Lo que temo es que algún listo decida que, en nombre de una supuesta sociedad laica, se eliminen las vacaciones de Navidad, las de Semana Santa y fiestas tan señaladas -por ser fiesta, más que nada- como la Inmaculada Concepción o el día de Reyes. Lo siento, pero por ahí no paso. Así que si algún ateo excesivamente coherente está pensando en seguir ese camino, ya puede ir también planteando alternativas a esos días de vacaciones. No tiene que ser muy difícil: la propia Iglesia católica no hizo más que cristianizar fiestas paganas a las que nadie quería renunciar. Aunque fuese pecado.
 
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